
Volver a ser eterno por un día
Lothar Matthäus se despidió del fútbol de máximo nivel, con 39 años, como el cierre de la zaga alemana que disputó la Eurocopa en junio del 2000. Siendo el último hombre del esquema germano, resguardado en el punto más central de una defensa de cinco y directamente protegido por dos escuderos como Thomas Linke y Jens Novotny. Quien una década atrás dio lustro al arquetipo del centrocampista que lo hace todo, y recogió el Balón de Oro como el mejor futbolista del continente gracias a su liderazgo, despliegue y a una llegada a gol que le situó sobre los dobles dígitos durante casi diez años seguidos, supo asumir con el paso del tiempo sus nuevas limitaciones y el cambio de estatus que eso conllevaba. Que ya no podría hacerlo todo ni podría ser tan importante, y que sólo asumiendo qué era, qué no era y qué ya no podría volver a ser, seguiría contribuyendo al éxito de sus equipos. Él, que fue el mejor de todos, tuvo que aprender a jugar sin ser la estrella.
Tan notable y poco habitual sacrificio no le fue recompensado a Matthäus en aquella Eurocopa, ni tampoco un año antes cuando, primero abrigado por Kuffour y Linke, y después ya desde el banquillo, vio al Manchester United de Ferguson arrebatarle la Champions League en el descuento de una noche mágica en el Camp Nou. Seguro que Luis Suárez aspira a terminar el curso con el botín que entonces se llevaron Sheringham, Solskjaer, Beckham, Giggs o Schmeichel de Barcelona, pero hasta que el mes de junio desvele el ganador del premio grande, ayer el clásico le sirvió como premio y homenaje después de su última resurrección. Para el uruguayo, los últimos meses no han sido un camino sencillo. El delantero centro que lo hacía todo y todo el tiempo, ha tenido que lidiar con una nueva realidad física que muy a menudo no le ha permitido ser aquello que en su momento fue. Expuesto por un esquema de exigencias más coherentes con su antiguo yo que con un presente menos boyante, como aquel Matthäus, de un tiempo a esta parte Suárez ha tenido que aprender a convivir con su otra realidad. Abarcando menos y seleccionando más para que, así, concentrando el efecto, su impacto pese igual. Como recompensa, ayer el fútbol le concedió al charrúa la oportunidad de ser el de antes por un día. De ser el dueño de un clásico para el recuerdo el día que al Barça le faltó Leo Messi.
Como la mejoría del nueve azulgrana, sin embargo, no es nueva, sino que dibuja una línea ascendente desde el empate barcelonista ante el Athletic Club, Valverde ha venido contando con ello a la hora de diseñar la estrategia del equipo durante la ausencia de su jugador franquicia. Por eso, porque la determinación de Coutinho cerca del área y el crecimiento de Luis Suárez le permiten seguir cerca del gol a pesar de perder el infinito caudal ofensivo que proporciona Leo, también contra el Madrid priorizó El Txingurri la conservación del sistema que encontró en Wembley y que le está permitiendo volver a dar cuerpo a su equipo. Si un punto a favor tuvo en su momento el aterrizaje del cacereño en el banquillo culé, a pesar de las múltiples y evidentes dificultades de la empresa, era su acreditada capacidad para dotar de estabilidad táctica a sus proyectos y la oportunidad de ganarse con ello a un equipo que arrastraba un claro deterioro de sus estructuras de juego. El Barça de la temporada pasada tuvo un soporte en la pizarra, y después de varias semanas de transcurrir deslavazado, el actual también lo ha recuperado. Rafinha no es Messi. Ni lo es, ni puede serlo ni se le pide que lo sea, pero con el brasileño en el lugar del 10, el equipo tiene un aspecto parecido.
