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Sin red de seguridad

Sin red de seguridad

De las cuatro pruebas de máxima exigencia que ha disputado esta temporada, el Barça 2022-23 no ha ganado ninguna. No solo esto, si no que las cuatro las ha competido mal. Sin una red de seguridad, ni individual ni colectiva, con la que enfrentar los tramos de dificultad y sufrimiento a los que sí o sí debe hacer frente cualquier equipo cuando se mide a rivales de primer nivel. Para mantenerse en pie cuando el viento sopla en contra, hasta que vuelva a soplar a favor. De todos los minutos en los que se ha enfrentado a Bayern Múnich, Inter de Milán y Real Madrid, probablemente los que mejor peleó fueron los primeros cuarenta y cinco ante el conjunto alemán. No lo hizo desde la autoridad de su ataque ni desde el mando de su mediocampo, sino desde la capacidad de su línea defensiva a la hora de ganar los duelos.

También en el primer tiempo en el Allianz el equipo de Nagelsmann pudo salir en transición cuando recuperaba el cuero, desgarrando con más o menos facilidad la espalda de la medular culer una vez sorteada la presión, y no fueron pocas las ocasiones en que los cuatro futbolistas más ofensivos del Bayern se vieron las caras contra los cuatro zagueros azulgranas a campo abierto, pero entonces el acierto en los duelos de Araújo, Christensen y Koundé le valieron al Barça para hacer sostenible el plan. Antes de que el Bayern decantara el encuentro atacando la posición del mediocentro antes que la de los centrales, el Barça se agarró al partido a través de sus defensores. Su ataque no fue más filo ni su mediocampo más compacto, pero sí contó con soluciones a su espalda para que el agua que se filtrara por las grietas no llegara a mojar y comprometer los cimientos. Para que el edificio se mantuviera en pie.

Todo esto, que a la postre ya resultó insuficiente en Múnich, ha saltado por los aires las últimas semanas con las lesiones de Araújo, Christensen y Koundé. La red de seguridad del Barça se ha roto, y cada ataque rival se ha precipitado sin obstáculos hasta el área culer. Sin barrera en el mediocampo para impedir que la respuesta del rival al ataque o a la presión barcelonista amenazara directamente a la defensa, y sin muchos argumentos individuales en la zaga para sobrevivir a los duelos ante delanteros de más nivel de los que propone el día a día del campeonato liguero. Para ganarle a Lautaro, Correa, Dzeko, Vinícius o Benzema lejos del área o en zona de remate. Seguramente por eso, de inicio, el Barça que saltó al césped del Santiago Bernabéu fue un equipo mucho más conservador con el cuero de lo que acostumbra.

Si el de Xavi es un conjunto que ante la falta de juego interior y de soluciones simples a la hora de generar peligro suele tender a acelerar sus ataques a partir de la intervención de los extremos, aun a riesgo de exponerse en el momento de la pérdida y de favorecer un escenario de más idas y venidas de lo que necesitarían algunas de sus piezas, su puesta en escena en el clásico fue más horizontal que vertical. Con De Jong en el interior de Gavi y Pedri fuera “del cuadrado”, hasta el primer gol madridista el Barça con el balón pensó más en la portería de Marc-André ter Stegen que en la de Lunin. En asegurarse que, cuando el esférico cambiara de bando, los de Ancelotti no pudieran activar a Kroos para explotar el emparejamiento dispar entre Vinícius y Sergi Roberto, que Modric o Valverde no pudieran castigar el retorno de Busquets, o que Benzema no pudiera aparecer libre a la espalda del mediocentro para sujetar a Koundé lejos de las ayudas o para hacer girar al cuadro madridista de lado a lado.

No obstante, todo esto pasó a pesar de las precauciones. Sobre todo porque, con intención de que la fase defensiva se llevara a cabo más cerca de la zaga madridista que de la azulgrana, los visitantes plantearon una defensa adelantada de la que los blancos escaparon prácticamente siempre. A través de Toni Kroos, que impuso su mando a partir del pase, el Madrid tuvo una puerta abierta para poner el balón a la espalda del mediocampo del Barça y atacar directamente a Sergi Roberto, Balde, Eric y Koundé con Vinícius, Benzema y Valverde. Para que tuviera lugar el duelo individual más decantado de la tarde. Así lo había querido Ancelotti, que no solo formó con Benzema, Modric y Valverde una suerte de triángulo letal atacando la posición de Busquets, sino que además mandó a su equipo mezclar fases de repliegue con otras de presión alta para invitar al Barça a su habitual precipitación con la pelota.

Durante el primer tiempo, la gestión de la posesión por parte culer solo mejoró cuando Pedri detectó la marca de Tchouaméni y las consecuencias que ésta podía tener en la zona del pivote madridista. Y es que en fase defensiva los blancos invirtieron su triángulo para emparejar a Modric con Busquets, a Kroos con De Jong y a Tchouaméni con Pedri, de modo que cuando el canario retrasaba su posición o caía a banda arrastraba al mediocentro galo muy lejos de su zona. Ocurrió, sin embargo, que con el canario por detrás de las las dos líneas del Madrid, el Barça extrañó una referencia entre líneas para aprovechar el vacío generado. De Jong apenas acudió, y los apoyos de Lewandowski no surtieron efecto, en parte debido al gran partido de Militao en la defensa sobre el polaco, y en parte porque al brasileño le salió gratis perseguir fuera de línea al nueve culer ya que ningún barcelonista atacó su espalda.

Gracias a su comodidad a la hora de defender y a la facilidad para llegar con peligro, el equipo de Ancelotti tuvo el control del partido durante la mayor parte del tiempo. Un control que alcanzó su máximo estético en el inicio de la reanudación, cuando respondió al intento del Barça de aumentar la intensidad de su presión con un juego líquido en el que los locales, en constante movimiento, intercambiaban una y otra vez sus posiciones volviéndose indetectables para su rival. Con Modric apareciendo más atrás para formar junto a Kroos la base de un equipo en el que Tchouaméni podía aparecer como extremo, Mendy como mediapunta, Benzema como interior y Fede Valverde en todas partes. El Barça solo pudo revelarse al hermoso ballet madridista a partir de la entrada de Gavi, Ferran y Ansu Fati al campo.

Con el primero le dio una vuelta de tuerca a la presión, retrasó a un De Jong que por una mera cuestión física sostuvo mejor el mediocentro a la espalda de la presión y aprovechó el cansancio de Modric y Benzema para que Koundé pudiera estar más cerca de Vinícius en la defensa de las transiciones. Con Ferran y Ansu, por su parte, incrementó el juego interior de los extremos, encontró réplica a los movimientos de Lewandowski y disfrutó del poco desborde en los metros finales que fue capaz de arañar en toda la tarde. Suficiente para acercarse en el marcador, pero insuficiente para que el partido se jugara al completo en la mitad que custodiaban los blancos. Para que la defensa del Barça no tuviera que intervenir. Para que no constara en acta que, sin Araújo, Christensen y un Koundé en plenas condiciones, el plan azulgrana juega sin red de seguridad.

 

– Foto: David Ramos/Getty Images

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