La maldición del espejo y el secreto a Demichelis
La Champions es esa competición en la que Seydou Keita es titular en tres de cuatro partidos fuera de casa en semifinales. En la que Motta o Van Bommel se suman a Edmilson en la medular, en la que con Juan Carlos se forma defensa de cuatro. Ayer, martes, Manuel Pellegrini y Gerardo Martino se levantaron por la mañana, se miraron al espejo y lo tuvieron claro. Se dijeron las verdades. El City no podía querer el balón del Barça ni los azulgranas el ritmo skyblue. Y actuaron en consecuencia. Los locales sorprendieron con la entrada en la media de Kolarov, formando pareja en banda izquierda con Clichy. Pellegrini cerraba las dos líneas de cuatro, liberaba a Silva que sería mediapunta, y añadía verticalidad y carril a sus contras. Martino, por su parte, salía con lo esperado y con la premisa bien clara de asegurar la posesión, de defenderse con el cuero, pues no tiene otra forma de hacerlo. Así dio inicio el partido, con los dos conjuntos apostando una ficha de más a la precaución.
El Barça empezó bien, moviendo rápido y ganando confianza. El City, desconcertante, flotando. Juntos atrás, con orden de no meter la pierna para no permitir el quiebro. Pellegrini conoce lo que le viene sucediendo al Barça las últimas temporadas: no encuentra soluciones arriba cuando se le cierran. Sin desborde por fuera ni disparo lejano, sin remate en el área, a los culés sólo les queda la inspiración técnica y no siempre llega. Además, Martino ahí está bastante atado de pies y manos, porque para generar espacios abriendo el partido necesita una consistencia atrás que el equipo no tiene ni por asomo. Siempre queda Leo Messi pero anoche Pellegrini aquí también movió ficha. Demichelis, argentino como Samuel, Zanetti o Cambiasso, jugaría con una marcha más que el resto. Sus compañeros esperarían, él no. Micho tenía que anticiparse a cada balón enviado a Messi. Lejos del área si fuera necesario pero tampoco demasiado. Si Leo bajaba por detrás de Touré o Fernandinho, el problema ya era de otro. Con el Barça ante un contexto en el que no produce y con Messi más o menos controlado, tampoco es que el City tuviera un plan de ataque demasiado poderoso, pero no se requiere de eso para generarle peligro a los azulgranas. Un par de balones directos a Negredo sobre la zona de Mascherano, las arrancadas de Kolarov en el sector de Xavi, las recepciones de Silva entre líneas… El balón estaba más cerca del arco de Hart, pero el gol del de Valdés.
Así se llegó al descanso, pero no podemos cerrar los primeros 45 minutos sin hablar de la salida de balón del Barça. Ya hace mucho que penaliza no tener un futbolista -o un mecanismo- que permita ventajas reales en esta fase del juego. Ayer Pellegrini se limitó a poner a dos hombres por fuera (Kolarov y Navas sobre Alves y Jordi Alba) y a emparejar a Touré y Fernandinho con Xavi y Cesc. Quedaba Busquets para hacer la superioridad 3×2, pero en realidad no. Como el City mandaba con los centrales a Negredo y a Silva, el mediocentro se tuvo que meter atrás para hacer línea de tres. Se consigue superioridad en defensa pero se pierde en mediocampo. El primer pase es tan limpio como engañoso, tuvo que venir Iniesta.
Como decíamos, así se llegó al descanso, con el Barça más preocupado que su rival pese a monopolizar el control del esférico, pero en la reanudación una pérdida de Navas, un balón al espacio a Messi y el derribo de Demichelis. Penalty y expulsión. Leo te lleva al límite. No sólo fue el gol, sino que el Barça pudo matar la eliminatoria en los minutos siguientes. Pellegrini estuvo lento recomponiendo al equipo desde el banquillo, y durante unos minutos que para el Etihad fueron eternos, la pareja de Komapany -enorme partido- fue Fernandinho. Triple problema: faltaba el hombre clave en la marca a Messi del primer tiempo, el futbolista que ocupaba su lugar no era central y además implicaba sacarlo de donde sí suma. Como si ante la expulsión de Mascherano el Barça pusiera atrás a Iniesta.
El Barça pudo matar pero no lo hizo, y llegó el cambio en el City. Fueron dos: Lescott por Kolarov y Nasri por Navas. Se abrió el partido. Entre que a los locales les interesaba y que el Barça se había venido arriba con el gol y la vulnerabilidad rival anterior al doble cambio, el ritmo del partido subió varios puntos. No era el mejor escenario para el Barça, pero el que dirige Martino es un equipo de héroes que se agarra a la competición como nunca nadie ha hecho, tenían a Valdés en la portería, el coraje de Piqué y Mascherano, y a Neymar en el banco. Los minutos del brasileño fueron directos al corazón de City. Se situó en banda derecha (la derecha que ya no tenía a Kolarov) y cada recepción fue una puñalada. Tan vertical como horizontal, fue a la vez amenaza y orden. Hilvanó cadenas de pases, conquistó el espacio y maltrató a Lescott y Clichy, un duo que se queda corto a estos niveles. De sus botas salió el balón del segundo gol y de su sentido el espacio desde el que remató Dani Alves. Un tanto que si bien no resuelve la eliminatoria, sí la deja muy de cara. Quedan tres semanas, y estará el Kun Agüero.
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MessieurDugarrry 19 febrero, 2014
Quizas fuera yo, o quizas ya se haya dicho…. pero el segundo gol no es una réplica casi exacta del gol de Belleti en Paris?
Saludos
Morén 19 febrero, 2014
Son idénticos! Y en los dos el delantero se lleva de su posición a un central, que para más coincidencia, en los dos casos, es de nacionalidad inglesa.
JuanCreed 19 febrero, 2014
Que grandes recuerdos me trae ese gol de Belleti. Como a todos, supongo. Y si, la verdad es que ahora que lo mencionas son muy, muy parecidos.
JuanCreed 19 febrero, 2014
“El balón estaba más cerca del arco de Hart, pero el gol del de Valdés”.
Yo no sé hasta que punto es real eso de que el gol estaba más cerca de nuestra portería. Obviamente hubo situaciones peligrosas en el área de Valdés, pero al final de la primera parte creo que era bastante igualado el número de tiros a puerta (uno por equipo) y de llegadas. La mayoría de llegadas del City se quedaron en nada. Creo que solo la de Kompany fue verdaderamente peliaguda para Victor, por su salida en falso (por ser políticamente correcto). El resto fue mucho ruido y pocas nueces.