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Goles para construir

Goles para construir

Se dice que los delanteros ganan partidos pero los defensas ganan títulos. En el caso del Fútbol Club Barcelona, sin embargo, el vínculo de sus campeonatos con un determinado tipo de atacante, especialmente relacionado con el olfato goleador, es estrecho. El Dream Team de Cruyff, por ejemplo, no logró levantar su primer título de Liga hasta que incorporó al búlgaro Hristo Stoichkov, y el Barça de Rijkaard hasta que reclutó a Samuel Eto’o. Un impacto similar tuvo en 2014 la incorporación de Luis Suárez, pegamento de la histórica delantera MSN que tras años de un Camp Nou acostumbrado al falso nueve le devolvió a Messi la compañía de un delantero centro. El gol como impulso de proyectos vencedores, como materialización del juego que hasta llegar a él era capaz de generar el equipo y, al mismo tiempo, como solución directa para hacer más llano el camino. Una solución sencilla para conquistar la portería rival, sumar victorias y ganar tiempo, como un as en la manga ajeno a la partida gracias al cual poder crecer con tranquilidad. La posibilidad de construir mientras se gana, como contraposición a la condena de tener que construir hasta ganar.

En el universo azulgrana, el trampantojo saltó por los aires el pasado verano con el adiós de Leo Messi, una dolorosa despedida que arrebató a los culers 30 goles en Liga y una de sus últimas certezas anotadoras. Sin Leo, Suárez o Antoine Griezmann, con Ansu Fati lesionado y el Kun Agüero obligado a colgar las botas, el Barça 2021-22 solo pudo anotar en Liga 68 goles, una cifra muy alejada de los que acostumbran a ser sus promedios. De hecho, habría que remontarse al curso 1995-96 para encontrar una temporada en la que el máximo goleador doméstico del equipo celebrara menos goles que los 12 que pudo celebrar Memphis Depay en su debut como azulgrana. Y hasta el 2003-04 para dar con un Barça menos goleador en Liga. Si en el verano de 2004 la respuesta del Barça fue la contratación de Samuel Eto’o, este verano, después que las llegadas de Aubameyang y Ferran Torres en invierno ya marcaran el camino de la reacción, el conjunto culer ha ido un paso más allá haciéndose con los servicios de Robert Lewandowski, uno de los goleadores más acreditados de los últimos años en el panorama futbolístico mundial.

Lewandowski es gol. Un especialista en la materia capaz de ajusticiar la portería rival de mil y una formas distintas, como un respaldo al crecimiento del proyecto y un colchón, en forma de tiempo, en el que pueda descansar la evolución de los hoy jóvenes líderes azulgranas del mañana. Los hombros sobre los que descanse la responsabilidad de la victoria y que descargue parte del peso que, sin ellos, habrían tenido que soportar las espaldas de Pedri, Gavi y Ferran Torres, o las rodillas de Ansu Fati. Una nueva referencia, tanto futbolística como mediática, como abanderado de un Barça con más bandera que mástil para sostenerla. Un camino marcado mientras el talento de los más jóvenes va definiendo el suyo. Una solución con pretensión de inmediatez que, sin embargo, por encaje no debería modificar el rumbo del proyecto a medio-largo plazo. El fichaje de Lewandowski no obliga a cambiar al Barça de Xavi, sino que, sobre el papel, debe impulsarlo.

En este sentido, el delantero polaco es algo así como la síntesis agigantada de los tres nueves que utilizó el técnico de Terrassa la temporada pasada, y que por diferentes causas no llegaron a cubrir en su totalidad las múltiples y exigentes funciones que el entrenador le reserva a esta demarcación en su sistema. Ser el nueve de Xavi, en realidad, significa ser dos nueves en uno. Por un lado, significa asumir un volumen de participación alto fuera del área y jugando de espaldas a la portería rival. Apareciendo en el apoyo, sacando de zona a los centrales contrarios, abriendo espacios para las llegadas de extremos e interiores, y activando una referencia adelantada con la que impulsar el mecanismo del tercer hombre y dejar el balón de cara para los centrocampistas. Virtudes presentes en el fútbol de Lewandowski y que el polaco alimentó después de coincidir con Pep Guardiola en Múnich. A las órdenes del de Santpedor, Robert vivió un ecosistema futbolístico diferente al que había conocido en Dortmund, de menos espacios en el frente de ataque, desmarques más cortos y más participación directa sobre el balón en la frontal del área. Fijando a la defensa rival para mayor comodidad de sus compañeros, cayendo preferiblemente hacia la banda izquierda para liberar las llegadas de la segunda línea, asistiendo desde la frontal y poniendo en liza un intercambio posicional en las inmediaciones del área con el que podrían sentirse muy cómodos extremos con tendencia central como Ansu o Ferran e interiores verticales como Gavi, De Jong o Kessié.

