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Seedorf

La eliminatoria ante el Milan, se ha parecido mucho a los dos partidos que enfrentaron al Barça con los italianos en la fase de grupo. Un primer partido -entonces en el Camp Nou, ahora en San Siro- de dominio azulgrana no reflejado en el marcador, y un segundo partido marcado por la elección de Guardiola: enloquecer el choque. Pese a que en la ida el Barça fue dueño del partido, el Milan sobrevivió. Los italianos se parapetaron delante de su área, renunciaron prácticamente a la transición ofensiva y construyeron el muro en el que una y otra vez golpeaba el ataque azulgrana. El Barça fue mejor, pero el resultado igualó a ambos conjuntos. Y no fue un caso aislado en los enfrentamientos Barça-Milan. El peligro estaba ahí: con el cero a cero de la ida no era descabellado imaginar otro partido igual, con el Barça golpeando y el Milan aguantando en pié milagrosamente. Un detalle, y por el valor doble de los goles fuera de casa, el Barça fuera de las semifinales. Guardiola, pues, buscó el cambio. Enrareció el partido. Lo rompió.