
Dr. Sergio y Mr. Busquets
Después de terminar su carrera en los banquillos, en una ocasión le pidieron a Johan Cruyff hacer el ejercicio de definir en una frase a algunos de los protagonistas del Dream Team. El neerlandés aceptó el reto: “¿Laudrup? Pura elegancia, ¿Txiki Begiristain? El más inteligente, ¿Romário? El mejor…” Cuando llegó el turno de hablar sobre Pep Guardiola, Cruyff se descolgó con una sorprendente afirmación: “Podría jugar en cualquier equipo del mundo“. Lo extraño de la frase que había elegido El Flaco para definir al de Santpedor no residía en la calidad que automáticamente le imputaba al centrocampista, pues Pep estaba considerado uno de los mediocentros más importantes de su generación, sino porque el singular perfil futbolístico del canterano no era demasiado popular en los cánones de la época. A finales de los noventa, cuando el juego de Guardiola atravesaba su momento de mayor madurez a los mandos del Barça de Van Gaal, los principales clubs y selecciones preferían para su mediocampo a hombres de características distintas a las del catalán, como Deschamps, Petit, Roy Keane, Mauro Silva, Dunga, Simeone, Jens Jeremies o Dietmar Hamann.
Incluso en el Barça, contaba Johan que cuando quiso ver en acción a quien los técnicos de La Masia catalogaban como la mayor perla de la cantera culé, descubrió con asombro que Guardiola no jugaba con el filial debido a una teórica inferioridad física que a él no le resultó un impedimento para entregarle el mediocampo del primer equipo. Según Cruyff, Guardiola podía jugar en cualquier equipo del mundo, pero ninguno jugaba con un futbolista como Pep. Y es que el enunciado del ex-técnico, simple y en apariencia elemental, como tantas otras veces escondía una vuelta de tuerca. Si Guardiola podía jugar en cualquier equipo del mundo no era porque todos practicaran un juego acorde a las características del de Santpedor, sino porque, situado en ellos, Pep los haría jugar a su manera. Anticipando una de las singularidades más claras de su posterior trabajo como entrenador, también como futbolista Guardiola era capaz de imprimir su propio sello en el equipo, generándose un contexto de juego adecuado para poder jugar en él. Ya fuera a las órdenes de Cruyff, de Robson, de Van Gaal, de Clemente, de Camacho o de Carlo Mazzone. Hasta que en 2002 se cruzó con Fabio Capello en Roma y, ya veterano, su fútbol no pudo doblegar las ideas del técnico italiano: “Le tengo en gran estima como jugador y como persona, lo que ocurre es que no ha encontrado espacio“.
Quizá Sergio Busquets nunca haya sido un jugador con el poder de crearse sus propios contextos de juego, sino uno capaz de disparar tanto su nivel como el nivel del equipo cuando se le proporciona el ecosistema adecuado. O quizá sí lo ha sido pero, como aquel Pep que aterrizó en Roma al final de su carrera, ahora los años le hacen necesitar un abrigo que antes podía proporcionarse él mismo. Sea de un modo u otro, hace tiempo que la figura del mediocentro del Barça se enmarca en un juego de contrastes. De unos claros y unos oscuros que esconden dos versiones del jugador prácticamente contrapuestas. Un Busquets que en el día a día como azulgrana sufre enormes dificultades para imponer su juego en los partidos, y otro Busquets que, tanto con la selección como durante los meses en que Ronald Koeman optó por la defensa de cinco el curso pasado, no solo recuerda al Sergio de siempre sino que lo completa con la jerarquía que da la experiencia. Dos Busquets distintos. ¿O son el mismo?
