
En busca del tercer centrocampista
La descripción numérica de los esquemas de juego tiene una utilidad relativa. Normalmente escasa. El fútbol es un proceso dinámico en el que el balón y los jugadores de ambos equipos se mueven sobre el terreno de juego alterando el contexto posicional de la disputa. Los dibujos no son fijos, y los definen más las rutas que sigue cada uno de los elementos que los componen que las posiciones de partida que teóricamente tienen éstos asignadas en la pizarra. Que la foto fija que proponen esté lejos de traducir el modo como se ordena un determinado equipo, sin embargo, no implica que no ofrezca algunas informaciones que, ni que sea como punto de arranque, propongan una puerta de entrada a los entresijos del duelo. De este modo, normalmente un conjunto con línea de cinco podrá abrir más a sus centrales para cubrir la espalda del lateral o reforzar la parcela central de la defensa con un futbolista extra. Igualmente, uno con doble pivote de forma habitual contará con dos centrocampistas más presentes por detrás de la línea de balón que a la espalda del mediocampo rival. A propósito del esquema empleado por el Barça de Ronald Koeman durante sus primeras semanas de vida, y de lo que su descripción numérica puede decir sobre él, probablemente haya un matiz que permita resaltar una de sus características relevantes que, por otro lado, permanecería oculta.
Y es que aunque lo común ha sido referirse al dibujo empleado por el neerlandés como un 1-4-2-3-1, quizá lo más exacto haya sido dibujarlo como un 1-4-2-1-3. El cambio es pequeño, pero permite señalar dos cuestiones que, de otro modo, no se verían reflejadas. En primer lugar, el perfil de extremo de sus hombres de manda, muchas veces situados no ya a la misma altura que el teórico delantero centro sino incluso por delante, como los dos futbolistas más adelantados del equipo. En segundo lugar, el carácter de centrocampista del hombre que se sitúa por delante del doble pivote. En origen, el dibujo de Koeman tiene tres centrocampistas, aunque en lugar de situar a un jugador en el primer escalón y a dos en el segundo, en su caso invierte el reparto más clásico del 1-4-3-3. Por eso su mediapunta estaba siendo Coutinho, y Pedri su relevo desde el banquillo. La reciente lesión del brasileño, sin embargo, ha provocado que Ronald cambie su guion: el futbolista encargado de jugar por delante del doble pivote y por detrás del punta ha sido un delantero. Concretamente Leo Messi, que arrancó el curso como delantero central. Tan falso como necesita el juego del argentino, pero seguramente demasiado para un conjunto que no busca relevarlo ni con el mediapunta ni a través de los hombres de banda, y cuyo juego, por el momento, no le garantiza alimentar la frontal del área con continuidad.
Para el Barça, tener a Messi ejerciendo como mediapunta modifica algunas pautas de su juego. Por el lado positivo está que el volumen de intervenciones del argentino aumenta. Así, los tres partidos de la temporada en los que ha ocupado la demarcación -Real Madrid, Juventus y Alavés- son también los tres en los que más veces ha tocado el balón. El lado negativo, en cambio, es que esa participación del 10 se produce en zonas más retrasadas. La propia tendencia del futbolista a descender un escalón, y que antes lo llevaba de la punta a la zona de tres cuartos, ahora lo hace retrasarse desde la mediapunta hasta la altura de los dos mediocentro. Se trata de un comportamiento que ante Madrid y Juventus el Barça equilibró con la presencia de un tercer centrocampista (contra los de Zidane también un cuarto) que partiendo desde la banda ejercía de relevo a la espalda del mediocampo rival, pero que en Mendizorroza, con un planteamiento inicial que abría a los extremos a la banda, no pudo mantener.
Tanto Ansu Fati como Ousmane Dembélé fijaron la amplitud del equipo en ataque, una decisión que al tiempo que estiraba el espacio interior lo vaciaba de ocupantes. En el carril central, por delante de Busquets y De Jong, los visitantes juntaban sólo a Messi y Griezmann, enjaulados por hasta cinco futbolistas del Alavés. Battaglia siguiendo los movimientos laterales del culé que apareciera entre líneas (Imagen abajo a la izquierda), Pina y Peleteiro trabajando las líneas de pase, y la pareja de centrales babazorros saliendo a la anticipación sobre las recepciones a la espalda del pivote. A pesar de algún intento de De Jong para intervenir a una altura superior, en líneas generales la soledad de Messi tanto a la hora de combinar en tres cuartos como de diversificar las atenciones del adversario terminaron pro provocar la paradoja que atascó el desarrollo interior del ataque barcelonista: Su organizador era un delantero pero situado a la altura de los mediocentros.
