
Atacar a canasta
En la previa del Getafe-Barça, José Bordalás dejó una frase sobre Dakonam Djené que es prácticamente una declaración de principios sobre su forma de entender el fútbol. Glosó el técnico alicantino que, para él, los mejores jugadores no son los que más calidad tienen, sino los que menos se equivocan. La afirmación puede utilizarse para explicar qué demanda Bordalás de sus jugadores, pero también para trasladarla a la forma cómo el entrenador getafense entiende a los contrarios. Sus planteamientos ante equipos teóricamente superiores y que cuentan con una mayor calidad en sus filas, tienen el objetivo primordial de forzar el error. De evitar la expresión de la calidad del rival sumergiéndola en una incomodidad sobre el césped casi asfixiante. Los recursos de todo tipo que pone en liza sus conjuntos en esta clase de choque comparten ese mismo deseo. Que el juego no tenga fluidez, que sea trabado y que nunca encuentre el ritmo que suelen necesitar los equipos para unir a sus piezas sobre el campo.
La temporada pasada, el Barça de Xavi tenía dos soluciones para hacer frente a este tipo de escenario. El primero, en un conjunto sin especial desborde individual, consistía muchas veces en girar el plan de ataque hacia Dembélé para que el galo agitara el orden de ambos conjuntos a golpe de sacudida. En segundo lugar, la presión adelantada y la posibilidad de recuperar el balón cerca del área rival y con el contrario mal situado para responder, supusieron otro camino alternativo con tal de encontrar antídotos a un juego coral más encasquillado. El domingo en el Alfonso Pérez, sin embargo, al Barça le faltaron ambas cosas. La escasa profundidad de su ataque le privó durante muchos minutos de un contexto favorable para la presión, factor al que también contribuyeron los locales apostando por no comprometer su salida en corto y dando prioridad a envíos más largos y directos hacia Mata o Latasa. El más veterano, partiendo desde la banda izquierda, se topó con la respuesta de un Araújo alineado como lateral probablemente para atajar esta cuestión, siendo Latasa el que más ventajas sacó en ese tipo de jugadas emparejado con Koundé.
La alineación del francés en el centro de la zaga fue una de las principales sorpresas de un once azulgrana en el que, por lo demás, Xavi mantuvo la apuesta por los cuatro centrocampistas abriendo el campo con Raphinha y Balde, y dando entrada a Oriol Romeu y a Gündogan en el cuadrado de la zona ancha. A pesar de la superioridad numérica interior de su centro del campo, no obstante, al Barça le costó mucho trabajo poner en ventaja a los directores de su particular orquesta. Fueron clave en esto dos factores. Por un lado, la lectura que hicieron los tres centrales culers con balón de su superioridad numérica ante Latasa, pues hasta la pausa de hidratación no la aprovecharon para conducir, internarse en mediocampo y liberar a un compañero atrayendo la vigilancia de su marcador. Por el otro, la poca profundidad que aportaron Lewandowski, Balde y Raphinha al ataque permitió que el Getafe siempre pudiera defender hacia adelante, sin abrir distancias entre líneas y constriñendo la zona donde debían recibir Pedri y Gündogan para combinar con peligro.
Lo corrigió Xavi en la pausa, alentando a sus centrales a progresar con la pelota, y orientando a Raphinha a un rol más profundo y vertical buscando los espacios a la espalda de la zaga azulona. A través del brasileño encontró el Barça sus mejores minutos en el primer tiempo, usando sus carreras tanto para amenazar el área como para girar a las líneas del Getafe. Gracias a esto último pudo el Barça mejorar el contexto de su presión tras pérdida, con más distancia entre la defensa y el mediocampo del Getafe, y encimando a unos jugadores locales que, ahora, normalmente recibían el cuero de espaldas.
Similar efecto tuvo la entrada de Abde al descanso, ya sin Raphinha y en inferioridad numérica. Con el marroquí ubicado en la punta izquierda, compartiendo perfil con un Balde más contenido con tal de fijar a Portu lejos de Damián y posibilitar el aclarado de Abde ante el lateral getafense, dejando todo el carril derecho a Araújo y otorgándole a De Jong un doble papel de central en defensa y centrocampista en ataque. Sin embargo, el cambio más trascendente y el que mejor sentó a los visitantes ocurrió por dentro, y tuvo que ver con el tipo de construcción que emplearon los culers para hacer llegar el cuero hasta Gündogan y Pedri. Si durante el primer tiempo la ruta más frecuentada fue aquella en la que los centrales o mediocentros lanzaban hacia Lewandowski para que éste dejara de cara para los dos interiores, en la reanudación fue mucho más habitual que tanto Pedri como Ilkay recibieran directamente el esférico desde atrás, logrando así una mayor seguridad en el circuito de pases del que antes había permitido el Getafe emparedando al delantero polaco entre los centrales y el mediocentro.
A partir de este cambio, Pedri y sobre todo Gündogan lograron activarse más arriba, juntar pases cerca de la frontal y atraer al Getafe hacia la corona del área descubriendo espacios en banda, primero para un Abde muy abierto en la izquierda y posteriormente, también, para un Lamine al que esta vez tampoco le pesó la responsabilidad en la derecha. Explica Pep Guardiola que “en el baloncesto atacas a canasta y cuando el rival se cierra sacas el balón fuera y tiras el triple. En fútbol es lo mismo: tienes que atacar al punta, tienes que atacar a los pivotes y tienes que atacar a los centrales“, y este fue el efecto positivo que tuvieron Pedri y Gündogan para el juego de los hombres de fuera. De ahí que con sus respectivas salidas del campo disminuyera también la amenaza de los extremos azulgranas, pues si bien Ansu le añadió pegada al ataque, ni De Jong ni Gavi lograron construir un circuito de pases por dentro que juntara al Getafe en el carril central y liberara las bandas. Sin nadie que atacara a canasta, los triplistas perdieron el aclarado.
– Foto: JAVIER SORIANO/AFP via Getty Images