Christensen desde el suelo
Para el Barça, la temporada 2023-24 empezó con un doble objetivo. Debía elevar el techo de su juego añadiéndole más posibilidades ofensivas de las que lució el curso anterior, al tiempo que aseguraba el suelo que entonces le valió para coronarse como campeón de Liga. Sumar sin restar. Para lo primero incorporó este verano a futbolistas como Joao Cancelo, Ilkay Gündogan y Joao Félix, que desde la defensa, el mediocampo y la delantera debían proporcionarle más talento y recursos de ataque. Para lo segundo, se decantó por ocupar el mediocentro que la salida de Sergio Busquets dejó sin dueño con la llegada de Oriol Romeu. Pero la apuesta por el ex del Girona no ha funcionado, fruto de unas dificultades en la distribución ante rivales presionantes que terminó afectando, también, la confianza del de Ulldecona en la parcela defensiva y que pronto obligó a Xavi a explorar otras alternativas para vestir su línea medular. El de Terrassa debía encontrar un nuevo acompañante para Frenkie de Jong, toda vez su centro del campo toma forma a partir de un cuadrado habitado por dos mediocentros y dos mediapuntas, uno de los cuales habitualmente acude a su posición desde una demarcación integrada inicialmente en la línea de delanteros. Si el extremo derecho se mantiene abierto en banda como el elemento más exterior de su carril, el izquierdo, en cambio, cede el encargo de la amplitud al lateral para poder aparecer liberado en el carril central.
Durante muchas semanas, le decisión de Xavi a propósito del acompañante de Frenkie de Jong ha pasado por utilizar a Gündogan más atrás, perdiendo impacto en la frontal del área para ganarlo en el círculo central. Asociándose con el neerlandés y llevando su seguridad con la pelota en los pies al nacimiento de la jugada de ataque. Ha sido una elección, sin embargo, por la que Xavi y el Barça han pagado un doble peaje. Por un lado, a nivel defensivo, la estructura del equipo ha carecido de un mediocentro natural, es decir, de un futbolista que lleve integrados los conceptos y comportamientos típicos de la posición cuando el rival tiene el esférico y trata de acercarse a la portería. Como resultado, en campo propio o cuando el adversario ha sido capaz de superar su primera presión, con la pareja De Jong – Gündogan el Barça ha sido un conjunto débil corriendo hacia atrás, deteniendo transiciones, protegiendo la frontal o apoyando a los centrales en la defensa del juego directo y los centros laterales. Sus interiores han sido mediapuntas y sus teóricos mediocentros se han comportado como interiores. Si es verdad aquello que defendía Juanma Lillo de que los equipos son la extensión de su mediocentro, ¿qué ha sido el Barça que, en la práctica, tantas veces ha jugado sin pivote?
El segundo peaje que en ocasiones ha pagado el Barça por jugar con Gündogan al lado de De Jong ha sido un sacrificio. La renuncia a disfrutar del impacto que tiene el alemán cuando puede pisar zonas próximas al área. Cuando su técnica, su visión para la asistencia, su lectura de la llegada desde la segunda línea o sus recursos en el remate se acercan a la portería rival. Y algo muy parecido ha ocurrido cuando el sacrificado ha sido Pedri en lugar de Gündogan. Quizá por ello, el sábado en Mendizorroza, Xavi optó por dar entrada a Andreas Christensen en el mediocampo culer, formando pareja con De Jong y permitiendo que tanto Pedri como Gündogan ocuparan los vértices más adelantados del cuadrado. O quizá sólo fuera para defender de una forma más efectiva el juego directo hacia Samu Omorodion, con un futbolista por delante de la zaga que pudiera ejercer de primera barrera en el juego aéreo y ofrecer más garantías en la disputa de las segundas jugadas.
Fuera cual fuera el motivo, sin embargo, el caso es que al Barça la medida le sentó bien, a pesar de las esperadas dificultades individuales que experimentó Christensen, en especial a la hora de recibir de espaldas por estar acostumbrado, como central, a ver el juego permanentemente de cara. Más allá de esto, no obstante, a partir de la posición del danés se ordenaron mejor las piezas. De Jong encontró un centro alrededor del cual orbitar y tanto Pedri como Gündogan el soporte para acercarse el uno al otro. El canario y el alemán fueron la clave de un ataque visitante que no sólo amenazó en sus bandas con el desequilibrio de Cancelo y Lamine, sino que también por dentro tendió puentes para conectar ambas orillas y para pausar las jugadas a la espalda del mediocampo del Alavés. Utilizando los desmarques de sus mediapuntas para cerrar la posición de los laterales locales y llegar a las bandas, y pudiendo encontrar luego descargas hacia el centro para girar el juego. También para sujetar a Lewandowski, ocupando el espacio hacia el que suele descolgarse al polaco y manteniendo así al punta más arriba fijando a la zaga, una función que más tarde asumiría Vitor Roque dejando ver que su juego tiene mucho de lo que necesita Lewandowski en este momento de su carrera.
Cierto es que la fórmula sufrió algún que otro desajuste defensivo en la parte izquierda de la zaga barcelonista. Pedri, el teórico extremo, atacaba libre y con licencia para terminar las jugadas muy lejos de la orilla, mientras Cancelo, el teórico lateral, lo hacía ocupando el espacio del extremo y alargando la distancia respecto a su posterior posición defensiva. El agujero lo buscó con insistencia Álex Sola, pero no fue suficientemente profundo como para tragarse a Pau Cubarsí, un central de diecisiete años que se desenvuelve en su puesto con un oficio que no ha tenido tiempo de aprender. Haciendo parecer fácil lo difícil. Dando salida al juego, apoyo desde la posición y sabiendo que, contra delanteros más corpulentos que él, no necesita ganar el duelo sino que le basta con molestar lo suficiente para que el oponente no saque ventaja. A veces se trata de elevar el techo, pero otras sirve sólo con reforzar el suelo.
– Foto: ANDER GILLENEA/AFP via Getty Images