
La herida y la cicatriz
Llegaba el Madrid a su estreno liguero más herido de lo que se acostumbra. Con malas sensaciones y tras una pretemporada sin misericordia a la hora de plantear los problemas, y que tampoco se esforzó demasiado en dar pistas sobre las soluciones más accesibles. Si una certeza habían podido extraer los blancos de su preparación, era precisamente la afirmación y el convencimiento de su propia fragilidad. La advertencia de un arranque de curso sacrificado sobre el que sanar, poco a poco, las cicatrices que dejan las dudas. Así saltó al césped de Balaídos el cuadro de Zinedine Zidane, con el gesto serio y el objetivo de no sufrir más daños que aquellos que el rival tuviera el acierto de infligirle. De no regalar nada a su adversario que éste no se mereciera, aunque ello significara una puesta en escena poco generosa en la complejidad de su despliegue ofensivo.
Organizado a través de un 1-4-3-3 de esqueleto natural y con Bale y Vinicius en las bandas de ataque, la primera misión visitante consistió en lograr llegar arriba y generar la ocasión de peligro sin tensionar de tal modo a su estructura que el Celta hallara en ello la posibilidad de reprenderle. La receta fue simple pero a la postre efectiva: sin balón, de entrada presentaría una presión abanderada por Toni Kroos que abriera la puerta a una recuperación próxima a portería con la que crear la ocasión; y con el esférico buscaría un tipo de avance exterior que no expusiera a su transición defensiva tras pérdida a una ruptura en el carril central (Imagen de la derecha). Para el primero de los cometidos contó, por momentos, con un emparejamiento hombre a hombre que lanzaba muy arriba la presión de los laterales, en especial a un Marcelo que saltaba sobre el lateral derecho Kevin cuando Vinicius igualaba por dentro contra la pareja de centrales (Imagen abajo a la derecha). Fiando la corrección sobre un balón largo a la espalda de la defensa a la superior velocidad de Odriozola, Varane o Sergio Ramos con respecto a sus pares, y encontrando en la autoridad aérea de Casemiro o los centrales el remedio a la salida directa frontal cuando el Celta no podía salvar el emparejamiento de los interiores madridistas con Lobotka o Fran Beltrán.
También los de Fran Escribá apostaron por adelantar líneas sin la pelota en pos de apretar la salida desde atrás de los blancos, si bien en su caso lo hicieron destinando al acoso menos piezas de las que su rival empleaba sacando el balón (Imagen abajo a la izquierda), dando forma, así, al escenario sobre el que se desarrollaron los ataques del Madrid. En un primer lugar, explotando la precisión de sus lanzadores y la velocidad de sus lanzados para atacar la espalda de los laterales celtistas (Imagen arriba a la izquierda), fórmula que debía lograr tanto la amenaza directa como la activación de una profundidad en la que edificar la posterior presión ya anteriormente mencionada.
Con el paso de los minutos, sin embargo, y siempre con los ataques orientados a los costados, los hombres de Zidane dieron con un recurso especialmente productivo en las recepciones bajas tanto de Bale como de Vinicius para que, aprovechándose de que tanto Kevin como Olaza salían de zona en su persecución, otro futbolista merengue se abalanzara sobre ese espacio. Benzema cayendo hacia las dos orillas, Modric rompiendo por la derecha o, incluso, cambiando Bale de perfil para entrar por delante de Vinicius como en la acción del primer gol (Imágenes de abajo). En este sentido, resultó fundamental el trabajo previo de aclarado en la gestión de los primeros pases, pues después de tocar en campo propio y llevar al rival hacia un lado del campo, a través del cambio de orientación el Madrid era capaz de hacer llegar el cuero a un jugador abierto, lo suficientemente lejos como para que los medios gallegos no pudieran defender su recepción y lo suficientemente abajo como para que el lateral local se viera forzado a salir muy lejos en su defensa.
Con ventaja en el marcador se mantuvo la intención en el ataque, pero cambió la altura de la defensa madridista. Instalada en campo propio y más orientada a cubrir la zona que a meter el pie, puso en práctica un ejercicio más pasivo en la recuperación desde el que dificultar cualquier intento rival de conquistar la espalda de una de sus líneas. Sufrió, eso sí, en el lado derecho de su zaga, debido al acierto de Denis Suárez tanto con el balón como en la permuta, y a un seguimiento bastante desordenado de Odriozola sobre el exbarcelonista que en más de una ocasión dibujó a Gareth Bale como el ocupante del lateral derecho (Imagen de la derecha). Denis, que normalmente arrancaba la jugada por fuera, tenía libertad para moverse también por dentro, lo cual arrastraba a su marcador y liberaba el carril para las internadas de Olaza.
Por eso, en la medida que durante el partido Suárez agrandó la brecha y a través de ella empezó a activar también a Iago Aspas en el centro, Zidane tuvo que intervenir ante el riesgo de que la pérdida de una de las batallas le desestabilizara a su equipo la totalidad del duelo. Espoleado por la expulsión de Luka Modric, el Madrid moderó las persecuciones de sus dos laterales en campo propio, introdujo a Lucas Vázquez para trabajar por delante de Odriozola y, finalmente, echó mano de Isco Alarcón con tal de que la movilidad y deseo de balón del malagueño activara los pasillos centrales (Imagen de la izquierda) y dilatara los momentos de su equipo con la pelota.
– Foto: Miguel Riopa/AFP/Getty Images)
danityla 20 agosto, 2019
Grande Albert.
¿La entrada de Isco altera el partido para ti hasta el punto de ver un punto de cambio para controlar el equipo a través del jugador-sistema malagueño o achacas más el cambio de tendencia al golpe moral para el Celta del gol de Kross?
Gracias
Moren 26 agosto, 2019
Yo diría que la entrada de Isco, pero no tanto como el detonante del cambio sino como el posibilitador. Me da la impresión que ya antes el Madrid había buscado lo que luego encontró con el malagueño, pero le faltaba un determinado tipo de pieza para conseguirlo.