
Si te mueves, pierdes
Cuentan los especialistas en el arte de los penaltis, que la clave del éxito en una pena máxima es la espera. La serenidad en la expectativa cuando el tiempo de una carrera se tensa como la cuerda de un violín. De un lado y del otro, guardameta y tirador, aseguran que la ventaja es aguardar la reacción del oponente, como pista a partir de la cual proceder. Entrever un paso, una mirada, el germen de una estirada o el primer movimiento del balón. Una espera tirante, inmóvil y suspendida, aguardando la señal que desencadene el combate. Atlético de Madrid y FC Barcelona escenificaron el sábado un penalti de 77 minutos, un choque de precauciones a la espera de que a uno de los dos le ganara la impaciencia y abriera una grieta que le hiciera vulnerable. Un empate técnico en la protección, en el que ambos conjuntos renunciaron a buena parte de su potencial para generar peligro sobre la portería contraria, a cambio de mantener resguardada el área propia. De este modo los azulgranas, que venían de recibir cuatro goles ante el Betis y encadenando diez jornadas consecutivas de Liga encajando a pesar de la mejoría en el juego, adoptaron de inicio dos medidas directamente relacionadas con la seguridad de su transición defensiva.
A nivel táctico y colectivo, los dos puntos más problemáticos del trabajo de contención culé que no tuviera que ver con la presión se habían localizado en la banda derecha y en el respaldo de Sergio Busquets. La adopción de un ataque simétrico, con Leo Messi de vuelta al perfil derecho, había abierto nuevas necesidades tanto en ataque como en defensa para el interior de ese costado, traducidas en una mayor exposición tanto del lateral derecho como del mediocentro. El primero porque en muchas ocasiones le ha tocado lidiar con una banda sin apoyos por delante, el riesgo de que el rival le plantease un dos contra uno y la dificultad para no meterse atrás ante escenarios de este tipo. Para Sergio Busquets, por su parte, que el interior derecho afronte la transición defensiva más abierto hacia la cal había extraído de su lado al contrafuerte en el que se apoyó el curso pasado a la hora lanzar la presión sin peajes a la espalda o para disponer de un refuerzo cercano en el momento de cerrar por dentro en campo propio.
En al elección de Semedo y Arturo Vidal para cubrir las ausencias de Coutinho y Rakitic, seguramente Ernesto Valverde tuvo muy presentes estas dos cuestiones. Organizado con balón el Barça según un 1-4-3-1-2 que en muchos momentos mutó en un 1-4-3-2-1 debido a que Messi caía más al escalón de Vidal que al de Luis Suárez, el desarrollo del retorno defensivo permitió al Txingurri actuar sobre las presumibles debilidades del retroceso culé (Imagen superior). Como el curso pasado cuando el equipo utilizó el rombo en mediocampo, por lo general los interiores recularon por fuera dando a los laterales un escudo protector por delante, mientras que el vértice superior -en este caso Vidal- orientó su descenso por el centro para terminar incrustado al lado de Sergio Busquets. Rememorando varias de sus temporadas en la Juventus, el chileno fue la pieza a través de la cual la medular penduló entre el rombo y la línea, dependiendo de cuál de los dos equipos estuviera en posesión del balón y de la altura del campo por la que corría el esférico.
– A la izquierda, la media del Barça dispuesta en rombo, con Roberto abriendo espacio a Messi. A la derecha, su posicionamiento sin balón en 1-4-4-2. –
No fue el único centrocampista del Barça que desempeñó un papel posicional doble, pues desde el interior, y por delante de un Semedo más anclado en el primer tiempo a la derecha de Piqué, Sergi Roberto alternó el carril central con la banda con tal de aclararle las zonas de recepción a Messi (Imagen de arriba a la izquierda). El intercambio zonal entre los dos canteranos fue de lo poco a lo que pudo agarrarse en ataque el Barça ante la ausencia de desequilibrio, aprovechando que Lemar en defensa interiorizaba mucho su posición y que Semedo les guardaba la espalda. Apenas pudieron contar los visitantes con el productivo recurso de Jordi Alba para desatascar un escenario de tablas, pues se toparon con un planteamiento específico de Simeone que, al igual que Valverde, había priorizado el cuidado a la amenaza. En concreto, en defensa El Cholo empleó a Saúl prácticamente como a un segundo lateral, persiguiendo a Alba y permitiendo a Arias quedar como tapón por detrás (Imagen abajo a la izquierda). El lateral del Barça nunca se encontró el carril libre a pesar de que, esta vez, su equipo no le había situado ningún compañero por delante.
La medida atlética, si bien fue decisiva para que su rival no activara una de las fórmulas que más beneficios le reporta, condenó a los colchoneros a vivir demasiado lejos de Ter Stegen. Primero porque dificultaba la opción de una salida simple en largo hacia el ilicitano con la que empezar a jugar desde arriba, segundo porque al contar de facto con un centrocampista menos imposibilitaba una presión adelantada coordinada, y en tercer lugar porque para recomponer la medular con un cuarto efectivo sus puntas tuvieron que localizar su trabajo defensivo muy abajo. Diego Costa y Griezmann contuvieron por detrás de Arthur y Sergio Busquets (Imagen abajo a la derecha). Así las cosas, controlado el Barça y lejano el Atlético de Madrid, buena parte del partido transcurrió como una prueba de paciencia. Como la espera hasta que uno de los dos moviera una ficha para ganar argumentos ofensivos a costa de abrir la posibilidad de comprometerse atrás. Hasta entonces, únicamente en un golpe de genio o en el balón parado se advertía una opción para que uno de los dos equipos se adelantara en el marcador.
Quien lo hizo fue el Atlético de Madrid, dando por concluido el eterno penalti en suspensión que había sido hasta ese momento el encuentro, e inaugurando un segundo periodo de constantes muy distintas. Previendo que tras el tanto de Diego Costa el partido dejaría atrás su fase de contención y se adentraría en unos minutos mucho más abiertos, Simeone y Valverde recurrieron de inmediato a Dembélé y Ángel Correa, dos de sus futbolista más imprevisibles. Como si, tras unas teóricas tablas de ajedrez, los dos técnicos se prepararan para un desempate en una partida rápida, con la escasez de tiempo como acicate al riesgo y al consentimiento del error. El francés del Barça, tan comprometido para el plan del Txingurri saliendo de inicio por su tendencia al descontrol, por esa misma razón está encontrando su lugar en el rol de revulsivo. En las últimas tres veces que ha entrado desde el banquillo, Ousmane acumula dos goles y una asistencia en momentos comprometidos para su equipo.
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– Fotos: Javier Soriano y Miguel Medina/AFP/Getty Images