
Horror vacui
La de falso nueve es una posición compleja. De todo el arsenal táctico que desplegó Pep Guardiola en su etapa azulgrana, de hecho, es la que menos continuidad ha tenido tanto en el propio libreto del de Santpedor como en el de quienes se han inspirado en él. Implica que a menudo el equipo no va a tener a nadie en la zona desde donde se resuelven con éxito la mayor parte de jugadas de ataque, y que a cambio deba ser una perfecta fluidez en el juego la que termine designando diferentes inquilinos para ella. Por eso, a menudo, los equipos que emplean la figura del falso nueve lo hacen con un matiz, apostando más por el relevo entre jugadores que por el vaciado del frente de ataque. Que la absoluta libertad de su atacante central no signifique la pérdida de una referencia entre centrales, sino la entrada en su lugar de alguno de sus compañeros. Las últimas experiencias del Barça con el falso nueve así lo han hecho, bien con un Luis Suárez disfrazado de punta izquierdo para ser, en realidad un nueve, o con centrocampistas como Arturo Vidal encargados de situarse como hombres más adelantados del equipo cuando, en este caso Leo Messi, decidía caer a banda o acercarse a línea de medios.
Ocurre que el Barça de Koeman, por lo visto hasta la fecha, no parece un conjunto diseñado para un relevo posicional fijo en punta. Para que un extremo o el mediapunta tome cuerpo de delantero centro cuando el hombre inicialmente designado para ello se mude a otras zonas del campo. El de Ronald es un equipo que distingue por detrás del delantero a un mediapunta más de frontal y balón al pie que de área y movimientos al espacio, y que necesita en banda a los extremos si quiere que sus laterales ataquen por aparición y no en una posición más estática. Es un Barça que, sin nueve, aparentemente deberá aprender a convivir con el hecho de que durante algunos tramos del partido y de la jugada, la zona del delantero centro no tendrá dueño. A ella se llegará desde la segunda línea o desde las bandas, pero el momento de hacerlo vendrá más marcado por el propio desarrollo de la acción que como respuesta a los movimientos del falso nueve. A la hora de definir, el área será ocupada por varios futbolistas, pero, hasta entonces, muchas veces estará vacía, a menos que la llegada de Sergiño Dest y las posibilidades en el desborde que aporta desde el lateral lleven al técnico a nuevos ajustes. Saber detectar en cuál de los dos momentos se encuentra la jugada de ataque culé, y sincronizares de acuerdo a ella, se antoja uno de los retos iniciales que deba afrontar el Barça 2020-21, a juzgar por lo observado anoche en su duelo ante el Sevilla.
Los de Lopetegui escenificaron en el Camp Nou un partido excelente en la ejecución y muy variado en el repertorio, que contó con fases de presión, de repliegue, de contraataque y de ataque organizado. La primera intención hispalense fue la de condicionar la salida barcelonista con un bloque alto que priorizó el avance a través de Araújo y Sergi Roberto para dejar sin suministro a De Jong, con tal de que a Coutinho el pase le llegara en horizontal desde la derecha y no en vertical y girando una línea de presión desde la izquierda. Con Rakitic y Jordán sobre los mediocentros del Barça, Luuk de Jong orientando los primeros pases culés y Fernando Reges como escoba por detrás de los interiores del Sevilla, Philippe repitió recibiendo a uno de los lados del mediocentro rival como en Vigo, aunque en esta ocasión sus recepciones no arrastraran a un pivote que siempre priorizó el carril central, y su impacto quedara amortiguado tanto por el cierre sevillista como por la extraordinaria actuación de Jules Koundé. En campo propio, pues, la prioridad visitante fue cortar las sociedades interiores que pudiera construir el Barça, un hecho que terminó provocando que Messi abandonara su posición en punta y que la interpretación que los extremos hicieron de esta circunstancia terminara por bloquear el juego de ataque local.
Ansu Fati y Antoine Griezmann arrancaron el duelo como hombres de banda, recibiendo por fuera de los laterales del Sevilla y buscando su sujeción para que Jordi Alba y Sergi Roberto aparecieran desde atrás por sorpresa. Sin embargo, a medida que con el balón en campo contrario Messi empezó a abandonar la punta para contactar en zonas más retrasadas, ambos cerraron sus respectivas posiciones para dibujar una suerte de doble punta (Imagen arriba a la izquierda). Siendo ellos la referencia para los centrales, los laterales lo fueron para Jesús Navas y Acuña, formando una línea recta con poco escalonamiento y escasa movilidad. Así la defensa sevillista se hizo fuerte por dentro, pudo cerrar a sus cuatro zagueros ante la falta de desequilibrio exterior del ataque del Barça, y recuperar el esférico mirando hacia la portería de Neto. Hacia ella salió de manera directa sobre Luuk de Jong, buscando la espalda de los adelantados laterales azulgranas o maniobrando con su mediocentro, de manera que Fernando alternara el descenso entre centrales para formar una salida de tres, y proyecciones hacia la mediapunta que le entregaran la base de la jugada a la capacidad técnica de Rakitic y Joan Jordán.
A propósito de la posición de los extremos, Koeman ajustó en el descanso los roles de Griezmann y Fati. Recuperaron su vocación exterior a excepción de algunos intercambios entre Antoine y Messi en la derecha, a pesar de que Leo, en comparación con el primer tiempo, abandonara más a menudo el carril central (Imagen arriba a la derecha). Tanto ellos dos como luego Pedri, Coutinho o Francisco Trincao aceptaron con menos sobresaltos la ausencia de una referencia central. Le perdieron el miedo al vacío generado en el espacio del nueve.
– Foto: LLUIS GENE/AFP via Getty Images