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Como Vinícius Jr.

Como Vinícius Jr.

Que el fútbol es un estado de ánimo ya lo dijo en una ocasión Jorge Valdano, en una sentencia que, de tan acertada y precisa, bien podría considerarse uno de los lugares comunes más frecuentados en la actualidad a la hora de referirse a la suerte o la evolución de los protagonistas del juego. Una suerte de as en la manga en el que, en demasiadas ocasiones, se ha querido ver una explicación futbolística alejada del propio fútbol. Pero si el fútbol es un estado de ánimo lo es, en realidad, por cómo ambas cosas, el relato del juego y el de las sensaciones, viven en permanente diálogo. Del mismo modo que un equipo con confianza y en dinámica positiva se atreve a más, teme menos y responde con mayor fortaleza a los retos que le plantea la competición, también su nivel de autoestima se nutre directamente del alimento que es capaz de proporcionarle su momento futbolístico. El ánimo influye al fútbol, tanto como el fútbol influye al ánimo.

Lo demostraron este fin de semana el FC Barcelona y el Real Madrid en el clásico del fútbol español, un duelo lejos de la brillantez que ofreció antaño, que se libró simultáneamente sobre el césped del Camp Nou y en la imagen que cada uno de los dos contendientes tienen sobre sí mismo. Los de Ancelotti llegaban a la cita mejor a nivel futbolístico, tras un inicio de curso evidentemente imperfecto pero que del mismo modo que ha arrojado luz sobre determinadas debilidades del conjunto blanco también ha hablado igual de claro de algunos de sus argumentos más convincentes. Un Madrid más vulnerable sin balón que en otras temporadas, especialmente a la hora de lanzar arriba la presión, pero que a cambio se ha encomendado a su vitalidad y ritmo ofensivo. Un Madrid menos de Casemiro o Toni Kroos, pero más de Vinícius Jr. El Barça de Koeman, por su parte, es un conjunto igualmente consciente de sus limitaciones, pero que, al contrario que el cuadro merengue, todavía no ha encontrado sus propias certezas competitivas con la que equilibrar la balanza. Los culés ya saben lo que no se les da bien, pero no han descubierto aun en qué pueden ser buenos. Son conscientes de cómo pueden perder el partido, pero no aciertan a adivinar de qué modo pueden ganarlo. En consecuencia, Barça y Real Madrid saltaron al partido en momentos de juego distintos pero, sobre todo, inmersos en dinámicas de confianza completamente diferencias.

– A la izquierda, el mapa de calor del Madrid durante el primer tiempo. A la derecha, el mapa de pases del Barça durante el primer tiempo (Fuente: as.com) –

No obstante, a pesar de salir con blancas Carlo Ancelotti optó de inicio por tomar precauciones. Consciente de la imperfección de su equipo y de los escenarios de juego que le resultan más ingratos, el técnico italiano prefirió dar continuidad a alguno de los principio de su victoria ante el Shakhtar, priorizando el repliegue defensivo sobre la presión como un camino para ajustar mejor a los suyos sin balón, para no regalar espacios a un rival con problemas para generárselos, y para que sus delanteros tuvieran metros por delante cuando el esférico pasara a poder madridista (Imagen arriba a la izquierda). Acercando su mediocampo a la línea defensiva para compactar así su armazón protector, minimizando el riesgo de que uno de los futbolistas situados detrás del balón pudiera ser desbordado, y enfocando el trabajo defensivo de Modric o Kroos a la defensa del carril central para que el juego del Barça dibujara una enorme U alrededor del bloque visitante (Imagen arriba a la derecha). Esperando que sin facilidades para generar peligro los culés terminaran arriesgando sin preparación y se expusieran a una pérdida del balón comprometedora que pudiera lanzar en carrera a Rodrygo, Vinícius o Benzema.

Cabe decir, sin embargo, que en el primer tramo del encuentro, el que quedó enmarcado en los primeros veinte minutos del duelo, esta fue una situación que los de Koeman controlaron con bastante eficacia. Las estabilidad defensiva inicial de los locales tuvo tres claves: En primer lugar, la defensa adelantada con la que afrontó el partido logró dificultarle al Madrid una salida desde atrás en ventaja, y obligó a los blancos a servicios poco ventajosos hacia los puntas. Situando la línea defensiva muy arriba, vigilando individualmente a Casemiro, Modric y Kroos (Imagen arriba a la izquierda) y provocando servicios directos de los zagueros hacia la delantera. La segunda clave fue la presencia de Sergiño Dest como extremo derecho, una alternativa que a nivel ofensivo no inquietó la parcela de Mendy pero que permitió que el Barça en ataque pudiera mantener abajo a su lateral. Sin necesitar a Mingueza abriendo el campo, el canterano aguardó más cerca de Piqué y Eric García, reduciendo los espacios y las posibilidades de una posible salida al contraataque de Vinícius a su espalda. Finalmente, Koeman optó por intercambiar el perfil de sus centrales, ubicando a Eric a la derecha de Piqué de manera que fuera el ex del City quien anticipara y siguiera los apoyos de Benzema, quedando Gerard por detrás encargado de corregir posicionalmente los desequilibrios que pudieran provocar estas acciones (Imagen arriba a la derecha).

