¡Mírame, yo, el abanderado de los centrocampistas, jugando con cinco delanteros!«. En el Bayern de Múnich, Pep Guardiola tuvo que adaptase a una nueva realidad. Ya no tenía a Xavi, Iniesta o Leo Messi, de modo que para llegar a los éxitos que había cosechado en Barcelona debería descubrir caminos distintos. Uno de los que exploró fue el uso de los interiores en una posición muy adelantada, asomados al balcón del área, atacando más cerca del delantero centro que del pivote. Tanto fue así que después de su primer curso en Alemania no resultó extraño ver formar en estos puestos a futbolistas como Thomas Müller o Douglas Costa, hombres de un perfil notablemente distinto al de los interiores que habían poblado su medular en Barcelona. Sin un Leo Messi con el que recorrer los atajos más escondidos del ataque, la solución del de Santpedor a menudo pasó por formular una delantera que parecía estar integrada por hasta cinco futbolistas. La receta tenía una segunda parte, porque con el objetivo de que una posición tan adelantada de dos de sus centrocampistas no dejara demasiado expuesto a su mediocentro, Guardiola recondujo el comportamiento de sus laterales. No serían jugadores encargados de recorrer la banda para abrir el campo en ataque, ya que para esas labores en el Bayern ya contaba con un valioso arsenal de extremos, sino que su paso al ataque se produciría por dentro. Acudirían al espacio que liberaran los interiores cuando éstos escalaran hacia el área rival.
Para que la idea no abandonara a su suerte al pivote, el plan se completaba con la posición más o menos cerrada de Cancelo y Mendy, en línea con Fernandinho por delante de Dias y Ake. A la postre, el City dibujaba un 1-2-3-2-3 (con tendencia al 1-2-3-5) estrecho en su base y ancho en la corona. A ello se adaptó también la respuesta defensiva del Tottenham, que sin balón planteó un 1-4-3-3 con mucho protagonismo en los duelos para su lateral Tanganga, el soporte de Skipp y Højbjerg por delante de la defensa, y una primera línea de presión llamativamente estrecha. A Lucas, Son y Bergwijn apenas los separaron unos pocos metros sin balón, apoyados en la posición cerrada de los laterales del City para ocupar el centro del tablero. Con Cancelo y Mendy abajo y por dentro, y Mahrez y Sterling esperando en la última línea, la posibilidad de recibir en banda en zona de medios recaía tanto en Gündogan como Grealish, pero por un lado su ímpetu en la llegada y por el otro el hecho de que su salida a la cal sacaba de la mediapunta precisamente a la pieza que debía aprovechar el arrastre sobre alguno de los centrocampistas del Tottenham, lastraron la fluidez del mecanismo. Cuando Alli, Højbjerg o Skipp acudían a la orilla, el City no tenía un relevo por dentro para el interior que había abierto su posición.
– Foto: Charlotte Wilson