Ser el delantero del Barça de Xavi, no obstante, significa también ser un nueve vertical y con amenaza al espacio, sensible a la hora de tirar el desmarque para habilitar espacios y líneas de pase al compañero. Ser lo que bajo la batuta del egarense fue Aubameyang y no pudo ser Memphis. Moldeado por las manos de Klopp, Flick o Nagelsmann, la profundidad es otro de los atributos más destacados del fútbol de Lewandowski. De recorridos más cortos que en los mejores momentos del Dortmund de Klopp, su marca de agua es el desmarque corto diagonal a la espalda del central más alejado. Midiendo los tiempos del fuera de juego, leyendo la posición del rival y aprovechando el momento justo para salir a la conquista de la espalda del zaguero para habilitarse frente al portero. Es una de las tres vías principales por los que Lewandowski llega al gol.

En cuanto a las otras dos, por un lado está la presión adelantada, apuesta compartida por sus técnicos en Alemania y que constituye uno de los pilares que pretende asentar Xavi en el Camp Nou, como solución para situar la fase defensiva lejos de la meta de Ter Stegen y como arma para recuperar el balón cerca de la meta rival, con espacios y el adversario desordenado. En tercer lugar, sobra decir que Lewandowski es un consumado rematador de cabeza, lo que lo convierte en una enorme amenaza en el centro lateral. Después de compartir vanguardia con extremos como Robben, Ribery, Douglas Costa, Coman, Gnabry o Sané, Robert aterriza ahora en un Barça con una excelente nómina de delanteros de banda que integra dos perfiles especialmente afines a su juego. Por un lado un tipo de extremo con tendencia  a la diagonal, como Ansu o Ferran cuando parte desde el lado izquierdo, con quien turnarse en el punto de penalti; y por el otro un perfil de extremo con mucha capacidad para alimentar el área desde la banda, ya sea saliendo por fuera como el propio Ferran cuando va por derecha, por dentro como Raphinha, o en parado como Ousmane Dembélé. Ya demostró la temporada pasada el Barça, en la figura de Luuk de Jong, que el recurso del centro lateral en busca del remate del delantero centro es un tipo de acción fácil de activar en un equipo que en mediocampo junta atenciones por dentro y que por delante abre el campo con extremos próximos a la cal.

Robert Lewandowski es prácticamente todo lo que durante los últimos meses Xavi ha buscado que sea su delantero centro. Gol, presión, juego de espaldas, fijación de la defensa rival, agresividad en el desmarque y poderío rematador. La unión entre el técnico y el jugador está trazada. La de un delantero que sirva como impulso y justificación del proyecto, de los riesgos asumidos este verano y de la propuesta de juego de su director, y la de un entrenador que con la llegada de una nueva estrella asume la exigencia de acortar los plazos y el reto de alimentar a su nuevo hombre gol. Y es que pese a su íntimo vínculo con el gol, Lewandowski es un cazador que necesita a su manada. No se trata de un asesino solitario capaz de fabricarse por si mismo las ocasiones de gol inventando jugadas individuales. Su desborde es el definitivo, el que supera al último defensa para poder disparar a puerta, pero no el que sortea infinidad de piernas para hacer aparecer la acción de gol. No es Messi, ni Benzema, ni Mbappé, ni Salah. Su juego es el de inclinar la jugada, condicionarla para que sus socios puedan acercársela y ofrecérsela cerca del punto de penalti para que su remate rubrique la celebración. Para que sus goles sean tiempo y victorias que se traduzcan en títulos. Una sombra debajo de la cual el proyecto, el técnico y sus compañeros puedan crecer. La posibilidad de construir mientras se gana, como contraposición a la condena de tener que construir hasta ganar.

 

– Foto: FRANCK FIFE/AFP via Getty Images

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