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Xavi contra la presión

Xavi contra la presión

En el Al-Sadd nos encontramos que el 90% o el 95% de los rivales nos esperan defendiendo en bloque bajo. Difícilmente nos van a apretar arriba.

Xavi Hernández

Lo que hace en 2021 el Manchester City de Guardiola no es lo mismo que hacía el Barça que Pep dirigió entre 2008 y 2012. No lo es, en primer lugar, porque sus protagonistas son otros. Porque donde un día estuvo a Dani Alves ahora está Kyle Walker, donde Xavi está De Bruyne, donde Messi está Phil Foden o donde estaba Pedro Rodríguez ahora están Mahrez, Grealish o Gabriel Jesus. “Juanma Lillo siempre me decía: No me cuentes historias. ¿Quién juega de extremo? Dime qué cualidades tiene. ¿Qué hace ese jugador? Y crea a partir de ahí“. En segundo lugar, que el equipo de Guardiola hoy haga cosas diferentes a las que hacía hace diez años también se explica por el hecho de que el contexto en el que compite es distinto. Los rivales y los torneos son otros, y plantean nuevos retos, nuevas preguntas y nuevos desafíos.

Uno de los más presentes, y compartido con la amplia mayoría de equipos europeos es el auge de las presiones adelantadas. Conjuntos organizados a partir de bloques defensivos muy altos que amenazan de forma directa la salida de balón del oponente, sin miedo de dejar metros a su espalda si a cambio se los niegan al avance en corto del rival, y cuya decisión a la hora de buscar el robo cerca del área contraria incluso les hace sostener la emboscada en emparejamientos hombre a hombre en todas las líneas. Sin más red de seguridad que la eficacia de su telaraña y el impacto individual, tanto técnico como físico, de sus futbolistas más expuestos. Una fórmula a la que como técnico del Barça Guardiola se enfrentó de forma más bien puntual, pero que en la actualidad es parte fundamental del discurso de buena parte de sus más duros competidores.

Pocos actores tienen más protagonismo en el primer nivel del fútbol europeo que las presiones altas, hasta el punto de que, si bien los partidos se deciden en las áreas, muchas veces el desarrollo de los mismos se dilucida en la pelea entre la salida de balón y la presión adelantada de los equipos. Escapar de la emboscada es afrontar la acción de ataque en ventaja, con espacios y ante un rival roto en su esqueleto. No hacerlo, por contra, es condenarse a tener el balón muy lejos de la portería contraria, y expuesto a que una recuperación del rival se produzca cerca de la propia área y con el equipo más abierto para progresar que cerrado para protegerse. “El mejor mediapunta del mundo es la presión tras pérdida”, que diría Jürgen Klopp. No es extraño, por lo tanto, que el auge de las presiones adelantadas haya influido en la manera como hoy se construyen los equipos, modificando desde el tiempo dedicado a las distintas tareas en las sesiones de entrenamiento a los perfiles de jugadores más predominantes en cada demarcación. Los espacios están en otras zonas del campo. Y la falta de espacios, también.

Especialmente relevante para las propuestas más basadas en los principios del juego de posición es el hecho de que esta evolución de las presiones muchas veces se ha articulado a través de emparejamientos individuales. Sistemas de defensa adelantada buscando el robo en campo rival, en los que los equipos optan por dibujar duelos hombre a hombre con todos sus jugadores de campo. A la hora de crear la superioridad numérica en la línea donde se encuentra el balón para encontrar al hombre libre, por ejemplo, una presión que no sea zonal sino individual hará que sea mucho más difícil la aparición de un jugador liberado, pues allá donde acuda él irá también su respectivo par. Algo parecido ocurre a propósito de otra de las máximas del juego de posición, la fijación de referencias entre las líneas del adversario, ya que, de nuevo, si la organización del rival no responde a una estructura zonal (por líneas) sino individual (por duelos), donde se encuentre un jugador del equipo con la posesión del balón habrá también un oponente.

Por todo lo expuesto, seguramente una de las primeras tareas que, como entrenador, deberá enfrentar Xavi Hernández a nivel futbolístico será la adaptación de su libreto a un contexto en el que las presiones adelantadas de los rivales juegan un papel tan destacado. Un reto al que se exponen día a día sus homólogos en Europa, y que para el de Terrassa llega tras convivir durante casi tres años con un fútbol tallado por otro tipo de molde. Un fútbol en el que para el Al-Sadd fue mucho más habitual afrontar duelos contra oponentes replegados en campo propio, que le planteaban el desafío de derribar la última muralla pero no de llegar hasta ella. También un fútbol en el que, cuando el rival se ha salido de la norma y ha optado por adelantar la defensa y apretar la salida de balón, lo ha hecho siempre a partir de planteamientos zonales. Dibujando, por lo tanto, escenarios notablemente distintos a los que resultan de las presiones por pares y de emparejamientos individuales que semana tras semana pueden encontrarse en el concurso europeo. A Xavi le esperan nuevas preguntas. La necesidad de utilizar otras herramientas, o de utilizar las mismas pero de un modo distinto. De viajar desde el Barça de Guardiola hasta el City de Pep.

 

Xavi Hernández. Entrenador

 

 

– Foto: Barrington Coombs/Getty Images

 

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