El proceso de ascenso e introducción de un joven canterano en la dinámica de la primera plantilla siempre es un procedimiento delicado. Necesita dos condiciones no siempre fáciles de conjugar: en primer lugar, la oportunidad de aspirar a un espacio en la rotación que, sea más o menos importante, favorezca su desarrollo; y en segundo lugar una exposición limitada que permita la posibilidad de graduar y adaptar su protagonismo en el equipo a la progresiva aclimatación del jugador a la nueva realidad competitiva. Los primeros pasos de un canterano en el primer equipo tienen que ir de la mano de la oportunidad de demostrar, pero no de la obligación de hacerlo, de modo que la plantilla que los acoge debe concederles un espacio, pero, a la vez, estar lista para ocuparlo sin ellos. Tener las espaldas cubiertas en caso de que el nexo entre la formación, el rendimiento y la fiabilidad, en determinados casos, llegue más despacio.
Seguramente por eso, los ascensos más comprometidos son los de los porteros. En el rol de tercer guardameta sin participación en el filial, la oscuridad, salvo imprevisto, es prácticamente total, mientras que en el papel de portero suplente el salto de exposición es muy grande, pues la función del segundo portero es la de estar preparado para reemplazar al titular en caso de necesidad. Su espacio es una eliminatoria de Copa sobre el papel asequible, pero también una semifinal de Champions o un partido de Liga en el momento clave de la temporada. El segundo guardameta es un potencial portero titular, y a diferencia de lo que les ocurre a los recambios de otras posiciones, no hay más futbolistas adaptables a su demarcación. Nadie más puede ponerse circunstancialmente bajo palos del modo en que un lateral o un mediocentro pueden hacer las veces de central.
Sirva como panorámica de la compleja gestión del ascenso de un meta canterano a la primera plantilla, los descontrolados procesos que llevaron a otros hasta la élite. Víctor Valdés, por ejemplo, se aupó a la titularidad todavía con el dorsal 26 que lo señalaba como futbolista del filial, y gracias a los problemas de otros colegas como Robert Enke o Bonano, y antes que él había sido Reina quien, con el 35 a la espalda, había abandonado el Barça B a mitad de temporada para calzarse los guantes en el Camp Nou debido a una lesión de Arnau y a las dificultades de Richard Dutruel. La cuestión de los dorsales resulta reveladora, ya que también Iker Casillas, David de Gea o Sergio Rico finalizaron su primer curso como titulares con un dorsal superior al 25 y, por lo tanto, habiendo arrancado la temporada no como guardametas del primer equipo sino de sus filiales. Las diferentes problemáticas de Illgner, Bizarri, Asenjo, Roberto, Beto o Barbosa fueron sus trampolines. La necesidad les abrió la puerta, y no fue hasta que respondieron a ella que se les concedió un lugar en el primer equipo.
Muy probablemente, próximamente el FC Barcelona deberá hacer frente a la gestión del ascenso de Iñaki Peña, el proyecto de guardameta más talentoso que ha alumbrado La Masia desde Víctor Valdés. Con 21 años, fiable en los reflejos y la atajada y prometedor jugando el balón con los pies, hasta la interrupción de la competición el canterano estaba completando su segundo curso como titular en el Barça B, confirmando esta vez de forma más asentada las virtudes que ya mostró en su temporada de debut. Con Ter Stegen y Neto siendo las dos opciones de la primera plantilla, sobre el papel no tendría mucho sentido un ascenso en forma de tercer portero que no le permita oportunidades con los mayores y a la vez le cierre la posibilidad de rodarse en el filial. Distinto sería si, con la intención de sumar recursos económicos o de dar respuesta a una petición del jugador, este verano el Barça optara por una salida de su actual portero suplente, abriéndose así una puerta a que Iñaki se integre como el primer suplente de Marc-André ter Stegen.
Cabe contemplar, también, una tercera opción, en el supuesto de que la dirección deportiva culé entienda que el lugar que le corresponde al canterano no está ni en el filial ni como segunda opción en el primer equipo: una salida controlada. Bien en forma de cesión, o bien de traspaso con opción de recompra, buscando en esta última solución un incentivo para el equipo de destino a la hora de invertir tiempo y esfuerzo en el jugador. Proponiéndole al nuevo club del canterano una perspectiva más favorable tanto a nivel deportivo como financiero, que le permita pensar en el jugador más allá de un año y con vistas a sacar beneficios económicos del paso de Iñaki Peña por el equipo, de un modo similar a cómo obraron Chelsea y Atlético de Madrid a propósito de Thibaut Courtois.
– Foto: PAU BARRENA/AFP via Getty Images

