
Cuando Ousmane encontró a Pedri
El tipo de ejercicio que le aguardaba al Barça quedó claro desde el saque inicial: a nivel táctico los de Xavi debían darle mucha importancia a la amplitud y a la gestión del hombre libre, mientras que a nivel de personalidad sus futbolistas debían administrar el balón con paciencia. El Elche de Francisco había optado por saltar al Camp Nou con un 1-5-4-1 poco presionante, por perseguir con sus mediocentros a los interiores culers, saltar con uno de los centrales a los apoyos de Memphis o Lewandowski, y fiar sus opciones de ataque a la capacidad de lucha de un Lucas Boyé a la postre muy controlado por Araújo, y a las piernas de unos Fidel y Morente que empezarían a atacar desde muy abajo después de defender muy cerca de los laterales. Los visitantes acumularían muchos futbolistas por dentro y priorizarían la defensa del triángulo formado por Pedri, Lewandowski y Kessié, aun a riesgo de comprometer una espalda de la zaga a la que trató de llegar el Barça en los compases iniciales del encuentro a través de envíos al espacio. Justo así llegó el lance que marcó el desarrollo del partido, con Lewandowski atacando la retaguardia de Gonzalo Verdú y con el capitán del Elche expulsado antes de llegar al cuarto de hora de partido.
La acción, más allá de otorgarle la ventaja numérica a los locales, subrayó su misión: el Barça debía darle mucha amplitud a sus ataques para aprovechar las limitaciones del rival a la hora de llegar a todas las zonas del campo, e imprimirle pausa a la circulación con tal de darle el tiempo suficiente para que terminara apareciendo el agujero. Para mover a las líneas de contención del Elche hasta generar el desajuste y abrir el camino hacia el gol. Cabe decir, sin embargo, que probablemente los de Xavi encontraron antes la amplitud que la paciencia. Desde muy pronto supieron ensanchar los ataques gracias a las posiciones abiertas de Dembélé y Balde, y a la compenetración con sus respectivos compañeros de carril. En la derecha, mientras Ousmane aguardaba abierto a que el balón llegara a su parcela, Koundé desempeñaba un papel más interior, en ocasiones ejerciendo de tercer central en salida a la derecha de Araújo, y otras veces incorporándose al ataque por dentro bien como nexo con el extremo o bien como trampolín para las llegadas de Franck Kessié al área (Imagen abajo a la izquierda). Con el esférico en los pies, el zaguero francés se mostró lúcido para interpretar su papel, impactando en el número y en la calidad de las intervenciones de Dembélé, y sabiendo incrementar su peso ofensivo cuando el rival se quedó con diez.
El sector izquierdo del Barça funcionó diferente. Por el costado zurdo fue el lateral Balde el encargado de abrir el campo (Imagen arriba a la derecha), empujando a Tete Morente muy abajo y activando su zona mezclando llegadas al espacio, arrancadas con el balón en los pies, y asociaciones con Pedri, De Jong o Memphis. El neerlandés, en este caso, tuvo una participación mucho más interior, aprovechando la presencia de Balde en banda y el peso de Pedri en la base de la jugada para aparecer en la mediapunta, a medio camino entre el canario y Lewandowski. Más cómodo con una referencia por delante que le separe a los centrales, entre el polaco y el mediocampo Memphis encontró espacio para recibir y girarse, y sumó incertidumbre a una zaga rival que por momentos dudó ante el riesgo de abrirle la puerta a Lewandowski (Imagen abajo). Inicialmente, de las dos bandas la que más volumen de juego absorbió fue la derecha, debido al protagonismo de Dembélé y a la facilidad con la que el equipo llegaba hasta él a través de Koundé o de los cambios de orientación de Pedri.
Durante la primera media hora de juego, no obstante, el juego del Barça echó de menos algo más de pausa en las botas del francés. Los cinco primeros balones que llegaron a los pies de Dembélé en el lateral del área terminaron de la misma forma: con un envío directo del extremo al área. Sin que la pelota hubiera salido del carril derecho con anterioridad para mover a la zaga ilicitana e incrementar las opciones de encontrarla mal posicionada en el momento del despeje, la presencia rematadora de Lewandowski, Memphis y Kessié resultó infructuosa. Pero a partir del minuto treinta el partido de Dembélé cambió y, con él, el del Fútbol Club Barcelona. El Ousmane que hasta ese momento había dado prioridad a generar directamente la ocasión de gol, a dar la asistencia definitiva, empezó a alargar la acción de ataque mediante el pase atrás hacia la frontal. Después de haber hundido a la zaga del Elche dentro del área con su recepción adelantada, sus dejadas hacia la corona del área encontraron a Pedri y a De Jong de cara a la portería rival como un segundo reclamo para la zaga ilicitana. Un señuelo con el que hacer salir a los centrales y habilitar el pase a su espalda, o para atraer hacia el centro a los defensores del otro costado para que Balde encontrara el carril libre llegando desde atrás.
Cuando Dembélé encontró a Pedri, el Barça se encontró a sí mismo. Creciendo alrededor del canario en campo contrario gracias a su dominio del tiempo y el espacio. El 8 barcelonista brilló cerca del área y cerca del círculo central. Se entendió con los compañeros más próximos y encontró a los alejados, y facilitó la adaptación de Frenkie de Jong al mediocentro en el regreso del neerlandés a la posición de Busquets. De Jong habitó el pivote azulgrana desde el pase pero también desde el movimiento, a lomos de un intercambio con Pedri y Kessié que rotó a los tres medios del Barça en el círculo central y que le otorgó libertad al neerlandés a la hora de caer a banda o adelantar la posición (Imágenes arriba). Una danza dirigida por Pedri, y en la que Frenkie fue el mediocentro del Barça sin dejar de ser De Jong.
– Foto: JOSEP LAGO/AFP via Getty Images