
Dani Parejo en el Bernabéu
En la última década, pocos jugadores de Primera División le han hecho más daño a los grandes de la Liga que Dani Parejo. Antes en el Valencia y ahora en el Villarreal, el de Coslada es kryptonita contra conjuntos diseñados para tener mucho tiempo el balón, recuperarlo pronto y llevar el juego a campo contrario la mayor parte del tiempo. Su habilidad seleccionando las zonas para recibir libre y su temple a la hora de soltar el balón en la dirección correcta, es veneno para equipos que buscan que la conexión entre la pérdida y la recuperación sea lo más inmediata posible, y que aborrecen los pases del rival que encuentran la manera de superar sus líneas para hacerles correr hacia atrás. El sábado por la noche, a sus treinta y dos años Dani Parejo volvió a firmar una actuación excelente ante el Real Madrid de Ancelotti, un rival que esta temporada ya cuenta varias primeras partes sufriendo en la presión, pero que contra los de Unai Emery, además, no acertó a reconducir el rumbo en el segundo tiempo como sí hizo ante el Betis, el Valencia o el Inter de Milán.
En su mayoría, el guion del partido perteneció a los visitantes, que hicieron bandera de la superioridad de su salida de balón frente a la presión madridista. Una superioridad que más que una forma de ataque fue empleada como una suerte de timón con el que comandar el duelo, jugando con la incomodidad de los futbolistas del Madrid cuando tenían que correr detrás del esférico. El partido del Villarreal fue un constante intento de amago, con el cuero como reclamo y las posiciones de sus jugadores como estructura, que se dividió en tres tramos.




El primero, el inicial, respondió a un sistema de presión madridista en el que los amarillos siempre gozaron de la libertad de uno de sus futbolistas implicados en la construcción. Además de Rulli, fundamental a la hora de hacer llegar la pelota al compañero que se encontraba habilitado en cada momento (Imagen abajo a la izquierda), los de Unai descubrían sin marca a uno de sus jugadores, situación que a menudo aprovecharon para avanzar y esconderle el cuero a los blancos pivotando sobre la posición de Capoue (Imágenes arriba). Especialmente productivo resultó al respecto el sector izquierdo de la salida castellonense, zona en la que se juntó la desordenada presión de Asensio, la inteligente colocación de Coquelin, y las actuaciones de Pau Torres y Danjuma. El primero, autoritario con el balón en los pies, lo entendió todo. Conectó con el socio oportuno, descargó en los alejados cuando la estructura merengue tendió a concentrarse sobre una de las orillas (Imagen abajo en el centro), e incluso se animó a sortear en varias ocasiones a su par cuando los locales acosaron hombre a hombre a los centrales. Su banda contó también con los acertados movimientos de Danjuma, que además de suponer una amenaza para atacar al espacio o para probar a Valverde en las inmediaciones del área, sumó en la salida con apoyos más centrados que se desenganchaban de un Fede más sujeto a su nueva ubicación.
– De izquierda a derecha, los pases de Rulli y Pau Torres en el primer tiempo, y el emparejamiento de Casemiro con Capoue (Fuente: as.com)-
El segundo acto del particular duelo entre la construcción del Villarreal y la presión del Real Madrid vino anunciado por el cambio de funciones de Casemiro. Así, el mediocentro brasileño pasó de cerrar por detrás de Asensio y Modric sin una vigilancia asignada a participar del acoso. A menudo acudiendo a la defensa sobre las recepciones de Capoue (Imagen arriba a la derecha), que la presencia tan adelantada del pivote, incluso por delante de sus dos compañeros de línea, se diera en un Madrid que no lograba imponer su presión, provocó la aparición de espacios a la espalda del mediocampo en los que pudieran aparecer Coquelin y Parejo esperando entre líneas, o Alcácer y Danjuma acercándose en el apoyo (Imágenes abajo). Y es que, a pesar del intento por igualar numéricamente la disputa cerca del área de Rulli, por detrás los de Ancelotti siguieron dejando a cuatro defensas contra los tres atacantes del rival. Con Yéremi Pino y Danjuma ensanchando el campo, amenazando con su velocidad y mezclando, especialmente el canario, con sus toques de balón, los puntas de banda del Villarreal allanaron el camino para que su equipo se acercara a la última barrera madridista. La que forman Éder Militao, David Alaba y Thibaut Courtois.



Como se apuntaba en el primer párrafo, también contra Betis, Inter y Valencia el primer tiempo del Real Madrid estuvo marcado por sus dificultades a la hora de defender la salida de balón del rival. Tres duelos de desarrollo parecido que, tras el descanso, los blancos supieron cambiar. También lo intentó el sábado Ancelotti, con varios ajustes en pos de mejorar la presión del equipo. Dio entrada a Camavinga para matizar la estructura del mediocampo madridista, a partir de entonces con Modric por delante del francés y de Casemiro (Imagen abajo a la izquierda). Un 2+1 sin balón, espejo del 1+2 que dibujaba el Villarreal en su mediocampo, con el que tensionar menos las posiciones de sus futbolistas a la hora de saltar a los duelos. Además, la entrada de Camavinga sirvió para oxigenar el ataque madridista por dentro, espacio que durante la primera mitad Emery había mantenido cercado. Su dinamismo, verticalidad y velocidad en el gesto movieron a su equipo y al rival, revitalizando un ataque merengue que durante muchos minutos sólo había podido mirar hacia Vinícius.
Siempre eléctrico, agresivo e insistente, al extremo brasileño le había tocado librar un duelo de gran exigencia en el sector derecho de la defensa visitante. Enfrentado en primera instancia a Juan Foyt, que supo medir las distancias respecto al delantero para no exponerse a su mayor velocidad, y en segunda a un Raúl Albiol que en todo momento mantuvo a buen recaudo las puertas de entrada al área. Además de dar entrada a Camavinga, de cara al segundo tiempo Ancelotti también arriesgó dejando en igualdad numérica a su última línea para que el Madrid pudiera presionar hombre a hombre a los diez jugadores de campo del Villarreal. Militao, Alaba y Nacho se quedaron atrás, y le concedió margen a Fede Valverde para que el uruguayo adelantara su posición defensiva emparejándose con Alberto Moreno o con uno de los interiores amarillos (Imagen arriba a la derecha). No se quedó quieto Unai Emery, que respondió a la carta de su colega refrescando a su equipo y pasando al 1-4-4-2. Con el ajuste, el de Fuenterrabía sumó un cuarto efectivo a su mediocampo, y formó una pareja de delanteros con la que atacar de manera más directa la espalda de la defensa madridista.
Sobre este decorado táctico elevaron su particular soliloquio David Alaba y Dani Parejo. El primero liderando y empujando el fútbol de su equipo desde el puesto de central, asumiendo con jerarquía el legado con el que carga su posición y su dorsal. El segundo, sembrando de paréntesis lo que el Madrid pretendía que fuera un discurso sin pausas. Agujereando el tiempo.
– Foto: Imago Images