
Paciencia y profundidad
El FC Barcelona de 2020 aún no es lo que querría ser cuando tiene el balón en los pies. Sin demasiada profundidad en las piezas que se mueven por delante de la pelota, escasísimo desequilibrio tanto por fuera como por dentro más allá de Leo Messi y sin haber logrado, por el momento, una velocidad de crucero en su circulación lo suficientemente ágil como para encontrar caminos sin necesidad de lo antes mencionado, los azulgranas, mientras construyen su nuevo sistema, no tienen todavía dónde apoyar un ataque que en busca de productividad no los desnude ante la pérdida. Así las cosas, su apuesta cuando aumenta el nivel de la exigencia por lo habitual toma cuerpo de un paciente ejercicio de contención con el esférico, en pos de arroparse con el control y la querencia al ritmo bajo. Una posesión protectora con la que resguardar su vulnerable transición defensiva, a la espera de una grieta, forzada o concedida, por la que herir de muerte la portería de su adversario.
Aparentemente se trata de un plan con las piernas cortas, como viene señalando la Champions League, pero que contra el Real Madrid, en el Santiago Bernabéu, suele tener más sentido que en el estadio de cualquier otro gran rival. A los blancos, por su naturaleza futbolística y por la historia que arrastran en estos duelos, es más fácil que les sobrevenga la impaciencia cuando en su feudo los culés les esconden el balón, una circunstancia que bien puede validar una estrategia como la de Setién el domingo y que, durante poco más de cuarenta y cinco minutos decantó la iniciativa del choque hacia el lado visitante. El conjunto de Zidane, ordenado con una suerte de 1-4-4-2 fruto de romper el 1-4-3-3 para incrustar a Isco en la mediapunta (Imagen abajo a la izquierda) sin sacar a Vinicius del costado, tanto cuando defendió arriba como cuando defendió abajo, en este tramo del partido lo hizo de forma más pasiva que agresiva, priorizando la defensa del espacio sobre la defensa del balón, y aguardando que una precipitación rival le abriera la puerta a una transición peligrosa. Así se plantó arriba, lejos de Courtois, ante una salida de balón barcelonista que encontró en Ter Stegen, en Arthur (Imagen abajo en el centro) y en la difusa posición de Vidal las principales vías de escape, y así reculó a continuación, cerrando en propio campo con Isco sobre Busquets y Vinicius y Valverde doblando en banda.
– De izquierda a derecha: los mapas de calor de Isco Alarcón y Arthur Melo, y las acciones defensivas de Piqué. (vía as.com) –
Sin embargo, más o menos hasta el descanso, fue habitual que a lo largo de la poco agresiva circulación del Barça alguno de los futbolistas del Madrid no pudiera refrenarse y se saliera del guión. Siempre llegaba un momento en el que Kroos, Vinicius, Valverde o, en especial, Sergio Ramos, se lanzaban a por un azulgrana teóricamente desatendido. Ciertamente, no puede decirse que su intención careciera de sentido, pues cualquier robo blanco inauguraba una transición defensa-ataque con muchas posibilidades de llegar arriba. La banda izquierda merengue, que juntó en el mismo lado del campo la dulce zurda de Marcelo y la dulce diestra de Toni Kroos asumió el peso y la mayor cuota de balón, pero fue el carril derecho el que más descompuso al esqueleto de su rival. Y es que, con Arturo Vidal igualando numéricamente junto a Semedo y Arthur, imponiéndose el lateral en su batalla particular contra Vinicius y pudiendo permanecer Gerard Piqué en el área a modo de taponador de cualquier ocasión desde la banda (Imagen arriba a la derecha), en el primer tiempo la banda izquierda madridista castigó más por lo que permitió en el centro y en la derecha que por lo que directamente fue capaz de generar.