Puesto que el cambio le resta mordiente a los últimos metros del ataque, la reconfiguración diseñada por Valverde en ausencia de su estrella se ha fundamentado, por un lado, en la confianza que, pese a no contar con Leo, Coutinho y Luis Suárez siguen intimidando el área contraria, y por el otro en la asunción de que el menor margen ofensivo obliga a un desempeño más prudente a la hora de gestionar la posesión. Así sucedió contra el Inter, y así sucedió ante el Real Madrid. Asegurando la posesión, arriesgando poco en el pase, juntándose alrededor del balón, sumando efectivos cerca del mediocampo y manteniendo el control del ritmo y la pelota a la espera de una oportunidad clara para clavar el aguijón. Un plan que ayer, además, se encontró con un conjunto de Lopetegui que lejos de leer la baja de Messi como una ocasión para adelantar líneas y buscar arriba a su oponente sin el peaje con el que castiga el argentino en este tipo de situaciones, optó por agruparse en un bloque medio, no imbuir de agresividad su trabajo sin balón y superpoblar el carril central de efectivos de acuerdo a un sorprendente reparto posicional de sus piezas por delante de la defensa.
– A pesar de que en el mediocampo el Madrid acumuló a muchos hombres por dentro, tanto Rafinha como Coutinho encontraron muchas facilidades para recibir a la espalda de los interiores blancos. (Click para ampliar la imagen) –
La particularidad del planteamiento visitante en cuanto a la colocación de sus jugadores consistió en que, tanto Bale como Isco -los teóricos atacantes de banda- en fase defensiva atendían más al centro que a las bandas, con el malagueño claramente desconectado del seguimiento a Sergi Roberto y el galés a medio camino entre Jordi Alba, Arthur y Coutinho. Ciertamente, el Barça acumuló a muchos futbolistas en estas zonas del campo, pues a los tres mediocampistas sumó constantes movimientos fuera-dentro de Coutinho y Rafinha que en el caso del canterano lo dibujaron más como un mediapunta que como un delantero de banda, pero en la práctica ninguno de los muchos hombres que el Madrid acumuló por dentro estuvo demasiado pendiente de ellos. El foco fueron Rakitic, Arthur y un Busquets que comandó el ritmo y el ánimo del primer tiempo, pero con dos opciones entre líneas a un costado y al otro de Casemiro, y ambos laterales sin marca y abiertos a banda, el jugador azulgrana en posesión del balón siempre tuvo la opción de darle salida al pase. En este sentido, el desajuste defensivo del Madrid tuvo su origen por dentro, pero sus efectos los sufrió por fuera y los contagió de lado a lado. Así, siendo Marcelo el encargado de salir de la defensa para acudir al encuentro del lateral derecho rival, los centrales blancos fueron arrastrados por Suárez hacia el perfil derecho del ataque azulgrana, obligando a Nacho a la gestión de una enorme extensión de terreno en la que Coutinho supo manejarse para ofrecerle a Jordi Alba el carril zurdo en ventaja (Imagen superior derecha).
Sin barreras por delante, perseguido por un Gareth Bale que siempre llegaba tarde y con la posibilidad de que la superioridad numérica en la media permitiera al pasador un servicio cómodo, el lateral catalán resultó una daga descontrolada (Imagen a la izquierda). El cabo suelto que representó Jordi Alba para el Madrid durante toda la primera mitad no tuvo únicamente enormes efectos en el éxito ofensivo de los locales, sino que también estableció algunas de las ventajas que valieron a los hombres de Valverde para mantener la transición defensa-ataque merengue bajo control. Pudiendo llegar arriba a través de los costados, el Barça no sólo desordenó la frágil ocupación espacial del Madrid, sino que alejó a los hombres que debían dar salida a los blancos de las zonas del campo más peligrosas. Bale, el delantero madridista más capacitado para atacar la espalda de la defensa azulgrana, empezó muchas jugadas en posición de lateral derecho o de interior por detrás de Modric (Imágenes abajo a la izquierda y abajo al centro), e Isco, desde abajo, se topó a menudo con la agresividad de Sergi Roberto en la anticipación (Imagen abajo a la derecha), quedando únicamente Benzema por delante del balón. Aunque el francés intentó sacar a su equipo cayendo a espaldas del lateral, su soledad y el buen hacer de Piqué y Lenglet no inquietaron el dominio del Barça durante el primer tiempo. Además, dado que la paciente y ordenada posesión culé juntaba futbolistas locales en campo contrario sin perder el balón, la presión que pudieron ejercer los hombres de Valverde cada vez que su rival intentaba una salida raseada rayó a gran nivel, encerrando durante muchos minutos el partido en una única mitad del terreno de juego.
