
Protagonistas inesperados
Aunque la llegada de Johan Cruyff al banquillo del Barça sea un episodio de la historia culé especialmente vinculado a la Copa de Europa por inaugurar, con el triunfo en Wembley, el palmarés del club en la máxima competición continental, es en la Liga española donde los efecto de su revolución se hicieron más claros. Antes del neerlandés, el Barça había levantado el título diez veces en seis décadas, y tras los cuatro consecutivos del Dream Team lleva sumados doce en veinticuatro intentos. Cruyff le dejó al Camp Nou, como legado, su particular libro de instrucciones, un recetario al que acudir en momentos de dudas: “Los equipos con personalidad son aquellos en que cada uno sabe como un autómata lo que debe hacer en cualquier circunstancia y sin parar a meditar la jugada. Para poner un ejemplo, pretendo que cada uno actúe con el balón de la misma forma que uno conduce un coche, sin pararse a pensar en lo que está haciendo“. Un camino marcado con el que simplificar los tramos de dificultad, guiar los partidos en los que la inspiración no es capaz de tomar el mando o aquellos en los que, simplemente, el talento individual no tiene la fuerza suficiente para mover la nave. Una banda sonora que se repite, como base del juego, de manera natural. De la misma forma en que uno conduce un coche, sin pararse a pensar en lo que se está haciendo.
Con poco más que con el valor de su estructura saltó el Barça de Xavi Hernández a competir sobre césped de Son Moix, con un once muy condicionado y en el que tanto los nombres como los perfiles de los protagonistas daban como resultado un encaje de lo más particular. Sin laterales naturales, con un único zurdo en la alineación y una línea de delanteros formada por Ilias, Jutglà y Luuk de Jong, los culés trataron de adaptar sus singulares circunstancias para reproducir el lenguaje futbolístico de su entrenador. Especialmente en el primer tiempo puede decirse que lo lograron, dominando a su rival en prácticamente todas las fases del juego e imponiéndose tanto individual como colectivamente en las batallas que el encuentro dibujaba en cada momento. Empezando desde la salida desde atrás, que juntó a unos excepcionales Piqué y Eric con un Frenkie de Jong más vinculado al inicio del juego desde la posición de mediocentro, y en la que a menudo se vio al neerlandés formando un primer escalón de tres hombres para que el equipo diera el primer paso en superioridad. Apoyándose en los envíos de los centrales o en las arrancadas en conducción del mediocentro para llevar el balón a la zona media, y encontrar ahí a Nico a Riqui Puig o a los apoyos de espaldas de Luuk de Jong.
Con Nico algo más contenido en la llegada y menos cómodo encontrando su lugar en el interior derecho, fue Puig quien por momentos asumió la responsabilidad de guiar la circulación de su equipo. Disimulado su gusto por acercarse al balón gracias a la presencia de De Jong junto a los centrales, suya fue la tarea de juntar pases y rivales en un determinado sector del campo, ordenar a los suyos alrededor del cuero en campo contrario y sumar desgaste en la posterior transición ataque-defensa para que los locales no pudieran girar el partido en dirección al área de Ter Stegen. Probablemente la asignatura pendiente del canterano en Mallorca fuera su relación con los extremos, toda vez tendió a activar poco a Jutglà en izquierda después de haber atraído contrarios hacia el carril central, y por momentos volvió a exponer cierta inseguridad en el golpeo a la hora de realizar envíos de media o larga distancia especialmente cuando el recorrido del pase tiene que sortear obstáculos. Lo hizo, eso sí, en la jugada del 0-1, encontrando a un Mingueza que pudo aprovechar la poca sujeción de Ilias en banda para llegar por el costado y poner centros al área en busca de la cabeza o de las acrobacias de Luuk de Jong.
La envergadura del neerlandés en el área, unida a la poca seguridad del guardameta Manolo Reina, le sirvió como recurso al Barça en los últimos metros, la parcela donde la calidad individual suele marcar la diferencia y donde, en esta ocasión, menos argumentos presentaba el once azulgrana. Ni la especificidad de De Jong ni la movilidad de Jutglà son soluciones autosuficientes que puedan activarse sin la mediación de un compañero, y la nota de potencial más especial de la delantera, Ilias Akhomach, en ocasiones no acertó a medir los tiempos de sus acercamientos al carril central. Zurdo a pierna cambiada y deseoso de recibir el balón al pie, en lugar de esperar el esférico abierto a banda y acudir hacia el interior con el balón ya en su poder, a menudo el juvenil se instaló en la frontal del área antes de recibir el pase, permitiendo a Jaume Costa centrar su posición, a Valjent acudir al dos contra uno y estrechando el pasillo que podía utilizar Nico para llegar desde la segunda línea. Más estricto fue el extremo cumpliendo con el retorno defensivo, persiguiendo a Costa hasta la posición de lateral derecho en un papel Xavi ya ha pedido más de una vez a su delantero de banda derecha para poder movilizar el impacto del lateral por dentro, sobre todo cuando la demarcación recae en un central de cuna.
A pesar de ello, sin embargo, de cara al segundo tiempo tanto Mingueza como Araújo ocuparon una altura superior cuando el equipo iniciaba juego desde atrás, amparándose en la posición baja de Frenkie de Jong para ofrecer la posibilidad de ganar por arriba el envío directo contra los laterales del Mallorca. Y es que, con los loclaes siendo más agresivo con y sin balón como consecuencia de la desventaja, tras la reanudación los de Xavi volvieron a encontrar dificultades para asentar su ataque en campo rival y para gestionar el marcador desde la posesión. La defensa mantuvo los pies firmes, Ter Stegen protegió la red con un brazo de hormigón y los medios acertaron a la hora de esquivar la presión balear, pero la última conexión con los delanteros no resultó efectiva. En ocasiones porque la posición retrasada de los extremos no permitió a los culés apoyarse en las bandas para ganar metros y segundos para avanzar las líneas, y otras veces porque la tendencia a verticalizar con metros por delante precipitó el ida y vuelta. Una ida que en esta ocasión coincidió con el acierto de Luuk de Jong, y una vuelta que se topó con el Ter Stegen que el Barça, Xavi, los jugadores y el propio guardameta alemán necesitaban reencontrar.
– Foto: JAIME REINA/AFP via Getty Images