
De Bruyne para agrandar la herida
La pasada temporada, Manchester City y Liverpool protagonizaron una disputa histórica por el título de Premier, en la que ambos conjuntos rozaron el centenar de puntos obtenidos. Como bien saben también en La Liga y en la Bundesliga, imponerse a Guardiola en el torneo de la regularidad obliga a ello. De hecho, fueron los de Jürgen Klopp los que menos derrotas sufrieron en el campeonato inglés, gracias a una mejoría defensiva que a lo largo de treinta y ocho jornadas sólo hincó la rodilla ante el propio conjunto skyblue. Los de Pep, por su parte, pese a ser vencidos más veces, ganaron más que su rival. Repasando las cuatro derrotas citizens -ante el Chelsea, el Crystal Palace, el Leicester y el Newcastle-, sin embargo, hay un patrón que se repite en tres de ellas: el primero en adelantarse en el marcador fue el equipo de Guardiola. Salvo en Stamford Bridge, donde los de Pep no lograron ver portería, en sus derrotas el Manchester City siempre golpeó primero. Incluso, en la noche que lo despidió de la pelea por la Copa de Europa, supo ponerse por delante en la eliminatoria con un momentáneo 4-2 como local que el tanto de Fernando Llorente lanzó a la lona.
Las remontadas son una constante en el fútbol actual, tan dado a ahogar en campo propio al contrario a través de la presión desesperada, condición que como tratamos en este espacio hace unos días ha terminado por modificar las características y las funciones de sus propios protagonistas. El pase en el primer escalón y la conducción en el segundo cada vez cobran mayor importancia, el primero para esquivar la emboscada inicial y la segunda para desgarrarla y llevar la transición y el balón hacia zonas desprotegidas. Para dañar en los tramos donde el control no es posible porque nadie lo obedece. Donde las ordenes de quien pretende someter no son atendidas por quien se espera que sea el sometido. Seguramente, que el Manchester City tuviera más dificultades que un año antes para cerrar partidos con marcador a favor pueda estar relacionado con el hecho de que Kevin de Bruyne no consiguiera alcanzar un estado de forma ventajoso y regular a lo largo del curso. Pieza clave del primer título liguero de Guardiola en Inglaterra, su discontinua participación subrayó el lustre del nuevo triunfo pero, al mismo tiempo, señaló algunas debilidades que, sin él, difícilmente podían ser cubiertas.
Y es que el belga es un futbolista diferente, y prácticamente único, por la variedad y amplitud de sus atributos desde la posición de interior. Capaz de apoyar en la salida de balón a la altura del mediocentro para recoger el esférico y trasladarlo verticalmente a lomos de su poderosa conducción, de recibir en tres cuartos de campo para generar la ocasión de gol, de cortar con un desmarque al espacio o de unir con su preciso golpeo de balón los puntos que dan forma al contraataque skyblue, es el jugador en el que, tanto de forma simbólica como literal, desembocan muchos de los mecanismos de juego diseñados por Pep Guardiola en la pizarra. Dos de los más integrados en al libro de instrucciones del juego citizen, como son el acercamiento de los laterales al espacio del mediocampo o las rupturas de los interiores entre el central y el lateral rival, son dos ajustes perfectos sobre el papel para potenciar su determinación en las inmediaciones del área. El primero como plataforma para lanzarlo a la frontal (Imagen de la derecha), y el segundo como medida para extraer piezas contrarias del centro del tablero.
Movimiento ya muy recurrente durante el curso pasado, ha vuelto a hacer acto de presencia en los dos partidos oficiales del City hasta ahora. Con la recepción baja y abierta a banda del extremo derecho como punto de apoyo, y el desdoblamiento desde dentro de De Bruyne para que, a diferencia de lo que sucede cuando es el lateral quien dobla por fuera, su carrera no arrastre a una pieza exterior -el extremo rival- sino a alguna interior -el central o el mediocentro- abriendo espacios entre líneas y habilitando, así, la corona para un compañero. De este modo activo el belga el movimiento que dio paso al 3-0 de su equipo en su visita al estadio olímpico de Londres (Imagen de la izquierda), en un duelo en que su presencia, además, espoleó dos muy buenas actuaciones de sus compañeros de carril. A partir de sus atenciones sobre le rival y sus movimientos sobre el césped, Walker y Mahrez hallaron un escenario con libertad que reforzó las caídas del argelino a la mediapunta y unas incursiones del inglés por banda que invocaron una y otra vez al último refuerzo del equipo: Joao Cancelo.
A propósito del juego de Kevin de Bruyne, no obstante, una de las novedades que hasta hora lleva consigo el arranque de temporada del City es el hecho de que, igual que ocurre con la posesión (Imagen de la derecha), también sin ella el belga está tendiendo a acortar la distancia con respecto al mediocentro. Acostumbrado el conjunto citizen a transitar tras pérdida con sus dos interiores en primera línea de presión, tanto contra el Liverpool como contra el West Ham se ha visto a un De Bruyne aguardando a una altura más baja y próxima a Rodri, dibujando una suerte de doble pivote sin balón bien para descargar de esfuerzos al veterano, bien para proteger al recién llegado o bien para acercar al belga al inicio de la acción activándolo como lanzador de la contra. En este sentido, en la segunda mitad del encuentro que los enfrentó a Klopp, Guardiola introdujo la variante de formar una pareja con Rodri y Gündogan en la base de la jugada, tanto en ataque como en defensa, liberando por delante a De Bruyne como mediapunta, para correr y dirigir el contraataque a través de la gran cantidad de metros concedida por su rival. Para intentar terminar con un adversario volcado. Para, ante la respuesta del contrario, hacer más grande la herida.
– Foto: Ian Kington/AFP/Getty Images