– Con balón en campo propio | La salida desde atrás
De un tiempo a esta parte, una de las cuestiones que más han determinado la presentación de las dos versiones de Sergio Busquets es la forma cómo sus conjuntos diseñan el inicio de la jugada. Sobre todo a propósito de la altura del mediocentro cuando el equipo dibuja una primera línea formada por tres futbolistas. Se trata de una organización habitual en el fútbol de hoy tanto en equipos que apuestan por la línea de cinco como en los que prefieren la línea de cuatro, y que esconde motivaciones de lo más variadas: generar la superioridad numérica ante la presión de dos delanteros, lateralizar a los centrales para abrir la telaraña del rival, acercar posibles receptores de los pases del guardameta, cubrir la salida en conducción de uno de los zagueros… Ni para el Barça ni para la selección es una solución extraña, aunque el papel de Sergio Busquets acostumbre a ser diferente en cada caso.
Si en el conjunto azulgrana es habitual ver al catalán integrarse en el primer escalón situado entre los dos centrales o a un lado de la pareja, en la España de Luis Enrique resulta más frecuente que el jugador que se sujeta atrás junto a los dos centrales sea César Azpilicueta desde el lateral derecho. Delegando la plaza de tercer central en el jugador del Chelsea, Busquets mantiene con la selección una posición más adelantada, como primer punto de apoyo sobre el que hacer pivotar la salida. Así, el principal beneficio que encuentra Busquets jugando más arriba en el inicio de la jugada es el tiempo. Sergio es un mediocentro atípico, cuyas virtudes tanto con balón como sin él relucen más en la medida que se acerca al área rival. Su posición debería hablar de un futbolista que impacta en las inmediaciones de su área, pero su juego lo hace de uno que es decisivo cerca del área contraria, gracias a su capacidad agilizando la circulación, haciendo llegar la pelota al delantero o acorralando al oponente desde la presión adelantada. Para contar con sus armas, pues, el equipo necesita instalarlo en campo contrario, un objetivo que se aleja cuando Sergio arranca la jugada como tercer central.
En primer lugar por el evidente incremento de la distancia a recorrer, la cual requiere que el equipo sea capaz de esperar al mediocentro. De darle el tiempo suficiente para llegar a la altura del campo desde donde el catalán marca los límites espaciales del partido. Donde su fútbol levanta el campamento. En segundo lugar, además, con Busquets haciendo las veces de momentáneo tercer central el equipo pierde al mediocentro como opción de pase atrás para los interiores, que sin la posibilidad de pausar la jugada son empujados a verticalizar la acción de ataque antes de que Sergio pueda recuperar su ubicación en la línea de medios, por delante de los centrales. Es algo que sí pudo darle el Barça cuando la temporada pasada adoptó un dibujo con tres centrales pues, con jugadores como Piqué, Araújo, Mingueza, Lenglet o incluso De Jong cubriendo las tres primeras vacantes por delante del portero, mantenía al mediocentro en su posición. Cerca de Pedri. Cerca de Messi. En medio de todo.
– Con balón en campo rival | El sentido del pase
Es imposible entender la irrupción de Sergio Busquets en el primer equipo del Barça sin la figura de Xavi Hernández. Formado también en las categorías inferiores azulgranas, el de Terrassa había sido cincelado según el molde de el ‘4’, una forma particular de ejercer como mediocentro que Guardiola marcó como emblema y de la que Xavi estaba llamado a ser el siguiente eslabón. Un pivote por delante de la defensa encargado de organizar y dirigir el juego de ataque. El futbolista por el que debían pasar todos los balones para que sus botas los despidieran con las ideas más claras que antes. Un director. Un creador de juego. Sin embargo, a pesar de haber crecido acunado por el círculo central, primero Radomir Antic y después Frank Rijkaard cambiaron la carrera de Xavi adelantándolo al puesto de interior para que se convirtiera en leyenda. No se mudó con las manos vacías, si no que en su viaje cargó con todo cuando aprendió en la escuela de el ‘4’. Xavi seguiría siendo un ‘4’, pero desde otro lugar del campo. Seguiría siendo el encargado de dirigir y crear el juego de ataque de su equipo desde una posición más próxima a la portería contraria. Por eso su matrimonio con Busquets no podía ser más perfecto.
