
Adama y la línea de fondo
Resumir el fútbol de Adama Traoré es una tarea relativamente sencilla: la nueva incorporación del Barça es un atacante cuyo principal y casi exclusivo objetivo consiste en conquistar la línea de fondo cada vez que recibe el balón en banda derecha. Es un jugador diseñado para enfocarse y sobresalir en esta función, tanto porque sus características técnicas y físicas le otorgan los recursos necesarios para entregarse a ella, como por el hecho de que esos mismos atributos que lo definen como futbolista resultan muy condicionantes a la hora de atender un tipo de tarea diferente. Adama Traoré es un especialista muy concreto, porque concretas son las herramientas con las que ejecuta su juego.
A la hora de tratar sobre ellas, uno de los primeros puntos a los que debe atenderse es al hecho de que, a pesar de copar varios rankings estadísticos referentes al desequilibrio individual, más que un jugador de regate Adama Traoré es un jugador de desborde. Su habilidad no es la de superar rivales con el balón cosido al pie y maniobrando en distancias pequeñas, sino la de sortearlos haciendo valer su superioridad física con espacio. Como a nivel técnico su control de balón no es especialmente dulce, provocando que a menudo el esférico se separe más de la cuenta de sus botas y dando la oportunidad al rival de intentar el robo, Adama no es un futbolista que elimine defensas con el esférico, sino en los trayectos que debe recorrer junto a los defensas hasta llegar a él. Sin ser un delantero que se prodigue en los movimientos sin balón ni amenazando la espalda de la zaga rival desde el desmarque al espacio, su forma más habitual de imponerse a su par sí se basa en sacar ventaja del espacio que los separa a ambos de la pelota. Así, por regla general, su desborde sigue el siguiente esquema: Adama recibe el balón al pie, lo aparta de sus propios pies y de los del defensa, y aprovecha el espacio abierto respecto al balón para llegar antes que su par. Se trata de un esquema que se repite de forma independiente al escenario ofensivo que dibuje el encuentro en cada momento. Si el guion del partido lo permite, Adama es capaz de lanzar kilométricos autopases que le permitan correr todo el largo del campo sin la pelota, pero incluso en contextos de ataque más cerrados, la solución del canterano culé repite la fórmula. Más que espacios para correr, lo que Adama necesita es espacio para alejarse el balón (Imagen abajo).
Así se explica, por ejemplo, que el suyo sea un juego tan circunscrito al carril derecho, y que su eficacia sorteando rivales por dentro sea menor, por mucho que cuando el Wolverhampton ha empleado un dibujo con carrileros como extremo haya tenido que moverse más por zonas interiores. Y es que, atacando por dentro, Adama encuentra al defensor situado sobre la misma recta que su carrera, mientras que en banda el lateral se sitúa entre el delantero y el área y no entre el delantero y la línea de fondo. Sobre el costado, acercar el cuero a la línea de fondo es alejárselo al rival (Esquema abajo). Es en este tipo de situación donde Adama Traoré saca ventaja haciendo valer sus singulares atributos físicos, por lo que se refiere a la velocidad, el cambio de ritmo y a la capacidad tanto de proteger su espacio como de aguantar el choque. Su superioridad se alimenta del espacio, de forma que cuanto más metros tiene a su disposición más ventajas saca. No es de extrañar, por lo tanto, que uno de sus recursos habituales consista en retrasar la posición con la intención de recibir abajo, arrastrar al su defensor y poder retarse con él en una carrera larga muy difícil de igualar. En este tipo de jugada, condicionado por su físico, Adama no es un futbolista eléctrico en el giro, pero a cambio sabe darse la vuelta utilizando su cuerpo como barrera entre él y el defensor. Como recibiendo de espaldas a portería necesita la referencia física de su marcador, es un futbolista que en el apoyo tiene más tendencia a esperar que el pase alcance a su zona que a anticiparse, lo que en ocasiones facilita que el rival tenga la oportunidad de interceptar el envío antes de que éste llegue a Adama.
La complexión física de Adama Traoré, salta a la vista, no responde a un molde demasiado habitual en el mundo del fútbol, y, en su caso, del mismo modo que le otorga evidentes ventajas en determinadas acciones del juego, para otras su cuerpo llega a ser una limitación. Más allá de la ya mencionada falta de agilidad en el giro, seguramente las más notables son las que tienen que ver con el ritmo. Adama es un cohete de mil toneladas, con una potencia de despegue extrema, con el que poder llegar a la luna, pero que no puede utilizarse para ir a comprar el pan, para recoger a los niños del colegio o para acercarse a la playa el fin de semana. Un futbolista de recorridos seleccionados y a máxima potencia, que cuando no está despegando tiene una movilidad bastante reducida. De ahí que cuando se ubica en el carril central le cueste encontrar zonas de recepción, o que situado en la banda no tenga problemas para esperar abierto y sin entrar en contacto con el cuero. Por todo ello, Adama Traoré es un futbolista con un valor táctico muy determinado, vinculado a la amplitud y a una profundidad no entendida desde la amenaza del desmarque sino de la progresión. Un delantero de banda derecha con un vínculo muy estrecho con la línea de fondo, y cuyo fútbol tiende a desorientarse cuando no se conecta con ella. Cuando su cierre para la jugada no depende de un pase raso al interior del área o uno de esos duros y medidos centros aéreos con los que junto a Raúl Jiménez construyó una de las parejas más eficaces de la Premier durante la 2019-20.
