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Tocar la tecla adecuada

Tocar la tecla adecuada

En su etapa como futbolista en activo, Xavi Hernández fue algo más que un jugador. Fue la personificación de una idea. Prácticamente un tratado futbolístico resumido en un único hombre. Uno de los centrocampistas más influyentes de la historia no lo fue por su capacidad para adaptarse y rendir en todo tipo de escenarios y situaciones, sino porque poseía una capacidad única de imponer el guion de partido que más le interesara a él y a su equipo. Con Xavi sobre el campo, se jugaba a lo que el de Terrassa quería. De él se dijo que su juego no sólo era capaz de ordenar a sus diez compañeros, sino que también podía hacer lo propio con los once futbolistas del rival. Xavi no necesitaba saberse todo el temario, porque las preguntas del examen siempre las elegía él. Por eso puede sorprender que hasta la fecha el Barça que ahora dirige desde el banquillo siga unas coordenadas tan distintas. Su equipo sí es un conjunto capaz de adaptarse y competir en todo tipo de contextos, entre otras cosas porque, debido a las dificultades que encuentra para imponer su discurso con continuidad, a menudo no le queda más remedio.

Hace unos meses, el Barça de Xavi sí dio con una fórmula para tener un mayor control de los partidos. Una solución basada en juntar en el once a cuatro centrocampistas y tres centrales con la que ganó control defensivo a cambio de perder pegada, y llamada a caducar desde el momento en que los culers incorporaron a Joao Cancelo y Joao Félix. Con los dos portugueses, Xavi pasaba a contar con más y mejores recursos ofensivos para hacer frente a las carencias que mostró el equipo el curso anterior. Dos llegadas que aunque pudieran tensionar la solidez defensiva del vigente campeón de Liga, debían aportarle a los azulgranas las armas en ataque que extrañaron para marcar diferencias también en Europa. Sucede que el primer tramo de la temporada del Barça ha sido el de las novedades de los Joaos, pero también el de las bajas de Pedri, Lewandowski, Raphinha o De Jong, ausencias que han minado considerablemente el poder ofensivo de un conjunto debilitado en defensa en el intento de encajar a sus nuevas piezas. Un Barça más vulnerable tanto en la teoría como en la práctica, sobre todo a causa de los roles atacantes de sus dos laterales, pero sin los argumentos ofensivos para compensarlo.

Con el clásico como telón de fondo y en la antesala del regreso de alguno de los ausentes, el reciente duelo ante el Real Madrid descubrió una nueva fórmula. Xavi juntó de nuevo a tres centrales en el once, vistiendo a uno de ellos como lateral derecho, desplazó a Joao Cancelo hasta el extremo y encontró los que probablemente hayan sido los minutos de mayor control y estabilidad táctica del curso. Una hora de juego de mucha seguridad con el balón en campo propio, superioridad numérica tanto en la salida desde atrás como en el mediocampo, e incluso capacidad para acelerar las jugadas en campo rival, a la que sólo le faltó el talento ofensivo para marcar diferencias que se espera de futbolistas como Lewandowski, Pedri o Raphinha. Pese a repetir la receta, nada de esto tuvo la actuación barcelonista el sábado contra la Real Sociedad. Los de Xavi sufrieron en cada fase del juego y vivieron la mayor parte de minutos a expensas de su rival, en un enfrentamiento que se disputó según las reglas del equipo de Imanol Alguacil.

La principal diferencia con respecto al clásico fue que la presión de la Real Sociedad sí resultó efectiva, y cortocircuitó por completo el funcionamiento culer condicionando con ello todo el partido. El enfrentamiento entre la salida de balón del Barça y la presión txuri urdin se decantó muy claramente hacia el lado de los locales, que plantearon un sistema de vigilancias hombre a hombre con la línea defensiva muy adelantada y buscando la recuperación en los costados. Frente al plan realista, la salida de balón del Barça no tuvo respuesta y adoleció de tres grandes problemas. En primer lugar, la posición débil de Araújo a la hora de iniciar desde la banda, limitado por la línea de cal y sobreexpuesto por un rival que expulsaba el juego del Barça hacia su zona. En segundo lugar, la inferioridad en los duelos de los alejados. Ni Lewandowski, ni Joao Félix ni Cancelo lograron construir una alternativa para la salida en largo, y su escasa amenaza a la espalda de la zaga ayudó a que la retaguardia de la Real casi siempre pudiera defender hacia adelante. El tercer problema con balón del Barça, y quizá el más trascendental, fue el escaso número de futbolistas que ubicó a la espalda de la primera línea de presión de su adversario.

A pesar de querer ordenarse en ataque dibujando un cuadrado en la medular, en muchos momentos sólo tuvo un futbolista en la zona ancha. Gündogan bajaba casi a posición de central para oxigenar la salida desde el pase al tiempo que Gavi, Fermín y Joao Félix iban hacia arriba para estirar la estructura de la Real. Los centrocampistas culers se repartían entre la primera y la tercera línea, dejando desierta la segunda u ocupándola con el movimiento de alguno de los adelantados sin socios en los que apoyarse tras recibir. Cuando el pase llegaba a Gavi, Joao, Fermín o Lewandowski a la espalda de la primera línea de presión realista, las opciones del receptor pasaban por zafarse de su marca y pasar hacia adelante o por devolver el cuero a su lugar de origen, sin posibilidad de tocar en corto en la misma línea donde recibía la pelota para asegurar la altura conquistada a la espalda de la presión. Extrañó en este sentido el Barça las conducciones de Frenkie de Jong, pues con ellas el neerlandés no sólo suele llevar el cuero hasta la siguiente altura sino que, trasladándolo en sus botas, también él ingresa en la siguiente altura. El resultado de todo esto fue un Barça de posiciones muy separadas y escasas posibilidades de juntarse alrededor del balón. Un Barça que atacaba y defendía separado, imposibilitando una aplicación eficaz de la presión y permitiendo una transición txuri urdin que sólo podía ser detenida cuando llegaba a la zona de Araújo, Koundé, Iñigo Martínez o de un Marc-André ter Stegen clave para mantener la portería imbatida pese al sometimiento.

Si la presión de la Real Sociedad marcó la superioridad local, su retroceso a medida que el cansancio hizo mella en los hombres de Imanol hizo lo propio con la recuperación del Barça en el segundo tiempo. Menos presionados que antes, los centrales y Gündogan encontraron más comodidad para dar los primeros pases y, sobre todo, para incorporarse a la medular volviendo a poblar la base del cuadrado. Un segundo tiempo en el que Ferran, como punta, estiraba más de lo que había estirado Lewandowski, y en el que la entrada de Pedri le dio la capacidad a su equipo de juntarse alrededor del cuero. De ordenar a sus once futbolistas y, un poco también, a los once del rival. Transcurrido casi un tercio de Liga, el Barça de Xavi no ha asentado todavía la fórmula con la que competirá los títulos esta temporada. Con la recuperación del canario, de De Jong y de Lewandowski llega el momento de que lo haga.

– Foto: ANDER GILLENEA/AFP via Getty Images

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