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Los interiores fantasma

Los interiores fantasma

Quien más quien menos, no hay equipo que no sufra sacando el balón en la era de las presiones adelantadas. La coincidencia de dos deseos que son tendència general, por un lado el de salir jugando desde atrás y por el otro el de apretar el inicio del contrario lo más arriba posible, enmarcan una batalla que define la contemporaneidad del fútbol de primer nivel. Por regla general, hoy gana el equipo que más y mejor se impone en esta concreta disputa. El Barça de las últimas temporadas ha sido uno de los aspirantes más castigados por el cambio, y lo ha sido, paradójicamente, a pesar de reunir en las primeras fases de la jugada a un grupo de futbolistas aparentemente perfecto para hacerle frente al nuevo escenario. A la hora de darle salida al juego, pocos equipos, por no decir ninguno, reúnen tantas posibilidades en el pase, la conducción, la protección y la visión de juego como uno que tiene a un portero como Ter Stegen, a dos centrales como Piqué y Lenglet, a laterales como Sergi Roberto y Jordi Alba y a centrocampistas como Busquets, De Jong o, entonces, Arthur Melo.

Sucede que hoy en día es tal el proceso de desarrollo que han experimentado las presiones adelantadas que del mismo modo que en éstas participa la práctica totalidad de los equipos, también para aplicar el antídoto la respuesta precisa de una puesta en escena coral. Siendo así, las versiones más recientes del Barça no acompañaron a las virtudes y aptitudes de sus futbolistas más implicados directamente con el inicio del juego, con una formulación colectiva que las favoreciera. Ni profundidad desde el ataque para separar a la defensa rival de la emboscada, ni amplitud desde los extremos para impedir que los laterales contrarios se sumaran al acoso por dentro, ni centrocampistas situados en un segundo escalón como amenaza a la espalda de la primera línea. En el momento de sacar el balón jugado, lo que ocurría lejos de la pelota ahogaba a quienes estaban cerca del cuero.

Un buen ejemplo de esto es el de Clément Lenglet, anoche triste protagonista debido a su expulsión, pero un futbolista que en el arranque liguero se está destapando como un elemento mucho más decisivo que antaño con el balón en los pies, gracias al decorado donde el nuevo Barça le permite desarrollarlo. Ante el Celta, igual que contra el Villarreal, Lenglet disfrutó de las aproximaciones de De Jong para generar superioridad numérica en el primer escalón, de la presencia de Coutinho situado a la espalda de los interiores vigueses, de Ansu Fati ensanchando el campo y corriendo al espacio, y de Griezmann en la otra orilla habilitándole el cambio de orientación. Lo que antaño era un muro, fue una ventana abierta.

Óscar García había tomado nota de las dificultades culés ante presiones adelantadas, y como consecuencia optó por adaptar a su equipo para la ocasión. Utilizando a Olaza como tercer central e invirtiendo el orden de su centro del campo, el técnico catalán ajustó posicionalmente al cuadro local de tal manera que el emparejamiento por pares sin balón le resultara mucho más automático. Dos puntas para apretar a los dos centrales, dos interiores para emparejarse con Busquets y De Jong, Tapia como pivote en la zona del mediapunta del Barça, y una defensa de cinco para poder adelantar a los carrileros tanto como demandara la posición de los laterales azulgranas, manteniendo un tres contra tres en última línea contra el tridente atacante de Koeman. En este escenario, justamente, la llave de los visitantes para abrir la puerta la tuvieron los alejados.

En primer lugar, por cómo los extremos estiraron hacia fuera y hacia atrás a sus respectivos pares, pero, sobre todo, por la interpretación que Coutinho y Messi hicieron de una demarcación que, sobre el papel, no existe. Se convirtieron en dos interiores que el Celta no esperaba. A la espalda de Denis y Gabri Veiga cuando éstos presionaban a la pareja de mediocentros del Barça, no sólo colocaron un doble reclamo a una altura en la que su rival sólo ubicaba a Renato Tapia, sino que además lo hicieron con la inclinación precisa para retar al mediocentro celtista hacia el costado. Si el peruano acudía a su derecha para contener la recepción de Coutinho, Messi aparecía a su izquierda, y si era Leo quien lo arrastraba, entonces Philippe se liberaba para recibir, girarse y verticalizar en dirección a portería, con una fluidez soltando el balón poco habitual en él. Además, la amplitud a la que Ansu y Griezmann obligaban a los dos centrales exteriores del Celta, dejaba a Murillo como único ocupante del carril central en defensa, provocando que el colombiano no pudiera perseguir a Messi con el mismo convencimiento cuando el diez se aproximaba a la zona de medios.

Que el ajuste táctico de Óscar jugando con tres centrales tuviera la presión por pares como motivación principal, no quitó para que también influyera en otras fases del juego. Así, por ejemplo, valió para que con balón el Celta fijara la presión de Ansu y Griezmann sobre uno de sus centrales, obligando a las salidas a banda de De Jong, Busquets, Piqué o Lenglet cuando un interior o un punta local se acercaba al costado generando el dos contra uno sobre el lateral del Barça. Lo aprovechó especialmente Gabri Veiga para atacar por el carril del ocho, después de que Aspas o Emre Mor le despejaran el camino. Por otro lado, cerca del área de Iván Villar, la defensa de cinco le permitió al Celta protegerse de las apariciones de Jordi Alba al espacio, asumiendo Aidoo la marca de Ansu cuando el canterano culé trataba de arrastrar a Mallo fuera del carril, pero a cambio le concedió libertad al lateral izquierdo del Barça en zonas más próximas al mediocampo. Con Busquets en el pivote, De Jong moviéndose de abajo a arriba y ambos laterales involucrados en la medular, el Barça logró fluidez y velocidad haciendo llegar el balón a sus piezas más adelantadas.

Ya con diez hombres tras la expulsión de Lenglet, y con Piqué reubicado como central izquierdo para que Araújo ganara comodidad en su perfil natural, la actuación de los de Koeman se sostuvo en dos argumentos de peso. En primer lugar, su respuesta defensiva le valió para contener la necesidad celtista, organizando dos líneas de cuatro por detrás de Messi que le permitían doblar por fuera y reforzarse por dentro. En este tramo se hizo grande la figura de Sergio Busquets, que acompañado en el núcleo de la media se impuso tanto en la recuperación como oxigenando la salida. El segundo argumento culé fue su capacidad para seguir amenazando a la defensa del Celta a pesar de jugar con uno menos y de arrancar muchas veces los ataques desde una posición hundida. La actividad de Messi luchando en solitario hasta ganarle el tiempo suficiente a la jugada para que sus compañeros se incorporaran, y la capacidad de futbolistas como Ansu, Coutinho, De Jong, Trincao, Pedri o los laterales para transitar sin comprometer el control del cuero, le valieron para disputar un segundo tiempo diferente a los que ha conocido estos últimos años. Incluso teniendo muchas veces más cerca a Neto que a Ivan Villar, la portería del Celta nunca estuvo lejos.

– Foto: MIGUEL RIOPA/AFP via Getty Images

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