
Sobre puertas y muros
En el fútbol, como en la vida, muchas veces la clave está en saber aprovechar la oportunidad. En estar en el lugar y en el momento justo. Por eso no es lo mismo disfrutar de una única bala que guardar munición de repuesto en el cargador. Poder jugar una bola extra. Tener más de una puerta abierta. Lo explicaba perfectamente Eusebio Sacristán, pieza importante en el Dream Team de Cruyff, recordando cómo cambió su contexto a las órdenes del entrenador neerlandés: “En aquel momento predominaba mucho el 1-4-4-2, y en ese sistema yo sólo podía jugar en una posición. Se jugaba con un centrocampista de perfil más defensivo y con otro de perfil más técnico y organizador al lado. En esa posición es dónde yo encajaba. Pero de repente llega Cruyff y su propuesta es que en el mediocampo haya un rombo con cuatro jugadores por dentro. De esta forma yo podía jugar en cuatro posiciones. Tenía más posibilidades de entrar en el equipo”.
Algo parecido le está ocurriendo a Riqui Puig en el Barça de Ronald Koeman desde que el técnico azulgrana ha abrazado el 1-4-3-3. Si antes, en un 1-4-2-3-1 sin interiores, el encaje del canterano resultaba tácticamente forzado, el cambio de dibujo y el uso de hasta dos centrocampistas de su naturaleza en el once le han abierto dos puertas donde no había ninguna. El Barça ha pasado de jugar con dos mediocentros por detrás de un centrocampista más adelantado, a hacerlo con un único pivote a la espalda de dos medios más ofensivos, circunstancia que sumada a la lesión de Coutinho y a la salida de Carles Aleñá ha disparado el protagonista de Riqui Puig. Contra el Alavés sumó su décima aparición de 2021, jugando todos los minutos del encuentro y ostentando titularidad en el interior izquierdo como reemplazo de Pedri.
Como el canario, Puig es un interior con más gusto por la pelota que por los espacios, con habilidad para activar la mediapunta y lectura para juntarse con Leo Messi en el carril central. Fue una de las novedades en el once de Koeman que evidencian la apuesta del técnico por el actual sistema de juego culé, y su defensa de los perfiles que lo componen. Así, junto a Riqui se situó Ilaix Moriba para suplir en el papel de interior llegados a un De Jong desplazado a la defensa, al tiempo que Trincao asumía el encargo de abrir el ataque por banda derecha que habitualmente recae en Ousmane Dembélé. Con Messi, Griezmann y Busquets completando las casillas en el mediocampo y la delantera, Ronald cambió pieza por pieza para que la estructura general y el desarrollo habitual del juego se vieran lo menos afectados posibles por los descansos.
Tanto es así que, pese a presentar una alineación en la que hasta cinco posiciones eran ocupadas por no habituales, la novedad más significativa no residió en los protagonistas sino en el ajuste que el técnico había preparado para sacar el balón desde atrás. Sabiendo que el Alavés de Abelardo corona su sistema con dos delanteros como Joselu y Lucas Pérez, Koeman recuperó la fórmula de la salida de tres para iniciar la jugada, en esta ocasión manteniendo a Busquets por delante de los centrales y sujetando atrás y en una posición centrada al lateral Mingueza. De este modo el Barça encontraba superioridad numérica en el primer escalón, un apoyo justo por delante en el mediocentro, y la posibilidad de atraer hacia dentro a los medios de banda visitantes para generar el aclarado por fuera. Esto último ocurrió sobre todo con Trincao y principalmente durante el tramo inicial del duelo, pues mientras en el perfil de Junior Édgar Méndez asumió tareas de carrilero persiguiendo al lateral culé, en la otra orilla sí fue más habitual ver a Córdoba interiorizar su defensa permitiendo que a Trincao le llegara el balón franco y en zonas muy adelantadas.
Fue esta una fase de dominio claro de los locales que, sin embargo, bajó su autoridad en la medida que el extremo portugués se desenganchó de la cal para aparecer en la mediapunta. Además de su iniciativa individual, seguramente el movimiento lo reforzó la forma cómo el Alavés ajustó su presión, desistiendo de encimar a los centrales y centrando sus atenciones una línea por detrás. Con uno de los puntas vigilando a Busquets, y el otro incrustado en la medular como un centrocampista más, al tiempo que sobrepoblaba el carril central Abelardo esquivaba que la primera ventaja culé superara a alguno de sus hombres. Mingueza, De Jong y Lenglet quedaban por detrás del balón, en un tres contra uno redundante que privaba al Barcelona de sumar más efectivos arriba, y que finalmente invitó al lateral a subir.
De este modo, los locales pasaron a abrir el campo con Mingueza y Junior, dos piezas cortas de desequilibrio, y a concentrar en el carril central al resto de jugadores. El atasco lo rompió Leo Messi, retrasando y abriendo su posición a banda derecha, como reclamo para moverle el eje al sistema defensivo del Alavés. El argentino arrastró el centro de gravedad babazorro, facilitando la creación de espacios por dentro y atrayendo jugadores lejos de Pacheco para castigar en profundidad buscando el envío hacia Junior, Griezmann o Trincao. Una profundidad recíproca, que situara a los delanteros azulgranas delante del portero y que, a su vez, desde esa amenaza, girara a la zaga vitoriana de espaldas a las llegadas del Diez. Separar las líneas del rival para filtrarse entre sus grietas y hacer añicos el muro.
– Foto: LLUIS GENE/AFP via Getty Images