
Stuani para el Girona de Machín
No es nuevo que un recién ascendido sorprenda en la máxima categoría. En los últimos años, de hecho, son varios los equipos que lo han logrado. La primera vuelta del Eibar de Gaizka Garitano, la UD Las Palmas de Quique Setién o el Alavés de Pellegrino la pasada temporada, son algunos de los ejemplos recientes más claros. Este curso, tanto Girona como Getafe, transcurridas ya veinticuatro jornadas, se mantienen encaramados a la primera mitad de la clasificación. En el caso de los de Machín, además, con una particularidad: lo hacen prácticamente con los mismos jugadores con los que el año pasado competían en la división de plata. De los doce futbolistas del cuadro catalán que por el momento han disputado más de mil minutos en Liga, únicamente Bernardo y Stuani no estaban a las órdenes del entrenador soriano el pasado mes de mayo. Ningún equipo como el gerundense ha optado con la misma radicalidad por basar su competitividad contra los mejores en su sistema, y ante esta elección, la calidad, por sí sola, no es suficiente. Lo primero es el plan, aquello que los distingue, y la prioridad, por lo tanto, los nombres que sean capaces de potenciarlo. Asimismo, también los rivales han tenido claro hasta la fecha la cuestión a desactivar en sus duelos contra el Girona. Recientemente, Las Palmas, Atlético de Madrid o Athletic Club han modificado sus dibujos más habituales para adaptarse al tablero que propone Machín, e incluso el Barça, en la primera vuelta, aplicó algún ajuste al respecto. Del mismo modo que aquel día Machín, con la marca individual de Maffeo a Leo Messi, aceptó desnaturalizar a su equipo a cambio de intentar ensuciarle al rival la batalla donde es más fuerte, ahora son quienes se enfrentan al Girona los que transigen con restarle comodidad a su propio plan si a cambio consiguen reducir el efecto de la gran arma blanquivermella.
A la hora de imaginar la adaptación que el libreto de Machín pudiera tener a la Primera División, a la propuesta gerundense le sobrevolaba una duda que incluso hizo plantearse al técnico la posibilidad de un plan B: al equipo podía faltarle gol. Gol de la nada, aquel que no necesariamente obedece al juego y que, cuando aparece, resta nervios y suma buenas sensaciones para que se desarrolle lo demás. El que El-Arabi le había dado al Granada, Lucas Pérez al Deportivo, Jonathas al Elche o Alberto Bueno al Rayo Vallecano. Los dos máximos goleadores del Girona la pasada temporada – Longo y Sandaza- no permanecían en el equipo, y en su lugar el club había incorporado a dos incógnitas como Kayode y Olunga, a un Marlos Moreno que con casi ochocientos minutos en Coruña no logró estrenarse, y a un Stuani que sólo en una de sus cinco temporadas en Primera había superado la decena de goles. Sin remate, el sistema de Machín podía estar en crisis, y forzar al entrenador a romperlo en pos de buscar fórmulas alternativas de acercarse a la red entregando a cambio la singularidad de su estructura. Sin embargo, lejos de todo esto, el Girona ha encontrado en Christian Ricardo Stuani una figura legitimadora. No sólo contribuye y participa de la propuesta conjunta con su movilidad, juego de espaldas y presencia en el área, sino que su eficacia y puntualidad goleadora le está dando la razón a todo cuanto previamente construye su equipo. Forma junto a Portu la tercera pareja ofensiva más productiva de La Liga, sólo superada por las de Barça y Celta, un respiro en forma de ritmo de puntuación que le ha servido en bandeja de plata la irrupción en la máxima categoría al sistema de Machín. Una apuesta tan ligada a aquellos que ya la conocían, fía parte esencial de su supervivencia en una cara nueva.