Así las cosas, y con dos goles de desventaja, Lopetegui actuó al descanso en busca de una reacción. Y cerca estuvo de conseguirla, pues el replanteamiento que siguió a la entrada de Lucas Vázquez por Varane le sentó de maravilla a los visitantes. Pasó el Madrid a cerrar con tres centrales ejerciendo Casemiro entre Nacho y Sergio Ramos, Toni Kroos ocupó el mediocentro, Isco y Modric los interiores, y tanto Lucas como Marcelo recibieron el impulso para llegar muy arriba por fuera. La maniobra mejoró su salida desde atrás y permitió a los madridistas un despliegue en campo rival que cerca estuvo de ser incontenible. Lucas, Bale, Benzema y Marcelo, situados por delante del balón de derecha a izquierda, emparejaban hombre a hombre a la defensa del Barça, Modric y sobre todo Isco se activaban entre líneas como antes habían hecho Rafinha y Coutinho por el bando culé, y Kroos, desde el centro del tablero y alimentado desde atrás, era capaz de conectar con cualquiera de las opciones que se le presentaban. Era el guardián del panóptico. El Madrid llegaba arriba, ponía en problemas a la zaga del Barça, la obligaba a un ejercicio de supervivencia que la desordenara y, a posteriori, presionaba en ventaja a un rival al que le costaba mantener el control de la pelota y que, en las botas de varios de sus protagonistas, tendía a verticalizar más de la cuenta favoreciendo la recuperación de los de Lopetegui. Tardaron los locales en leer la nueva disposición de su adversario y la forma de amoldarse a ella tanto en ataque como en defensa, pero recibieron a tiempo el auxilio desde el banquillo.
Primero con la entrada de Nélson Semedo, que logró reforzar defensivamente la banda de Marcelo y adelantar la posición de un Sergi Roberto enfocado a buscar la espalda del lateral brasileño y a dar más peso al desmarque que al apoyo (Imagen a la derecha); y después con el ingreso de Dembélé por Coutinho para aprovechar los metros que concedía al Madrid en su intento de remontada, la espalda de Lucas Vázquez y la posibilidad de uno contra uno en el costado. Con Semedo se protegió preventivamente de las puertas que pudiera dejar abiertas el necesario concurso de Ousmane, aunque lo más positivo de los minutos del galo fue que su juego no necesitó esa medida previa, pues acertó a la hora de medir el riesgo de sus acciones y apenas concedió pérdidas. Sumó aquello por lo que Valverde recurrió a él, sin restar aquello por lo que el Txingurri primero echó mano de Semedo. Al contraataque, él, Sergi Roberto, Suárez y más tarde Arturo Vidal terminaron con el Real Madrid, y presentaron una alternativa que si son capaces de reproducir con regularidad puede serle de gran utilidad al técnico para gestionar determinados momentos de los partidos. Ernesto confirmó ante el Real Madrid que en Wembley encontró su nuevo plan principal. Incluso sin Leo Messi le está funcionando.
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– Foto: David Ramos/Getty Images
Carlos Brítez 30 octubre, 2018
Buenas Albert.
Ilusionante partido del Barca .Más allá del resultado, las sensaciones son esperanzadoras, el equipo puede adaptarse y jugar en varias cosas en un mismo partido, y eso cuando se deciden los campeonatos (Mayo) es decir mucho.
El equipo tuvo algunas caras distintas en uno mismo dentro del (como leí en algún sitio) ¨Tres partidos en uno solo¨.
Algunos tramos de posesiones más largas y, otros más punzantes con acciones puntuales que modificaron drásticamente el transcurrir del partido, los mejores minutos del equipo llegaron cuando se pudo combinar el pase corto en el medio para descargar en largo, atraer para alejar,
-La primera parte: combinando la posesión con el juego más directo facilitado por el planteamiento del rival
-El inicio de la segunda: tras la modificación del sistema de Lopetegui, probablemente el momento más difícil del Barca, cuando se vio abrumado por los sucesivos embites del Madrid, sabiendo de cierta manera defender el área pero no pudiendo progresar con balón.
-Y el último, el gol de Suárez que directamente liquidó cualquier esperanza de remontada, es la manera en que cabecea, un gol que prácticamente no existía.
Se vienen una seguidilla de partidos sin Messi y el equipo está adquiriendo una estructura. Esperemos que esta dinámica tenga continuidad en el tiempo.