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La fórmula Vitor Roque

La fórmula Vitor Roque

El fútbol es prácticamente infinito y da cabida a tantas ideas y planteamientos como los equipos sean capaces de hacer funcionar. Se puede jugar con defensas débiles sin la pelota, presentando un once sin delanteros, encontrando la mayor baza de ataque en la recuperación de balón o sustentando la seguridad defensiva en el control de la posesión. Sí es verdad, no obstante, que en momentos de menor inspiración o cuando no se disfruta de piezas capaces de marcar la diferencia fuera del guion, hay fórmulas que tienden a simplificar las cosas. Por eso Pep Guardiola, que recuperó el rol de falso nueve en el Barça para potenciar el impacto de Messi en el juego de su equipo, lejos de Leo normalmente se ha inclinado por jugar con un nueve. Particularmente, en el ataque culer hay una fórmula que suele funcionar armonizando su línea más adelantada, y que consiste en repartir tres objetivos del juego ofensivo entre sus integrantes. Un delantero especialmente orientado a dotar al equipo de amplitud, otro de procurarle la profundidad, y un tercero encargado de generar superioridades numéricas en el mediocampo acercándose a la medular.

Esta había sido también la fórmula a la que de forma más regular venía recurriendo Xavi Hernández a la hora de distribuir los roles de sus atacantes, empleando un esquema asimétrico en el que mientras el extremo derecho contribuía a la amplitud, el extremo izquierdo ejercía un rol más central y relacionado con el mediocampo, comportamiento que se acentuó el curso pasado con la alineación de un centrocampista como Gavi en esta tercera plaza del ataque. Junto a los dos extremos, un delantero centro capaz de mezclar los apoyos de espaldas a portería con una amenaza de la profundidad y una fijación de los centrales rivales que empujara al sistema defensivo del adversario hacia atrás. Ocurre que aquel Lewandowski que la temporada pasada recogió el relevo de Aubameyang, es hoy un delantero diferente. Menos peligroso con metros por delante, menos vencedor en los duelos y menos agresivo en sus movimientos. Un delantero centro que saca más ventajas alejándose de los centrales que chocando contra ellos, y que busca más la espalda de los centrocampistas que la de los zagueros.

El cambio de Lewandowski ha alterado el reparto de características de los atacantes culers, provocando, por ejemplo, que en ocasiones los movimientos del polaco y de Joao Félix resulten redundantes en la búsqueda de la mediapunta a cambio de sancionar la profundidad de la línea de vanguardia. Un escenario que ha incrementado la utilidad de piezas más activas atacando espacios sin balón, como Ferran Torres, y que ahora le da la bienvenida a Vitor Roque, la nueva adquisición del ataque barcelonista. El delantero brasileño ha aterrizado este mes de enero en un equipo que, sobre el papel, necesita a un futbolista de sus características, esto es un punta vertical en la intención, explosivo en el movimiento y muy agresivo en los últimos metros. Un atacante de poca talla pero notable envergadura, de mucha estabilidad en el choque y capacidad para imponerse en los duelos. Un punta veloz y de zancada larga, capaz de conducir o desmarcarse en recorridos muy largos y de sobreponer varios cambios de ritmo a lo largo de sus acciones. Uno de esos delanteros a los que, en otras épocas, Cruyff les procuraba regalar espacios para explotar su rapidez abriéndolos a una banda, pero que en la actual era de las presiones y las defensas adelantadas encuentran escenarios igualmente productivos atacando desde el carril central.

Ciertamente, el centro del ataque es el espacio en el que más cómodo se encuentra Vitor Roque, pues a pesar de su interesante descarga jugando de espaldas y de ser un futbolista más técnico de lo que apunta su lenguaje corporal, el suyo no es un juego que crezca acumulando balón. Busca el toque rápido como pista de despegue, oportunidad de acelerar la jugada y antesala del desmarque. Su fútbol busca más la electricidad que la pausa, el control orientado hacia el área antes que la pisada. Es un delantero voraz e intenso, esquivo gracias a su rápido juego de pies, y orientado a atacar los últimos metros ya sea desde la definición (decide bien ante el portero y posee un poderoso disparo lejano) o desde unos movimientos que no sólo nacen de la intención de encontrar opciones de disparo sino también de una lectura más madura del juego colectivo a la hora de habilitar espacios y generar ventajas a sus compañeros.

Para Xavi Hernández, la llegada de Vitor Roque es tanto un reto como una oportunidad. Pasar por ser un jugador que reúne varias de las virtudes que más viene extrañando en ataque el conjunto culer, tales como la movilidad sin balón, la amenaza al espacio, la definición o la intensidad en la presión, y cuya capacidad para batirse en duelo con los centrales rivales se presenta como una alternativa con la que descargar a Lewandowski y entregarle al polaco un contexto más cómodo en el frente de ataque. Uno en el que ya no sea él quien fije a la línea rival para beneficio de sus compañeros, sino uno en el que sea Vitor Roque quien le conceda a él ese espacio. Hacer que ambos convivan ocupando el carril central, sin embargo, obligará al técnico catalán a introducir matices en su pizarra. El punto de partida es un 1-4-3-3 de recorridos asimétricos que transige con la presencia interior de dos delanteros porque le entrega el carril izquierdo al lateral, pero en el cual Xavi suele buscar más la formación de un cuadrado en mediocampo juntando a los tres medios con la aparición en la mediapunta del extremo izquierdo, que la doble punta que se insinúa ahora, de forma directa o indirecta, con la llegada de Vitor Roque. Un delantero con el que recuperar la vieja fórmula. La que combina profundidad, amplitud y superioridades numéricas en el mediocampo.

 

Foto: David Ramos/Getty Images

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