
Terapia de pareja
Los últimos tiempos han sido tiempos de 1-4-3-3. De variantes en la organización de los equipos en las que, por lo general, en el carril central la punta del ataque se ha venido ocupando con un único futbolista. Por un lado el deseo de incorporar efectivos a la zona ancha para tener el dominio del mediocampo, y por el otro una evolución estilística de los delanteros centro que, hoy, los presenta más preparados para asumir en solitario las diversas tareas que en otros tiempos se repartieron dos futbolistas, provocaron que durante años cayera en desuso uno de los recursos más carismáticos que tuvo el fútbol de otras épocas: la doble punta. Tándems como los que formaron Kovacevic y Nihat, Zigic y Munitis, Rossi y Nilmar, Luis Fabiano y Kanouté, Darío Silva y Dely Valdés, Suker y Mijatovic o Raúl junto a Morientes o Ronaldo, parecieron quedar sin sucesores. La doble punta, sin embargo, a pesar de comprometer cierto grado de control sobre la pelota, representa una solución directa y a menudo muy efectiva para generar peligro desde la inferioridad. Buscando un emparejamiento en igualdad contra los centrales rivales en el que se corte la cadena de coberturas entre el uno y el otro, y dando lugar a un escenario en el que cualquier desajuste o desatención pueda dejar a uno de los delanteros en disposición de rematar. De ahí que sean varios los entrenadores que consideren que, para equipos con dificultades para dominar el partido desde el balón y a los que les cueste pasar la mayor parte del encuentro en campo contrario, la fórmula más interesante para el ataque es la de la doble punta.
El Cádiz pareció hacer buena la receta este fin de semana en su victoria contra el Real Madrid. Los de Álvaro Cervera cuajaron una actuación muy convincente estructurada a partir de una fase defensiva en campo propio que permitió a los locales llevar el peso de la posesión y localizar el juego más cerca del área de Ledesma que de Courtois, pero en la que, a pesar de esto, los gaditanos encontraron en su pareja de delanteros una forma de transitar con más o menos comodidad para plantarse frente al meta blanco. Organizado con dos líneas de cuatro por delante de su guardameta, el diseño defensivo gaditano le planteó al Madrid largas persecuciones cerca del área con tal de que ningún madridista pudiera manejar el balón con comodidad más allá de tres cuartos de campo. Sobre el papel se arriesgaban los visitantes a que, separando a los mediocentros por dentro o arrastrando a Espino desde la izquierda, los de Zidane generaran sendas plataformas para el despegue en la mediapunta y el lateral derecho, pero la titularidad de Nacho en el carril diestro y la sorprendente tendencia de Isco a adelantar mucho su posición, pareciendo por momentos más un acompañante de Benzema que un enganche, inicialmente liberaron de peaje la idea con la que el Cádiz afrontó su partido sin balón.
Ya con el esférico, el plan de Álvaro Cervera tenía una máxima y un dos protagonistas. La primera consistió en evitar a toda costa la capacidad del Madrid de lograr una recuperación adelantada fruto de la presión. Saliendo por banda a través de Álex o Salvi, y aprovechándose de la ausencia de Casemiro en el mediocentro madridista para buscar una salida más directa y aérea sobre sus puntas, consiguieron los visitantes esquivar cualquier situación de juego comprometida con el balón sobre el césped y cerca de su propia área. Su respuesta después de recuperar el control de la pelota debía impedirle al conjunto merengue defender hacia adelante, forzándolo a girarse para correr hacia atrás. En cuanto a los dos protagonistas, los actores principales de la ofensiva gaditana fueron sus dos delanteros: Álvaro Negredo y El Choco Lozano. A pesar de integrar entre ambos la pareja de puntas del equipo, lo cierto es que su posicionamiento rara vez se estableció en paralelo. Para el veterano ex-internacional fueron los recorridos más cortos y para el hondureño los más largos, de manera que no fue extraño ver a Lozano por detrás de Negredo en fase de repliegue y, posteriormente, por delante de su socio en campo rival. Álvaro, que sin balón se ubicó en una zona teórica de mediapunta, trabajando sobre los dos centrocampistas de base del Madrid, se distinguía así como el receptor de la salida directa por delante del bloque bajo del Cádiz. A partir de ahí, pausando de espaldas o acelerando desde el golpeo para lanzar carrera a Álex, Salvi o Lozano, fue la mezcla entre un pivot de baloncesto y un quarterback de fútbol americano.
La respuesta de Zidane, con cuatro cambios al descanso, fue una enmienda a la totalidad. Además del obligado cambio de Militao por Sergio Ramos, el técnico francés dio entrada a Casemiro, Valverde y Marco Asensio en el lugar de Modric, Isco y Lucas Vázquez para recomponer a su equipo con aspecto de 1-4-3-3. Recuperó a su mediocentro para defender el juego directo del Cádiz, e incorporó llegada, pegada y dinamismo en los últimos metros con la entrada del centrocampista y el delantero. En cuanto al reparto zonal, el cambio de dibujo le permitió invertir la ocupación de la alturas del mediocampo, de manera que si durante el primer tiempo el equipo había tenido a dos jugadores por detrás y sólo a uno por delante, pasando a una estructura con un mediocentro y dos interiores el galo situó a dos hombres con acceso a la frontal. Por otro lado, el hecho de poder incorporar a un futbolista más a cada banda gracias a la figura de los interiores, liberó tanto a Nacho como a Marcelo, convertidos desde entonces prácticamente en extremos para que Vinicius y Asensio ganaran presencia en el área. Reforzada la defensa de la salida en largo del Cádiz, el espacio para los de Álvaro Cervera pasó a estar a las espaldas de los laterales madridistas, pero a los visitantes les costó encontrar la velocidad con la que castigarlas.
El entreacto había dejado a los gaditanos sin las piernas de Lozano para atacar grandes espacios, y ni Negredo ni Malbasic tuvieron la capacidad de competir a campo abierto con Varane, Casemiro y Militao. Sus jugadores de ataque más rápidos estaban en banda, pero la altura ofensiva que en el segundo tiempo adquirieron los laterales del Madrid los obligaba a defender casi en línea con su zaga y, por lo tanto, a arrancar desde muy abajo cuando el Cádiz recuperaba el balón. Al respecto, el técnico visitante buscó la solución intercambiando las posiciones de Malbasic y Salvi, de manera que fuera el serbio el encargado de descender por el costado persiguiendo a Marcelo, mientras el eléctrico 7 gaditano formaba en punta junto a Negredo para picar en vertical. Cervera se aseguraba así que su equipo siguiera teniendo opciones de atacar desde muy abajo a pesar de contar con un delantero de treinta y cinco años. Ya sin el protagonista Negredo sobre el campo, Salvi regresó a la banda derecha y Malbasic al carril central para formar por delante de un mediapunta más dinámico como Álvaro Giménez. Con cuatro parejas distintas bailó el Cádiz en su delantera, para que vivir cerca de su propia portería no le impidiera llevar peligro sobre la de Courtois.
– Foto: PIERRE-PHILIPPE MARCOU/AFP via Getty Images