
La previa estaba marcada por una ausencia de Ibrahimovic que por lo que parece al PSG ya le fue bien, algo que difícilmente ocurrirá de nuevo a menos que el rival vuelva a ser el Barça. Sin el sueco se paró menos, y arriba pudo entrar un Pastore que las pescó todas. Como la última vez que estos dos conjuntos se vieron las caras, el argentino destrozó la transición defensiva culé a la espalda de una presión, otra vez, mal entendida. Aunque con el partido en marcha apareció por distintas zonas, de entrada Pastore no se situó en banda izquierda, sino que partió de una posición centrada a la espalda de Busquets y demasiado lejos de Mascherano y Mathieu. En el perfil zurdo quedaba Cavani, para buscar la espalda de Dani Alves y cargar un segundo palo que defendía el lateral brasileño y el 1,75 de Mascherano cuando Lucas centraba desde la derecha. El extremo brasileño, más fijo y abierto, fue una salida constante para su equipo, en un perfil defensivo azulgrana débil en lo colectivo y desafortunado en lo individual si personificamos en Jordi Alba.
Lo cierto es que por los dos carriles pudo avanzar bastante limpio el conjunto local, pues por la izquierda Maxwell, al inicio, plantó sin demasiados apuros al equipo en campo rival, hasta que el Barça ajustó y alternó su inicial defensa 4-3-2-1 con un 4-4-2 en campo propio en el que Pedro caía a la derecha. Pese al ajuste, los visitantes sin balón fueron muy vulnerables. Por fuera el dibujo no tiene resuelta la defensa del lateral rival si éste sube, por dentro una presión sin situación de partida favorable abría el grifo de las líneas de pase a Pastore, y además las pérdidas de los azulgranas al inicio de la jugada se sucedieron con una cadencia preocupante. Al fin y al cabo el Barça iniciaba con Mascherano, Mathieu, Busquets, Alves y Jordi Alba, y se echó de menos alguna pieza más potente para asumir la responsabilidad del primer pase, ante un adversario que no apretó muy arriba pero que físicamente es élite absoluta, como demostró a balón parado.
Incluimos a los laterales en este circuito o zona de salida porque, otra vez, como el pasado fin de semana, estos jugadores avanzaron en línea con el balón y no esperaron abriendo el campo por delante de él como había venido sucediendo. Como consecuencia, por un lado los interiores se acercaron más a Messi y Neymar, y entre los cuatro edificaron combinaciones de gran nivel y al alcance sólo de unos pocos, como la que dio origen al gol del empate a uno. El más inspirado fue Messi, líder y bastión del juego de ataque del Barça, siempre fue amenaza. En segundo lugar, la ocupación menos fijas de las bandas matizó la posición de los delanteros, que alternaron comportamiento de punta con un juego más cercano a la cal. Neymar ralló a un buen nivel, mezclando apoyo, combinación, filigrana, ruptura y sorpresa, mientras que el panorama para Pedro fue menos alentador. Al canario, que se mostró insistente, le salieron muy pocas, y como da la impresión que los compañeros le están perdiendo la fe y le siguen con menos esperanza, incluso las jugadas individuales en las que tenía éxito, apenas eran aprovechables.
Probablemente faltó movimiento por delante de Messi, una suerte en la que Neymar estuvo poco acompañado, pero el Barça merodeó el peligro en un ataque estático convincente al que el PSG sobrevivió gracias a unos excitadísimos David Luiz y Marquinhos, y a un sibilino Thiago Motta. Es posible que en ese triángulo estuviera la diferencia. Mientras en un bando los centrales empujaban y llegaban al cruce como quien va a lomos de un relámpago con el mediocentro sumando oficio en la corona, del lado culé Mascherano, Mathieu y Busquets sufrieron horrores en campo propio. Los tres tienen su contexto defensivo ideal en la mitad rival, y dos de ellos, fuera de ese escenario, son una debilidad. A Mascherano volvimos a verle las costuras cuando tiene que custodiar el área, y Busquets apenas fue freno para Pastore y para un Cavani que siempre detectó con tino el mejor destino para sus movimientos. El PSG, defendiendo por muchos momentos en 4-4-2 con Lucas y Matuidi en las alas, dejaba a los dos latinoamericanos arriba y tras recuperación filtraban sin dificultad y éstos le metían el agua en casa a los de Luis Enrique.
En los últimos minutos y a la desesperada, Luis Enrique plantó defensa de tres quitando a Alves y dando entrada a Sandro. Mascherano cayó a la derecha y Alba se sujetó atrás en la izquierda, mientras por delante Neymar y Munir abrían los carriles y junto a Sandro estiraban la lona para Leo Messi. Pudo marcar el Barça como pudo hacerlo el París Saint Germain, que siempre encontró una salida peligrosa con Cavani. El Parque de los Príncipes fue una buena piedra de toque para que se dejaran ver carencias que todavía no habían aflorado, y sobre las cuales trabajar. Una derrota a tiempo que debería servir.