Sergio había recorrido el mismo camino pero en la dirección opuesta, terminando de pivote después de haber crecido como interior, y su juego era justo lo que necesitaba Xavi para potenciar todas sus virtudes desde su nueva ubicación sobre el campo. Busquets no quería el mando que por norma llevaban incorporado los ‘4’ de La Masia, y su elástico vínculo hacia el círculo era una constante invitación para que Xavi se reencontrara con zonas que seguía considerando suyas. Sergio le concedía el espacio y el balón, sin levantar obstáculos a su camino pero manteniéndose cerca de él. Y es que Busquets, además, exhibía un ritmo endiablado en la combinación que lo convertía en una suerte de pared en la que poder apoyarse para dar continuidad a la jugada. Técnicamente al nivel de los mejores y con la lucidez perfecta para servir el pase en la dirección correcta, era un escudero inmejorable al servicio del director de la orquesta. En el FC Barcelona, el adiós de futbolistas como Xavi, Iniesta o Dani Alves poco a poco cargó las funciones de creador en las espaldas de Leo Messi. Epicentro del juego barcelonista, el argentino fue heredero de todos ellos sin renunciar por ello al impacto que siempre le había sido propio. El más letal en los últimos metros debía ser también la voz de mando para llegar al área rival.
Una voz que este verano ha abonado Barcelona, y que a falta de un sucesor ha dejado sin dueño la batuta del juego culé. Para Sergio Busquets, el nuevo contexto no solo le ha privado del tipo de compañía junto a la que más reluce su fútbol, sino que le ha obligado a ejercer un papel distinto en los ataques del equipo. De continuador, a origen. De darle ritmo a la circulación y balón a los futbolistas más productivos del equipo, a tener que encontrar él la solución en ataque para que aparezca la ocasión de gol. No por nada, acostumbrado a rondar el 90% de acierto en el pase en campo rival, este curso su porcentaje de éxito ha bajado hasta un 82%, la cifra más baja desde que llegó al primer equipo. Se trata de un descenso que Busquets no traslada a la selección española, donde su acierto pasador más allá de la divisoria escala hasta un 92%, rodeado de futbolistas como Koke, Gavi, Rodri o Pablo Sarabia, y participando de una propuesta ofensiva que construye soluciones para llegar al área contraria de forma más coral.
– Sin balón en campo rival | La presión
Pocas acciones del juego definen mejor a Sergio Busquets que el robo adelantado. En palabras de Quique Setién, “seguramente es el futbolista que mejor entiende y mejor lee su posición cuando el rival recupera el balón. Él sabe muy bien y tiene metido en la cabeza lo de ir hacia delante a robar“. Su dominio posicional, su olfato adivinando las decisiones del contrario cuando intenta salir a la contra y sus atributos físicos a la hora de reducir espacios e interceptar el pase lo convierten en un manto que amenaza con dejar sin oxigeno al conjunto rival cuando el esférico cambia de manos. Por eso, también en fase defensiva, Busquets es un mediocentro que crece cuando su equipo le permiten instalarse cerca del área contraria, próximo al balón e impulsando una respuesta desde la presión de todo el colectivo. Es la base sobre la que descansan los intentos de sus compañeros de recuperar el balón arriba, una base que cuanto más lejos menos fuerza tiene para empujar. Tan marcado es su perfil defensivo, voraz en la recuperación pero débil en el repliegue, que adaptarse a él suele determinar la suerte y seguridad de sus equipos cuando no tienen el balón. En primer lugar porque una figura como la de Busquets les permite multiplicar la eficacia de su presión, y en segundo porque la poca versatilidad defensiva del mediocentro condiciona otro tipo de respuesta.