La traducción de esto a nivel ofensivo fue que las jugadas del Barcelona incorporaron intención de finalización desde muy atrás, buscando el origen de la ocasión de gol en un regate de Leo con demasiados adversarios entre él y la portería, o en un envío directo del 10 con muchos compañeros por delante del balón y desactivados, por lo tanto, de la respuesta posterior en caso de pérdida (Imagen arriba a la derecha). Fue una de las tres cuestiones que definieron una transición ataque-defensa culé débil, a pesar de tener el balón más tiempo que su rival y de moverlo más cerca de Pacheco que de Neto. Los otros dos factores de esta fragilidad sin la pelota de los visitantes tuvieron que ver con el posicionamiento de sus mediocentros y de sus laterales. Los primeros porque, muchas veces sin referencias en el segundo escalón del mediocampo, tendieron a soltarse y a comprometer su espalda ante los apoyos de Deyverson; y los segundos porque permaneciendo atrás y en banda, durante el primer tiempo no jugaron un papel claro ni en la construcción de los ataques ni en la contención de las contras del Alavés (Imagen arriba a la derecha).
Así, con la base del mediocampo ocupada por los dos mediocentros y las bandas destinadas a Ansu y Dembélé, tanto a Jordi Alba como a Sergi Roberto les costó encontrar su lugar en el plan de juego azulgrana. Lo que sí permitieron fue aclarar el escenario a ambos extremos, a la postre las soluciones más claras que encontró el Barça en la primera mitad para progresar. Explorando la conexión entre Lenglet y Ansu Fati en la izquierda y apoyándose en el desborde de Dembélé en la derecha. El francés, nuevamente con una interpretación bastante responsable de la posición, en esta ocasión, sin embargo, recuperó su tendencia a la imprecisión y a una errática toma de decisiones que desembocó en pérdidas de balón descontroladas. Si su ubicación sobre el campo ayudó a estirar el campo, a abrir espacios para las recepciones de Messi o Griezmann, y a generarle situaciones de uno contra uno cerca de la cal, sus contactos con la pelota restaron fluidez colectiva a un plan ya de por sí encasquillado.
El segundo tiempo, por lo tanto, reclamaba reacción, y Koeman la buscó en un triple cambio que tuvo efectos netamente positivos para su equipo. Reemplazó a Ousmane por Trincao para controlar las pérdidas de balón del extremo derecho, y reformuló la línea medular con la entrada de Pjanic y Pedri al campo. Recuperando para De Jong el rol con el que el neerlandés irrumpió en el Ajax, ejerciendo como central en fase defensiva pero soltándose como centrocampista en ataque (Imagen arriba a la izquierda), introdujo con la posición de Pedri una segunda referencia entre líneas junto a Messi sin perder la base de dos en el mediocampo. La presencia del canario como centrocampista adelantado obligó al Alavés a repartir sus atenciones en tres cuartos de campo (Imagen arriba en el centro) y regaló a Leo un punto intermedio con el que conectar entre él y los delanteros (Imagen arriba a la derecha). Además, incrementando el volumen de pases completados con éxito a la espalda del mediocampo local (Imagen abajo a la izquierda), también favoreció una respuesta tras pérdida más eficiente, puesto que cuando el esférico volvía a los pies de los futbolistas del Alavés lo hacía con los de Machín más desorganizados y orientados hacia su propio arco. Junto a Pedri, la expulsión de Peleteiro y la progresiva tendencia local a defenderse cada vez más atrás, la posición de De Jong también jugó un papel importante sin balón, levantando un nuevo dique entre Piqué y Pjanic.
– A la izquierda, el mapa pases de Pedri ante el Alavés; en el centro, el mapa de pases de Pjanic; a la derecha, el mapa de pases de Messi en el primer tiempo (parte superior) y en el segundo tiempo (parte inferior). vía as.com-
Pedri compartió con Pjanic el protagonismo de la mejoría azulgrana en el segundo tiempo. Con el bosnio, el ataque del Barça ganó a un organizador, tanto a la hora de definir las direcciones como de marcar el ritmo, y a un futbolista capaz de conectar desde el pase con la multitud de opciones que se le presentaban por delante (Imagen arriba en el centro). Ubicado en el perfil preferente de Leo Messi, y por lo tanto abriendo un camino directo que permitiera al diez recibir el esférico en la corona del área (Imágenes arriba a la derecha). A partir de la doble función de Frenkie de Jong, los de Koeman cerraron atrás con cuatro defensas, llegaron arriba con tres centrocampistas, defendieron la pérdida con doble pivote y atacaron con cuatro delanteros.¿Será la tecla que estaba buscando Ronald?
– Foto: CESAR MANSO/AFP via Getty Images