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Hasta que se rompió el centro

Hasta que se rompió el centro

Si la próxima semana el FC Barcelona disputara el partido más importante y trascendental del curso, pocas personas ajenas a las interioridades del día a día del equipo serían capaces de adivinar el once culé con ciertas garantías. La temporada azulgrana, con cambio de técnico, interrupciones en los estados de forma y problemas futbolísticos recurrentes, ha sido más constante señalando dificultades que exaltando soluciones. El Barça lleva bastantes meses definiéndose más por lo que no ha sido que por lo que podría ser. Por eso tenía lógica que Quique Setién se subiera a la ola. Que aprovechara las buenas sensaciones que dejó el equipo en Villarreal y tratara de alargar el momento dando continuidad a la apuesta táctica del domingo. Que se lanzara a por una oportunidad que, quizá, le llevara a la fórmula con la que competir el tramo final del curso. Trabajando sobre lo que desveló la primera prueba y preparándose para encontrar remedios a las sucesivas respuestas que en adelante le puedan plantear sus adversarios.

De este modo obró el santanderino contra el Espanyol, repitiendo con el 1-4-3-1-2 que tan bien le funcionó en Castellón pero introduciendo dos novedades al plan con el objetivo de mejorarlo. La primera medida tuvo que ver con el interior derecho, posición en la que Ivan Rakitic ocupó la plaza de Arturo Vidal. El chileno, de un tiempo a esta parte, se había hecho fijo en los planes del técnico como contrapunto a Leo Messi, siendo desde el mediocampo una suerte de peonza encargada de girar por las zonas de las que huyera el 10 en cada momento. Para ir a banda si el argentino acudía al centro y para cargar área cuando Messi se pusiera el disfraz de centrocampista asentándose más cerca de Sergio Busquets que de Luis Suárez. Ocurre, sin embargo, que el dibujo que el Barça puso en práctica en Villarreal suaviza las necesidades ahora descritas convirtiendo a Vidal en una pieza, por momentos, redundante. Con Messi en la mediapunta y salida de tres hombres, la banda derecha quedaba ocupada por la posición alzada de Nélson Semedo, mientras que, con Jordi Alba cumpliendo la misma función en la izquierda, la mudanza hacia el centro del otrora extremo izquierdo sumaba un segundo atacante central acompañando a Luis Suárez.

La entrada de Rakitic en sustitución de Vidal, por contra, con las zonas del ataque aparentemente cubiertas, debía darle al equipo una mayor consistencia en transición defensiva, la principal zona oscura del plan durante el enfrentamiento contra el Villarreal, al procurar un apoyo más estable posicionalmente cerca de Sergio Busquets. A pesar de que sobre el papel el rombo implica la coincidencia de hasta cuatro efectivos haciendo las veces de centrocampistas, el papel de Sergi Roberto como central izquierdo en salida y el impulso atacante tanto de Messi como de Vidal, por momentos dejaron al mediocentro del Barça como único integrante de la medular ante los de Calleja.

La segunda modificación de Quique Setién no tuvo que ver con un cambio de nombre sino de funciones. El domingo, sus tres delanteros se habían repartido tres alturas distintas del campo de manera que Messi arrancara como mediapunta y vértice superior del rombo, Griezmann como segunda punta en la frontal y Luis Suárez como estilete. Formaron una escalera de tres peldaños en la que, por lo general, Leo tuvo por delante a sus dos socios. En el derbi, no obstante, el argentino y Antoine intercambiaron su lugar, pasando el galo a arrancar como el atacante más retrasado mientras el 10 se movía con libertad a la derecha de Luis Suárez. Esta vez, el segundo punta fue Leo. Podía buscar con ello Setién que la primera referencia entre líneas para el pase del mediocampo incorporara mayor dinamismo sin balón a la zona de tres cuartos para compensar el cambio de protagonista en el interior derecho culé, una suerte de cojín que conectara la medular con Messi liberando al argentino de tener que ser él el conector, o un salto más sencillo entre los dibujos del equipo a la hora de atacar y de defender que también con balón acercara a Griezmann al rol de centrocampista que desempeñaría sin él.