En este sentido, destacaron los apoyos de Benzema, tan largos como las persecuciones de un Umtiti que al no llegar a tiempo a la anticipación dejaba vacía su parcela defensiva; y el ataque combinado de Carvajal y Fede Valverde contra un Jordi Alba físicamente muy limitado. No obstante, si bien la recuperación del Madrid no era inofensiva, perseguirla expuso a los locales a situaciones contra la portería de Courtois más peligrosas que las que recibía en el otro fondo Ter Stegen. Anclados tanto Arthur como De Jong más cerca de Busquets que de la mediapunta para permitir siempre un pase de seguridad, los tres delanteros del Barça tendieron a juntarse por dentro, de manera que resultara más sencillo que se coordinaran a la hora de sacar de posición a un defensor para atacarle la espalda. Las recepciones de Messi, Vidal o Griezmann en el espacio abierto entre Marcelo, Kroos y Sergio Ramos, pues, siempre tenían cerca un compañero habilitado para correr en dirección al arco en caso de que el central rompiera filas (Imágenes abajo). La contención posicional del de Camas fue una de las cuestiones que modificó Zinedine Zidane al descanso, cerrando la rendija por la que la circulación culé se escapaba sin necesidad de forzar la estructura.
Más trascendentes si cabe resultaron las otras dos intervenciones del técnico francés para corregir a su equipo. La primera, de carácter colectivo, consistió en igualar la actitud de todo el equipo en la presión, en este caso incrementando la altura y la agresividad del conjunto blanco cuando no tenía la pelota. Carvajal y Marcelo, el primero por dentro sobre De Jong y el segundo por fuera sobre Semedo (Imagen abajo a la izquierda), fueron el reflejo más claro de un cambio que tuvo a Fede Valverde (Imagen abajo en el centro) y a Casemiro como abanderados. El aumento de la presión merengue cambió el encuentro tanto a nivel futbolístico como anímico. Permitió a los blancos defender hacia arriba, traducir en pérdidas las dificultades en la salida del Barça cuando los receptores del primer pase lo hacían de espaldas y con un rival encima que no les permitía girarse, y mantener una energía tras robo, también en campo propio, que incrementó la peligrosidad de sus contraataques. A esto se le sumó el tercer ajuste clave de Zidane, éste de índole individual, a propósito de la forma en que Vinicius debía enfrentarse a a su par.
Hasta entonces, a pesar de su insistencia y agitación, el brasileño no había logrado imponerse a Nélson Semedo. El lateral culé era capaz de aguantar la carrera si Vinicius arrancaba con el balón en los pies, y cuando el extremo se detenía para encarar, acertaba poniendo el pie para hacerse con el cuero. En la reanudación, sin embargo, Vinicius y su equipo dejaron de buscar estas situaciones ofensivas y optaron por atacar una de las grandes debilidades de Semedo: su lectura del espacio. Sacándolo de zona primero, separándolo de las ayudas del central y picando a su espalda para rebalsarlo obligando a que Piqué tuviera que salir hacia la banda (Imagen arriba a la derecha). Fue una lectura parecida a la que probablemente hizo Setién con la entrada al campo de Braithwaite para que el danés cayera sobre la zona de Marcelo, si bien fueron los locales quienes hicieron valer con un gol el ajuste de su técnico. El uno a cero dio comienzo al tercer acto del encuentro, el más decantado de todos, en el que el Barça perdió el control futbolístico, físico y anímico del encuentro, invitando al Madrid a un duelo abierto. Anunciado con el doble cambio que introdujo las piernas de Ansu Fati junto al refuerzo de Rakitic en el centro del campo, desde entonces y hasta el final el duelo transcurrió como un aparente ir y venir que Casemiro se encargó de que sólo tuviera una de las dos partes.
– Foto: JAVIER SORIANO/AFP via Getty Images
– Gráficos: as.com
Abrahan Pinedo 3 marzo, 2020
Hola Albert, mucho tiempo sin leerte, algunas preguntas que me quedaron del juego
1) ¿Quién tiene más responsabilidad en el primer gol, Semedo o Braithweate, por qué?
2) ¿Qué opinión tienes sobre los cambios del Barca? Sobre todo el de Vidal por Braithweate