
Campo a través
Además de su principal referencia goleadora, durante años Leo Messi ha sido el gran generador de peligro del FC Barcelona. Su creador de ocasiones de gol. A medida que compañeros como Xavi Hernández, Dani Alves, Andrés Iniesta o Neymar Jr. abandonaban la disciplina culé, ante la ausencia de relevos equivalentes fue el argentino quien asumió buena parte de sus tareas a la hora de provocar situaciones prometedoras en las inmediaciones del área rival. Así pues, de un plumazo, el Barça de Koeman ha perdido este verano a su goleador y a su creador. A su protagonista a la hora de decidir delante de la portería y también de poner al resto frente al guardameta rival. Dijo Pep Guardiola en una ocasión que entrenar lejos de Leo le había obligado a ser mejor entrenador, precisamente por enfrentar el reto de tener que asumir como propias aquellas tareas en ataque que bajo el manto de Messi pudo delegar en el diez. Se trata de un reto que evidentemente el Barça actual no ha logrado superar, pues ni colectivamente ha construido todavía mecanismos para generar ocasiones de gol de forma fluida, ni a nivel individual ha descubierto las herramientas que puedan acercarle al objetivo. No desborda ni por juego ni por jugadores.
Tras su insustancial puesta en escena europea, el último episodio de la misma historia se dio el sábado en el Metropolitano, ante un Atlético de Madrid que protegió con comodidad el arco de Oblak al tiempo que hacía sangre de la débil transición ataque-defensa de los de Koeman. Los culés habían saltado al campo con un once en el que destacaba la presencia de centrocampistas. Juntaron hasta cinco, repartidos en dos alturas de modo que Nico y Busquets lucieran prácticamente como un doble pivote por detrás de una línea de tres en la que Coutinho ocupaba el centro mientras De Jong se acostaba a la derecha y Gavi hacía lo propio en la izquierda. Los cinco dibujaban una suerte de pentágono, por delante de la defensa y por detrás de Memphis Depay, que pretendía lanzar hacia la frontal al mediapunta al tiempo que sus poco habituales hombres de banda influían por dentro dejando la cal para los laterales.
La apuesta, cabe señalar, le sirvió a Koeman para provocar una clara superioridad numérica en el mediocampo gracias a la cual su equipo siempre tenía una opción libre a la hora de progresar (Imágenes arriba). Dejando arriba a Memphis como referencia para los centrales, abriendo el campo con Mingueza y Dest, y atrayendo a la doble punta de Simeone con los centrales,el planteamiento del Barça provocó que Lemar, Koke y De Paul se vieran obligados a contener una zona especialmente poblada de jugadores barcelonistas. Ocurrió que el plan quedó incompleto. Juntar a tantos centrocampistas les servía para conectar la defensa con el mediocampo o para llevar el balón desde el primer escalón de la medular al segundo, pero tuvo muchas dificultades a la hora de subir el último peldaño y activar el ataque en los metros finales. La luz, para los culés, se apagaba cuando su concurrido mediocampo pasaba de ser el destino del pase a ser el origen del mismo. Gavi, De Jong, Coutinho, Nico o Busquets no encontraban soluciones por delante del balón, ni el desborde en los costados que pudiera generar espacios por dentro.
Así las cosas, la impotencia ofensiva visitante de tradujo en dos consecuencias especialmente perniciosas para los hombres de Koeman. En primer lugar, con el deseo de forzar situaciones que el juego no hacía aparecer, los futbolistas del Barça tendieron a perder sus posiciones alrededor de la pelota. Se movieron para desordenar al Atlético de Madrid pero, más que el colchonero, el orden que rompieron fue el propio. En especial el de su estructura tras pérdida. Sin posibilidad de terminar jugada por no acertar a generar ocasiones de gol, y con las piezas fuera de posición, cada recuperación rojiblanca le abría la opción a los de El Cholo de salir con peligro. Y es que la segunda consecuencia del escaso peligro del Barça en campo contrario fue la tendencia a que sus dos laterales terminaran ocupando posiciones de extremo para ensanchar más el campo. Sucedió que con Mingueza y Dest haciendo las veces de delanteros, la distancia entre los laterales y los centrales del Barça se hizo kilométrica.
Lo fue en ataque y en defensa, pues el diseño sin balón de los visitantes planteaba una suerte de presión por pares en todo el campo, que lanzaba muy arriba tanto a Mingueza como a Dest para emparejarse con Carrasco y Marcos Llorente. Un juego de marcas hombre a hombre y persecuciones sorprendentemente largas, que Atlético de Madrid supo hacer saltar por los aires. Buscando a un inspiradísimo Joao Félix sobre el costado izquierdo, a la espalda de Mingueza para obligar a que Araújo se vistiera de improvisado lateral, el contraataque colchonero abrió en canal a la defensa del Barça (Imágenes arriba). La victoria del portugués ante el charrúa le entregó tiempo y espacio a la transición atlética. Separó a Araújo y Piqué, sujetó al catalán con la presencia de Luis Suárez, y arremetió con Lemar en el espacio generado entre ambos. Sin que el doble pivote llegara a tiempo para tapar la herida y sin recurrir a la solución de los tres centrales que el curso pasado le valió a Koeman para controlar mejor este tipo de situaciones en la presión, el barcelonista fue un conjunto tremendamente desequilibrado. Desequilibrado por él mismo sin obtener nada a cambio. Subrayando su debilidad atrás en pos de chocar contra unas puertas que, en ataque, siempre estuvieron cerradas. Saliéndose del camino para cortar campo a través. Y perdiéndose, claro.
– Foto: Denis Doyle/Getty Images
– Mapa: as.com