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El único camino en Europa

El único camino en Europa

Desde el regreso de Luis Suárez y Leo Messi al equipo, el Barça, aparentemente, sólo puede defender eficazmente de una forma. Por un lado la estrechez del 1-4-4-2 sin balón, en la era de laterales tan importantes como delanteros, castiga su repliegue, bien porque el rival halla por fuera la oportunidad de progresar e instalar el partido en terreno pantanoso, o bien porque el llamamiento de uno de los centrocampistas centrales hacia el exterior destapa agujeros interiores en el corazón del entramado defensivo culé. Además, puesto que atacando desde muy abajo la delantera echa en falta una velocidad para abarcar grandes espacios que sus referentes no tienen, en este tipo de contexto al equipo de Valverde se le hace costoso castigar el sufrimiento recibido.

Por otro lado, sin embargo, la presencia combinada de los dos veteranos delanteros y de su escasa adecuación física a la hora de realizar esfuerzos prolongados en la presión, dificulta que sea la primera línea de contención la que tire del resto de jugadores para lograr que el conjunto se agrupe defensivamente en campo contrario. Con opciones para una salida de balón rival cómoda, si el mediocampo barcelonista va hacia arriba el contrario descubre la oportunidad de filtrar una pelota a su espalda que comprometa la respuesta de la pareja de centrales culés. Para el Barça replegar significa no poder taparlo todo y ver desde demasiado lejos la portería rival, pero para huir de ello requiere de una apuesta por la presión alta que no pase por sus dos futbolistas más adelantados.

Probablemente, la respuesta al rompecabezas blaugrana la tenga el balón, en tanto que es éste quien, a partir de todo lo acontecido previamente al momento de la pérdida y, por lo tanto, del intento de recuperación, pueda dar forma a un escenario para la presión más sostenible. Uno en el que el bloque se encuentre situado arriba y en pocos metros, que le haya dado orden y permitido agruparse alrededor del cuero para que lo que separe del robo a cada jugador sean esfuerzos cortos, y que, a su vez, haya sido capaz de girar y desorganizar lo suficiente al contrario como para que sus posibilidades de salida resulten mucho más sucias y enrevesadas. No en vano, es cuando lo consigue cuando al Barça parecen encajarle todas las piezas. Cuando Messi, Griezmann y Suárez pueden arrancar las jugadas cerca del área sin necesidad de alargar las carreras, cuando los laterales pueden mantener la anchura del ataque ocupando ambas orillas en el último tercio del campo, cuando Busquets y el mediocampo pueden defender encerrando la presión en muy pocos metros sin por ello comprometer su espalda, y cuando la dificultad de contrario para lanzar un pase entre líneas resta exposición a los centrales del Barça.

No obstante, el partido de los de Valverde en Praga no fue ejemplo de ello, pues el Slavia que dirige Jindrich Trpisovsky dio con dos formulas para impedirle a los catalanes un desempeño como el descrito en el párrafo anterior. La más novedosa fue la que enmarcó el primer tiempo, ya que combinó la ausencia de presión sobre los primeros pases culés, la apuesta por una línea defensiva notablemente adelantada que dejaba muchos metros entre los centrales y el meta Ondrej Kolar, y una serie de persecuciones muy agresivas y prolongadas en la estrecha parcela que los locales delimitaron a la hora de defender. Piqué y Lenglet podían ganar metros con el balón controlado hasta ver de cerca a sus homólogos checos cerca de la línea divisoria, pero la imposibilidad de una recepción intermedia de un centrocampista visitante los invitó, una y otra vez, a verticalizar el juego en busca de un pase dirigido hacia las zonas más descongestionadas.

En este sentido, la total  obediencia en el retorno de Masopust por banda derecha y de Olayinka por la izquierda hicieron que ni Semedo ni Jordi Alba se incorporaran a la jugada solos, dejando para Suárez y Griezmann los desmarques más intimatorios. Dada la imprecisión del uruguayo, lo fueron especialmente los de Antoine, aprovechando los servicios en diagonal de Gerard Piqué y los desmarques verticales sin balón de Arthur para reclamar por dentro la atención de su marcador. El problema para el FC Barcelona, en esta parte del encuentro, fue que ante la tentación de verticalizar el juego perdió pausa, terquedad para encontrar a sus mediocampistas y pases hacia atrás que le permitieran estar junto tanto en ataque como en el momento de la pérdida.

La fórmula de Trpisovsky para el segundo tiempo, sin embargo, resultó más habitual en los duelos europeos del Barça, pues tuvo que ver con el aumento de la presión local en primera línea, y con las dificultades barcelonistas para discutir un guión de estas características sin velocidad en la punta para amenazar a tantos metros de la portería contraria, ni bandas abiertas por delante de los laterales que abriesen el campo en el inicio de la jugada y que, por lo tanto, expandieran el espacio a defender por parte de su adversario. El Slavia pudo juntar a sus hombres en la presión, sin que el Barça hiciera mucho para separarlos. Quizá por ello recurrió El Txingurri a Ousmane Dembélé, buscando en el francés una opción de ataque que combinara la amenaza exterior con la capacidad de aproximar al equipo al área rival a pesar de comenzar los ataques más cerca de la propia. Afortunadamente para los culés, en ella cuentan con la protección de Marc-André ter Stegen, nuevamente protagonista y explicación de la victoria azulgrana.

– Foto: Thomas Eisenhuth/Getty Images

Comments:2
  • Iniesta10 28 octubre, 2019

    Creo que con este equipo se podrá ganar la liga, pero no la champions. A partir de marzo, cuando en europa ya solo quedan muy buenos equipos, jugadores como Suárez y Busquets ya no dan el nivel de lo exigible en un equipo que quiere ganar la champions. Por otro lado, Griezman, jugando por la banda izquierda, solo es un buen jugador, nada diferencial, y Dembelé esta temporada debería dar un paso adelante, pero de momento no parece que lo esté dando.

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  • Iniesta10 28 octubre, 2019

    La cara de Messi y Suárez al final del partido ante el Slavia, así como la invitación a la reflexión de Ter Stegen, invitan a pensar que puede que, ahora si, quizás estemos en el final de ciclo de algunos jugadores. El Slavia ha enseñado a toda Europa que neutralizando nuestro centro del campo, el Barça es muy batible, no batible, sino muy batible.

    En la rueda de prensa de Valverde después de ese partido, tuve la sensación de que Valverde estaba muy nervioso, echaba balones fuera, y no quería entrar a analizar lo que había ocurrido, que para mi fue bastante grave teniendo en cuenta los partidos contra el Dormund e Inter.

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