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Ter Stegen, para empezar

A excepción de Louis van Gaal, todos los entrenadores del Barça que han aplicado el juego de posición han liberado de él a alguna de sus máximas estrellas. Con Rinus Michels el privilegio de la dispensa benefició a Johan Cruyff, con El Flaco a Laudrup o a Romário, con Rijkaard a Ronaldinho, con Guardiola a Leo Messi y con Luis Enrique -aunque la propuesta del asturiano fuera más flexible que las anteriores- a la MSN. Dentro del orden estipulado para los demás, ellos, los cracks, podían saltar barreras, considerando que el libre discurrir de su talento desencadenado valía más y era más decisivo que el peso de la pizarra. Sólo Van Gaal lo entendió distinto, anclando a Rivaldo a una banda izquierda de la que el brasileño siempre anheló escapar.

El inicio de temporada del Barça 2019-20 ha dejado ver, hasta el momento, los partidos más próximos a los postulados del juego de posición del ciclo de Ernesto Valverde en el banquillo barcelonista. Con interiores adelantados buscando al espalda del mediocampo rival y extremos más abiertos que de costumbre, en ausencia del talento de jugadores como Leo Messi o Luis Suárez, el entrenador ha puesto en primera página el valor de la pizarra. Todos los jugadores han sido piezas de su plan. El regreso de los dos delanteros a los terrenos de juego, por lo tanto, se presenta en la actualidad como un punto de inflexión a la hora de definir las líneas maestras del equipo durante el nuevo curso. El momento de un nuevo reinicio. Quizá por ello, aprovechando que el retorno ha sido escalonado y antes que Leo ha vuelto Luis, anoche ante el Dortmund el técnico barcelonista procuró que la entrada del uruguayo en el once alterara lo menos posible la estructura del ataque. Así pues, mantuvo la amplitud del carril derecho con la presencia de Ansu donde hasta ahora había estado Carles Pérez, y acomodó a Griezmann en un sector izquierdo en el que el delantero goza de más opciones para influir en el carril central debido al peso desigual de los laterales del Barça en ataque. No obstante, aunque a nivel táctico y colectivo la maniobra le permitiera al cuadro azulgrana mantener una estructura conocida y similar a la empleada recientemente, desde el punto de vista individual la adecuación de sus protagonistas a sus respectivos roles generaron algunos problemas nuevos.

El comienzo de temporada ha distinguido a dos Barças distintos. Uno en el Camp Nou y otro lejos de su estadio. Más allá de la condición de local, sin embargo, las dos versiones culés han coincidido con determinados planteamientos de sus adversarios, toda vez sus mejores actuaciones se han dado ante rivales que no han presionado demasiado sobre sus primeros pases, y las peores han ido de la mano de propuestas contrarias especialmente agresivas en primera línea. Seguramente producto de la distancia y consecuente desconexión de unos interiores tan adelantados con respecto al inicio de la jugada, en estos escenarios el Barça no ha sido quien quería ser. Dortmund y el Signal Iduna Park son desde hace tiempo sinónimos de presión, ritmo e intensidad en la recuperación, tres constantes que a buen seguro pusieron sobre aviso a Valverde y provocaron una de las intervenciones del entrenador de cara al reencuentro con la Champions: tanto Arthur como De Jong volvieron a estar relacionados con zonas adelantadas, pero a la hora de asegurar la salida desde la defensa ambos acudirían a la base de la jugada. En campo rival fueron los interiores del Barça 2019-20, pero en el propio se vistieron de los de la temporada pasada. Uno a la derecha de Sergio Busquets y el otro a la izquierda fueron los principales encargados de recibir el cuero de pies de los centrales y, gracias a su enorme capacidad para mantener el control sobre él, desactivar las ansias de recuperación locales.

Si bien el enfoque de Arthur y De Jong hacia estas tareas dio resultado y minimizó las opciones de una pérdida mal preparada en el comienzo de la jugada, el hecho de que los interiores pasaran de esperar el balón a la espalda del mediocampo rival a recibirlo por delante del mismo, dejó sin referencias para el avance al siguiente escalón. Espacio habitual de los apoyos por dentro por parte de los delanteros de banda en cursos anteriores, la alternativa de abrir a los extremos y el condicionante de hacerlo de modo que ambos se ubicaran a pierna natural, vacío la zona de tres cuartos del ataque culé. Ansu y Griezmann recibían fuera y con la tendencia preferente de mirar hacia la cal con el balón en los pies, dejando la gestión completa del carril central al juego directo y de espaldas de Luis Suárez. Lejos de la precisión técnica mostrada por Antoine cuando ha desempeñado el papel de atacante central, y rítmicamente muy lejos de la pareja de centrales borusser, el uruguayo apenas pudo construir ventajas para los suyos en su duelo directo con un Hummels que siempre llegó a la jugada un poco antes. De hecho, los mejores momentos del ataque barcelonista llegaron con el cambio de banda de sus extremos, pues ya con Griezmann en la derecha y Ansu en la izquierda jugando ambos a pierna cambiada, el equipo ganó receptores para el pase de los interiores, espacio entre las líneas del Dortmund y tiempo para juntarse en campo rival, algo que le había faltado hasta entonces y que le había impedido desarrollar una presión eficaz cerca del área de Bürki.

Cuando así sucedió, volvió a encontrar su adversario facilidades para transitar con peligro poniendo el balón a la espalda del mediocentro barcelonista debido a la distancia abierta entre los centrales y la línea medular. Para disfrute de Marco Reus en un papel similar al de Rodrigo Moreno el sábado, sin cobertura para Busquets los tres medios del Barça defendieron hacia adelante, al tiempo que Piqué y Lenglet tendieron a protegerse corriendo hacia atrás sin que los laterales ocuparan el espacio abierto entre ambos. A ellos les tocó lidiar con Jadon Sancho, activado en el uno contra uno después de que la conducción de Reus amenazara al carril central, y encargado, después de superar a Nélson Semedo, de devolver al balón hacia dentro transformado en ocasión de gol y en alimento para la gloria de Ter Stegen. El último capítulo del partido por parte visitante correspondió al doble cambio con el que Valverde juntó de nuevo al equipo con Leo Messi. Una entrada del argentino que reconfiguró definitivamente las posiciones de ataque y que el Txingurri acompañó con el ingreso de Rakitic. Dado que la entrada del croata implicó el traslado de De Jong al puesto de mediocentro, la suya no fue tanto una sustitución con efectos de cobertura para el pivote sino de ajuste para el sector derecho del equipo. Para tapar por delante del lateral en defensa, como pieza más externa en mediocampo de un 1-4-4-2 que ya no sumaba al extremo en el retorno, y para acudir junto a Sergi Roberto hacia una punta derecha sin ocupante fijo. Con el regreso de los lesionados, el Barça de la pizarra tendrá que volver a entenderse con el talento.

 

– Foto: SASCHA SCHUERMANN/AFP/Getty Images

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