
Coutinho de vuelta a 2018
En el verano de 2009, Zlatan Ibrahimovic llegó a un Barça distinto al que lo había fichado. Las características futbolísticas del sueco eran las que habría ansiado para su delantero centro el conjunto de la 2008-09, no en vano, antes de echarse a andar, el proyecto de Guardiola en el Camp Nou lanzó redes sobre arietes con evidentes similitudes estilísticas con el entonces jugador del Inter. Su juego de espaldas en la frontal le daría una pared al Leo Messi extremo derecho para apoyar su diagonal hacia la mediapunta, su envergadura una alternativa a la salida desde atrás de los centrales y su gusto por la combinación lo que Xavi e Iniesta encontrarían en Messi como falso nueve. Además aquel era un equipo preparado para disimular sus vicios sobre el césped, para integrar la globalidad de su juego tomando para sí únicamente aquellos aspectos que podían incorporarse a la suma. Su inclinación a abandonar el área, a desnudar la zona de remate y a priorizar la pausa sobre la verticalidad, convivirían con las diagonales de Henry desde el costado y con la profundidad con balón de Iniesta rompiendo por dentro a golpe de slalom. Sucedió que, desde muy pronto, el bajo rendimiento de Titi y los problemas físicos de Andrés dejaron sin disfraz los defectos del sueco, quedando éstos sin abrigo en un funcionamiento que ya no ajustaba igual y que obligó al Barça a reinventarse. Durante buena parte del curso, de la mano del Xavi más mandón y de una versión de Messi más definitiva y goleadora, cambió hasta el dibujo del conjunto azulgrana. La obra de Guardiola despegó hacia otro destino. Un destino al que Ibra no sabía cómo llegar y en el que el Barça no iba a necesitar esperar a que arribara.
Casi una década más tarde, a otro fichaje culé de relumbrón le tocó vivir un caso parecido. Coutinho, codiciado talento en ciernes de la Premier, aterrizó durante un mercado invernal en el Barça con la sensación de que el equipo de Valverde hacía meses que se preparaba para recibirlo. Tentado por Jürgen Klopp, en su antigua casa, para iniciar un camino que lo llevara desde la delantera al mediocampo, el primer Barça del Txingurri debía ofrecerle al brasileño muchas de las cosas que necesitaría durante tan ambicioso viaje. El inicial 1-4-3-3 asimétrico del entrenador, con un delantero en la derecha, dos en el centro y ninguno en el carril zurdo, por ejemplo, le mantenía abierta la ruta de acceso al pico del área que antes coronaba como atacante en la izquierda. También la presencia de una referencia abierta en la otra esquina le activaba el cambio de orientación con la pierna diestra, y tanto la posición de Rakitic a la derecha de Busquets como el empleo de Umtiti subiendo desde la zaga hasta la izquierda del mediocentro, llenaban una primera altura del mediocampo de la que Coutinho todavía no conocía los secretos. Pero como le ocurriera a Zlatan, también a Philippe se le desmontó el decorado. Solo unos meses después de su aterrizaje en Barcelona, Valverde devolvió a Messi a la banda y recuperó la simetría en el ataque cambiando de costado a Dembélé. El francés resultaría un delantero que, desde la izquierda, acudiría con insistencia al entre-líneas taponando el ascenso de Coutinho hasta la corona, quien además, debido a la victoria de Lenglet sobre Umtiti, se vio reclamado en la base de la jugada. De golpe, el brasileño perdió espacio en la mediapunta, una referencia fija en la derecha hacia la que dirigir su golpeo diagonal y la pieza que a su espalda lo sostuviera por delante del pivote. Perdió su lugar en el equipo.
Un lugar que, por lo insinuado en el arranque de la competición, Ronald Koeman pretende recuperar. Lo intentarán, tanto el técnico como el jugador, con muchas de las ayudas que esperaban al brasileño tras su fichaje y que rápidamente perdió. Lo hará, nuevamente, en un Barça que de momento situará a Leo Messi en el centro del ataque, y que por lo tanto ha empezado el curso distinguiendo a un extremo más presente que el argentino en la banda derecha al cual buscar con el envío cruzado. También en uno que, pese a utilizar la figura del extremo izquierdo, con Ansu Fati lo hace apostando por un perfil de delantero profundo y agresivo en los metros finales, más tendente a la espalda de la defensa que a la de los pivotes, y que de este modo no sólo no reclama la frontal del área de una forma constante sino que, más aun, contribuye a despejarla. Y lo hará, a su vez, situado por delante de otros dos centrocampistas llamados a adueñarse de la base de la medular sin necesitar la ayuda de un tercero. Acostado sobre el perfil de Frenkie de Jong, aspirante a nuevo líder del mediocampo barcelonista y dueño de los primeros pases de la jugada del ataque para permitirle al brasileño mantener su posición adelantada. Incluso el extra en la dirección del juego que puede suponer Miralem Pjanic en comparación con el Rakitic de 2017 que reinventó Valverde, debería contribuir a ocultar la que entonces se presentaba como una de las mayores dificultades para Coutinho a la hora de ocupar el lugar de Iniesta en el equipo: la muy superior capacidad del manchego ejerciendo el rol de organizador del equipo. Philippe tiene una segunda oportunidad. Ahora, en un Barça que puede esperarlo.
– Foto: JOSEP LAGO/AFP via Getty Images