Sergio siempre se expresa desde la presión, porque con cualquier otra voz apenas le salen las palabras. Así, los equipos que más lo han aprovechado son también los que mejor han ajustado al riesgo que representa jugar con un pivote que siempre defiende hacia adelante. En su etapa en el Barça, por ejemplo, Luis Enrique recurrió a la posición centrada de Dani Alves desde el lateral para lanzar una cobertura a la espalda de Busquets, del mismo modo que Valverde le acercó a Ivan Rakitic para que el croata hiciera las veces de contrafuerte al lado del mediocentro. En la actual selección española esa función recae en los centrales, llamados a la anticipación sobre cualquier balón que traten de recibir los delanteros a la espalda de Busquets. En el combinado de Luis Enrique, pues, es habitual ver a Laporte, Eric García o Pau Torres salir de la línea para perseguir los movimientos de apoyo de los puntas rivales, aun cuando con esto aumentan la distancia que los separa de Unai Simón. A menudo cuentan para ello con el soporte extra que les proporciona la posición baja del lateral derecho, menos exigido en ataque subiendo la banda y que, por lo tanto, muchas veces permite que España pueda proteger con hasta tres futbolistas el espacio detrás de su mediocentro.
Algo parecido sucedió en el Barça durante los meses en que Koeman decidió cambiar a la defensa de cinco, pues sumando un integrante más a la zaga cada uno de los centrales ganó margen para lanzar la cobertura abandonando la línea. Sin embargo, en el conjunto azulgrana no solo la cuestión numérica ha supuesto una dificultad a la hora de ofrecerle a Sergio el contexto más adecuado en la presión, sino que también la connivencia con zagueros tendentes al repliegue como Gerard Piqué o Clément Lenglet a menudo ha asignado a la línea defensiva culé un comportamiento contrario al de su mediocampo. Al tiempo que uno va hacia delante, el otro recula hacia atrás, abriendo la distancia entre líneas y agrandando un espacio enormemente lucrativo para las apariciones del oponente. Se trata de una tendencia a la desnudez que alrededor de Busquets el Barça también ha aplicado en banda, toda vez sus laterales suelen ejercer como sobrevenidos extremos dejando libre su parcela atrás. Donde la selección española abre el campo con Ferran Torres y mantiene a Azpilicueta más cerca del central que del punta, el Barça ensancha sus ataques a través de Dest, Sergi Roberto o Mingueza alejándolos de Busquets.
Explicaba Johan Cruyff a propósito de su trabajo con Guardiola que la clave estaba en hacer que el de Santpedor tuviera que defender pocos metros: “Lo que siempre hicimos fue que donde jugase estuviera empaquetado, que nunca tuviera que defender demasiado espacio. Siempre un espacio reducido. Entonces es solo cuestión de ver, nada más. Siempre tenía que vigilar una cosa: tener a dos compañeros cerca para que solo tuviera que defender un espacio pequeño. Así eres el mejor defensor que hay”.
– Fotos: David Ramos/Getty Images | Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images
Andrés 12 octubre, 2021
El tema de Busquets es apasionante. Puede ser un crack o un punto débil dependiendo de dónde y cómo defiendas (con Valverde en bloque medio-bajo organizado no lució pero tampoco estuvo taaan mal). Con lo que tiene hoy el equipo (entrenador y jugadores), los 3 centrales tiene pinta de ser el esquema que mejor le va a sentar (ya lo fue el año pasado). Los laterales/carrileros van a estar arriba de todas formas y con 3 centrales puedes poner a Busi donde es élite y tener al equipo junto y arriba.
La lavolpiana con Busi siempre me dolió mucho. Me hubiese gustado mucho más Rakitic entre centrales (que además tiene mejor desplazamiento largo). Jugador mítico. El hombre que más pases ha dado al mejor jugador de la historia
Carlos 12 octubre, 2021
Además que es la única forma que conoce Koeman de poder tener una transición defensiva decente. Faltaría ajustar el otro escenario que necesita Busquets, presión alta con 3 centrales.