En cuanto a su posible contribución al actual Barça de Xavi, más allá del aporte de nivel a una delantera que en pocos meses se ha quedado sin Messi, Griezmann, Agüero, Ansu y probablemente Dembélé, cabe imaginar que su primer impacto sobre todo estará relacionado con la capacidad de fijar referencias rivales y generar espacios interiores a sus compañeros. Manteniendo al lateral izquierdo adversario tan atrás y abierto a banda como sea posible, con tal de eliminarlo de las ayudas y coberturas defendiendo el pasillo central. Agrandando la separación entre el lateral y el central o los mediocentros, para facilitar la aparición entre líneas de los interiores del Barça, unos futbolistas a los que Xavi está reclamando mucho protagonismo cerca del área rival. Por delante de uno o de dos mediocentros, atacando ambos costados del pivote rival y amenazando tanto la posición de los centrales como el espacio que pueda abrirse entre ellos y el lateral. Oxígeno para que Pedri, Gavi, Nico o De Jong puedan recibir el balón entre líneas, girarse y atacar la última barrera del adversario. También una referencia fija en banda derecha para ensanchar el campo a través del cambio de orientación, suerte para la que, sin grandes especialistas, el Barça emplea a Busquets, Piqué o Eric Garcia, y con la que Xavi daría con una solución para encontrar a Adama con espacios. Finalmente, que la zona de actuación de Traoré sea de forma tan marcada y exterior la banda derecha, sobre el papel debería descargar a Dani Alves de responsabilidades en zona de extremo para que el brasileño incorpore al mediocampo del Barça su creatividad en la gestión del balón desde el lateral.
Cabe la posibilidad, incluso, que el vínculo de Adama con la posición de lateral no se limite únicamente a su relación con el futbolista que la ocupe, sino que plantee posibilidades como la doble función extremo-lateral en un 1-3-4-3 o hasta una hipotética reconversión. Respecto a lo primero, ya ha experimentado Xavi con fórmulas que permitan a su equipo atacar con defensa de tres y defender con línea de cuatro, normalmente utilizando a Jordi Alba como interior o extremo en ataque según el plan de partido. La posible reconversión de Adama al puesto de lateral derecho, por su parte, es un supuesto que ya surgió alrededor del jugador durante su etapa en el Barça B, atendiendo a sus espectaculares recorridos verticales y a cómo su fútbol agradecía la posibilidad de disponer de más espacio. Se trata de una hipotética reconversión que hoy plantea incógnitas parecidas a las de entonces, como la poca activación sin balón del futbolista y su bajo nivel asociativo en un puesto cada vez más protagonista en la salida desde atrás y en la elaboración de las jugadas como consecuencia del aumento de las presiones adelantadas. En realidad, a la hora de hacer frente a bloques presionantes adelantados, los principales aportes de Adama deberán estar más relacionados con la capacidad de proteger el balón de espaldas en banda y con la amenaza con metros por delante, ya que se trata de un futbolista que puede aprovechar situaciones de contraataque como las que suele encontrarse el Barça cuando, por delante en el marcador, el rival adelanta líneas para acercarse al área de Ter Stegen.
No será, en cambio, el futbolista que le aporte a estas transiciones la pausa y la lectura que en ocasiones el técnico le ha reclamado al equipo, y para las cuales nombres como los de Memphis o Ferran suenan más adecuados. Compartiendo delantera con ellos, y siendo Adama un jugador cuyo rendimiento se resiente fuera del carril derecho, cabe imaginar que la plaza de extremo derecho será para el canterano, desplazándose Ferran Torres -un jugador mucho más versátil- a otra de las posiciones del ataque. Ofreciendo como delantero centro la mezcla de apoyos y profundidad que encontró Guardiola en Manchester y que busca Xavi en Barcelona, y permitiendo un nuevo encaje de Memphis en banda izquierda que le proporcione al neerlandés más espacios para recibir y la referencia de un compañero por delante. Una segunda solución pasaría por situar a Ferran en banda izquierda, buscando la salida hacia dentro y amenazando llegando al remate al segundo palo, mientras la calidad de Memphis y el perfil de Luuk de Jong compiten por la plaza de delantero centro. Esperando un balón de Adama desde la banda derecha. Concretamente, desde la línea de fondo.
– Foto: Laurence Griffiths/Getty Images