Contra las pretendidas intenciones del FC Barcelona, sin embargo, ante el Espanyol el guion del partido no lo definió desde a ventaja el dibujo barcelonista. A diferencia del Villarreal, que saltó a jugar con dos delanteros y a quien la presencia de Sergi Roberto como tercer central desgarró estructuralmente dando opciones al Barça tanto por dentro como por fuera, Rufete organizó a los suyos según un 1-5-3-1-1 con Raúl de Tomás como único delantero de modo que no fue necesaria la intervención abajo del interior izquierdo culé para generar superioridad numérica de inicio con los centrales. A cambio, el Espanyol sumó un efectivo más en defensa, pasando a línea de cinco, y dispuso a su mediocampo también en forma de rombo. Como el Barça, acumuló a muchos efectivos por dentro, cerró espacios de progresión y forzó a que determinadas piezas del engranaje local tuvieran que forzar sus pautas de juego. Así, como el uso de carrileros le permitió al Espanyol mantener ocupadas las bandas defensivamente a pesar de la sobrecarga interior de los delanteros del Barça, los de Quique Setién tuvieron que buscar un avance por dentro que no resultó fluido. Sergi Roberto, liberado del rol de tercer central con balón ejerció un papel de interior más canónico, jugando en espacios más reducidos y recibiendo de espaldas más veces que en el Estadio La Cerámica.

Ante los cuatro medios que situó por dentro Rufete, pues, el Barça volvió a demandar a un Leo Messi contactando con el cuero desde muy atrás, una situación que dado que también Griezmann jugó más retrasado que el domingo, terminó por desvestir el ataque azulgrana por delante del balón. Una de las claves del buen partido ante el Villarreal fue que con Antoine ganando peso en la frontal el Barça pudo reposar el apoyo en la precisión técnica y en la lectura de juego del francés orientando las botas de Luis Suárez a un trabajo más de finalización que de continuidad, pero con dos de los tres delanteros llegando a la jugada desde atrás, en el derbi el uruguayo recuperó protagonismo en la corona restando precisión a los ataques del equipo. Los futbolistas más adelantados del Barça en cada uno de los tres carriles del ataque fueron, por lo tanto, Semedo, Luis Suárez y Jordi Alba.

De cara al segundo tiempo, Setién buscó la solución en la entrada de Ansu Fati al campo, una sustitución que llevó a Sergi Roberto al lateral derecho y que llegó acompañada de un cambio de dibujo para que el Barça arrancara el segundo tiempo formando con un 1-4-2-3-1. No tuvo tiempo el canterano de mostrar el impacto de la intervención del técnico, pero no puede decirse que las dos expulsiones que dejaron con diez a ambos equipos fueran una mala noticia para los locales. Jugando con un hombre menos en el mismo terreno de juego, el partido iba a conceder más espacios, y puesto que dada la naturaleza de ambos equipos el Espanyol ya venía disfrutando de ellos durante el encuentro, el Barça es quien los ganaría. En un partido localizado en la mitad blanquiazul, mientras el conjunto de Rufete había castigado en transición la espalda de los laterales del Barça, cortado con las conducciones de Embarba y desorganizado con los apoyos y movimientos de Raúl de Tomás, el cuadro barcelonista había chocado contra un proceder muy poco ágil con la pelota incapaz de agrietar la poblada estructura defensiva de su oponente. Jugando diez contra diez, empezaría a correr el agua también hacia la portería de Diego López. Messi, Griezmann y Luis Suárez podrían respirar, sin tener que enfrentar a Piqué, Lenglet o Ter Stegen como sí hizo cada aliento de Raúl de Tomás.

– Foto: LLUIS GENE/AFP via Getty Images

 

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