Ocurrió que, aproximadamente a partir del minuto veinte, el enfrentamiento empezó a romperse desde la superioridad de Vinícius sobre Mingueza. Encarando en el uno contra uno o atacando al espacio, el extremo madridista representó una herida que el Barça no alcanzaba a contener. La dificultad para los culés era mayor porque, además, muchas de las situaciones que generaba el brasileño no partían de una ventaja previa, lo que complicaba la posibilidad de evitarlas. Atacando la espalda de Mingueza, por ejemplo, Vinícius no necesitó ajustar su posición al fuera de juego, sino que incluso empezando su carrera lejos de su par era capaz de llegar antes a la meta. Con Vinícius superando al lateral derecho del Barça, Benzema guiando el ataque con sus movimientos y Alaba o Kroos lanzando (Imágenes arriba a la derecha) dio comienzo el segundo tramo del partido, uno más abierto a ambos lados del campo. Uno que vio al Madrid sembrar dudas atacando la espalda del Barça, y al conjunto blaugrana responder contra un rival con las líneas estiradas.

Si el segundo capítulo del duelo terminó cuando el árbitro señaló el descanso, el tercero arrancó cuando se reanudó el partido. Como protagonistas tuvo a la presión del Madrid, envalentonado yendo de menos a más en el primer acto, y a Philippe Coutinho, la carta de Ronald Koeman para cambiarle la dinámica al encuentro. La entrada del brasileño al partido provocó dos modificaciones en la organización posicional del Barça. La primera cambió el lateral derecho encargado de parar a Vinícius, ya que Mingueza dejó su lugar a un Dest más eléctrico y veloz en los duelos y en la corrección; y la segunda significó que los locales pasaran del 1-4-3-3 inicial a un 1-4-2-3-1 que ubicaba a Coutinho en la mediapunta, por delante de Busquets y De Jong, y a Gavi decantado hacia la banda derecha (Imagen arriba a la izquierda). Inicialmente, ambas fueron cuestiones que le sentaron bien a los azulgranas, pues con Dest en el lateral se redujo el impacto de Vinícius, y con Coutinho entre líneas la posesión culé logró activar una zona de tres cuartos a la que durante el primer tiempo no había tenido acceso. Y es que donde antes la circulación del Barça no había sido capaz de llevar a ninguno de sus dos interiores sobre la posición de Casemiro (Imagen arriba a la derecha), condenándolos a ambos a recibir abajo y más cerca de los extremos que del punta, el cambio situó una referencia fija entre la defensa y el mediocampo del Madrid.

En realidad fueron dos las referencias que movilizaron los culés sobre el mediocentro merengue, pues a la presencia de Coutinho se le sumaron los acercamientos de Gavi desde la orilla derecha o de Ansu desde la izquierda (Imagen arriba a la izquierda), aprovechando la atracción de Busquets y De Jong sobre Modric y Kroos para atacar en superioridad a Casemiro. Durante la primera parte, sin poder encontrar ahí a los interiores, los intentos del Barça de recibir entre líneas habían pasado por los apoyos de Memphis o Ansu Fati, tan bien defendidos por Militao y Alaba que uno de ellos incluso le valió a los blancos como antesala del primer gol (Imagen arriba a la derecha). La participación de Coutinho por detrás del punta, sin embargo, dificultaba la acción a los centrales madridistas, pues su anticipación podía habilitar el desmarque del delantero mientras Lucas y Mendy permanecían sujetos por fuera. Fue el tramo en el que más cerca de Courtois estuvieron los locales, aunque su ataque no terminara de lucir redondo. Con balón, el Barça no acertó a trasladar a través de los diferentes momentos de la jugada las ventajas que generaba en cada uno de ellos. El Madrid encaró el reto de defender acciones, pero no de defender consecuencias.

El tercer capítulo del partido tocó a su fin con la entrada de Luuk de Jong al partido y con la posterior reubicación de Gerard Piqué como delantero. Un doble ajuste ofensivo del Barça que dio lugar al cuarto y último tramo del encuentro, y con el que rompió la dinámica de juego que había encontrado el equipo tras la entrada de Coutinho. Un tramo definido por la insistencia del Barça en el centro, la superioridad defensiva del Madrid en estas acciones, la ruptura estructural culé en los rechaces o las segundas jugadas, y el debilitamiento de una transición ataque-defensa que ahora contaba con Busquets como central, lejos de la pelota, y con Piqué como delantero, lejos de la propia área. Unos minutos que el Madrid afrontó desde la contra, haciendo bueno el planteamiento inicial de Ancelotti, para castigar con espacios por delante a un rival demasiado vulnerable cuando no tiene el balón. Sumando tres puntos más a su estado de ánimo. Sabiéndose imperfecto, pero sin tener la sensación de serlo. Como Vinícius Jr.

 

 

– Foto: David Ramos/Getty Images

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