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Messi sin Luis Suárez

Messi sin Luis Suárez

En varias ocasiones César Luis Menotti se ha referido a Rivaldo como uno de los mejores jugadores de la historia, por delante de muchos que, generalmente, ocupan una posición más alta que el ex azulgrana en el imaginario colectivo de esta novelesca clasificación. Más allá de que se coincida con la apreciación, el Flaco señala una característica del brasileño compartida por quienes son fijos en este particular Olimpo. Interrogado por la demarcación de Rivo sobre el campo, responde: «Jugaba de él«. ¿De qué jugaban Di Stefano, Pelé, Cruyff o Maradona, futbolistas capaces de iniciar la acción como mediocentros y finalizarla como delanteros centro? En este sentido, entrenar a un futbolista de tamaña magnitud es un ejercicio en constante equilibrio entre el premio y el desafío, pues por un lado regalan soluciones, aumentan en el nivel y, en definitiva, permiten que el equipo aspire a algo a lo que, sin ellos, no aspiraría, pero por el otro requieren de cierta complejidad para hilar a su alrededor un sistema de acompañamiento y de contrapesos que armonice el conjunto. Pocos episodios como la relación entre Rivaldo y Van Gaal representaron más fielmente esta doble condición, primero con la rigidez del técnico supeditando la libertad del brasileño a su estricta pizarra, buscando en él comportamientos más canónicos de extremo, y después con una victoria del brasileño en el pulso que, con la mediapunta ganada, convivió con la progresiva descomposición del decorado.

Leo Messi, que comparte naturaleza con los citados por dimensión, impacto y complejidad, a lo largo de su carrera ha tenido más suerte en tanto que, por lo general, sus entrenadores siempre han tenido claro que lo mejor para su rendimiento era apoyar su juego en la libertad, y que lo mejor para el equipo era, a su vez, exprimir al máximo el rendimiento del argentino. Así pues, y con el único paréntesis de su desembarco en el primer equipo, donde, en el equipo de Ronaldinho y Eto’o, primeramente desarrolló un papel más circunscrito a la punta derecha, sus técnicos han procurado para Leo distintos espacios de libertad vinculados al carril central y al perfil derecho del campo. Trasladado primero de la banda al centro y, más tarde, del centro a la banda, como sendas respuestas a una serie de intervenciones para conjugar tanto las necesidades individuales del jugador como las de su equipo. De este modo, por ejemplo, a medida que Messi se agigantaba en el proyecto, Guardiola le procuró un espacio central como falso nueve, hasta ese momento inexistente en el dibujo, como reacción contra planteamientos que le barraran el trayecto -ya no tendría que llegar, sino que ya estaría en el destino-, medida para situarlo a la distancia justa entre el gol y el mediocampo, y solución ante contraataques rivales que pretendieran explotar su sector como vía para progresar y respirar en ataque. Una fórmula, aparentemente perfecta de integración del 10 que, sin embargo, en un momento determinado empezó a erosionarse.

El desarrollo de su defensa que hicieron los rivales -zagas más adelantadas y mediocampos más retrasados para expulsarlo del entrelíneas-, el propio crecimiento del jugador que lo llevó a relacionarse todavía más con fases de gestión del juego, y la progresiva pérdida de apoyos para surtirle de balones cerca del área, culminaron en una serie de pruebas que, ya incluso a las órdenes de Guardiola, iban a la caza de un nuevo acomodo para el crack. Con Pep, el cambio de banda de Villa, la utilización de Alexis Sánchez como referencia central, el doble falso nueve con Cesc o el 1-3-4-3, coincidían en la pretendida búsqueda de un futbolista situado por delante de Leo que hiciera las veces de delantero centro, sujetando a centrales que ya no dudaban si salir a por el argentino o guardar la posición, estirándole al 10 el espacio de recepción y ofreciéndole movimiento por delante del balón para que el pase conviviera con el regate como principal fórmula de avance. «Luis, quédate ahí de nueve«. Después del Messi falso nueve retornó el de banda derecha, con Luis Suárez como socio reclamado en el doble papel de acompañante y termómetro, y un equilibrio entre la libertad y el orden basado, por un lado, en la compensación posicional del interior derecho con tal de mantener ocupado el carril cuando Leo lo abandonara, y por el otro en una capacidad física del 10 que le permitía mantener el efecto sobre dos de los tres carriles del ataque. Pesaba dentro y también fuera.

Años después de aquel tramo cumbre, el argentino ha regresado al centro, pues ya sea desde una posición de partida u otra, la necesidad de recorridos más cortos hace más difícil que el jugador movilice, al mismo tiempo, el costado y la frontal. La temporada pasada lo hizo como redescubierta referencia interior, como solución para aproximar su bota izquierda a la zona más decisiva del campo, abrir la puerta a ocupar los tres carriles del ataque con tal de descubrir espacios ensanchando y retrasando al contrario, e, incluso, hallar un recurso defensivo eficiente por banda en una era que ha desarrollado casi al extremo la vertiente ofensiva de los laterales. Con el objetivo de combinar la posición centrada de Messi y la conveniencia de ofrecerle los movimientos adelantados de un acompañante, sin embargo, la armonía de la fórmula parece muy ligada al desempeño de un doble papel de alguno de sus compañeros. De un Luis Suárez, también treintañero, encargado de multiplicarse por delante y a la izquierda del argentino, o de un Jordi Alba permanentemente alzado para activar la orilla y liberar al uruguayo del sobreesfuerzo. Esta noche, sin más nueve en la convocatoria que el canterano Abel Ruiz, cabe la posibilidad de que ese doble cometido recaiga en uno de los centrocampistas, ocupado, como aquel Cesc Fàbregas de 2012, de alternar la medular con la punta al compás de los movimientos de apoyo del 10. Siendo medio cuando Messi sea delantero, y delantero cuando Leo se vista de gestor. Siendo el jugador que, en la pizarra, valga por dos. Permitiendo a Messi jugar con tres medios por detrás, dos bandas a sus lados y una referencia por delante.

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– Foto: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images

Comments:2
  • Morén 28 mayo, 2019

    Con este artículo finaliza el curso 2018-19 en el blog. Como cada año, nos reencontramos en pretemporada para comentar todo lo que haya ido sucediendo durante el verano y lo que empiece a ofrecernos la nueva temporada. Serán también unos días para pensar cómo va a ser ‘En un momento dado» un curso más, en cómo mejorarlo y qué nuevos contenidos puede tener.

    Gracias a todos los que os habéis pasado por aquí esta temporada. Os guardamos sitio para la siguiente. 😉

    Reply
  • CURP 30 julio, 2019

    Gracias a ti y nos vemos pronto, saludos

    Reply

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