
Zidane y el mediapunta de Jürgen Klopp
Paradójicamente, el actual es un momento en el que, mientras poco a poco parecen desaparecer los últimos representantes de la figura del enganche, más importante se ha vuelto la zona en que éstos habitaban. Sea tanto contra planteamientos más replegados, para girar al mediocampo rival o romper la sincronización de los centrales, o ante propuestas de presión adelantada con tal de activar un pase a la espalda del acoso que permita girar y verticalizar los ataques, se trata de un de los espacios que hoy es prioritario dominar para superar los duelos. Algunos equipos optan por atacar la cuestión repartiendo la tarea entre varios futbolistas, que aparecen en tres cuartos de campo por turnos y según la situación de cada jugada, y otros prefieren la presencia más o menos fija de un futbolista en esta determinada parcela. El Real Madrid 2020-21 había empezado el curso encuadrándose en el segundo grupo, habiendo designado a Martin Odegaard o a Isco Alarcón para tal cometido. Para medirse al Levante, sin embargo, Zidane cambió de plan. Recuperó el 1-4-3-3 y ubicó entre el mediocampo y la delantera al mediapunta favorito de Jürgen Klopp: la presión.
Afirma el técnico alemán del Liverpool que no hay mejor mediapunta que una recuperación cerca del área rival, de esas que se encuentran con el equipo junto y organizado y el rival dispuesto sobre el campo más preparado para dar salida a la pelota que para protegerse en caso de perderla. Con Fede Valverde empujando desde arriba, Casemiro mandando sobre la segunda jugada, dobles parejas por banda y Varane corrigiendo la distancia entre el bloque alto del Madrid y la posición de Courtois, los blancos definieron un partido que, durante su tramo más prolongado, se disputó mayoritariamente cerca del área levantinista. La presión del Madrid no nació de la nada, ni tampoco de un esfuerzo físico desconectado de la jugada de ataque inmediatamente anterior, sino que se sostuvo en ella para dotarse de un escenario favorecedor a la hora de instarse sin balón en campo contrario.
El comportamiento ofensivo merengue constó de tres principios fundamentales. En primer lugar, la suficiencia de su salida de balón, apoyada en izquierda en los recorridos de Mendy y en un Luka Modric agigantado en la base en su papel de director. El croata se multiplicó en tareas y en espacios, acudiendo a la teórica zona del lateral para sacar el balón casi a la altura de los centrales, relevando a Casemiro en el espacio del mediocentro como receptor del primer pase, e incluso habilitándose en el segundo escalón del mediocampo cuando el pivote o Valverde ocupaban el primero. A la derecha de su sistema para sacar el balón desde atrás el Madrid no tuvo una actuación individual como la de Modric, pero la coordinación entre Varane, Nacho, Asensio y Valverde le permitió diversificar su avance. Con el esférico en los pies del central galo, así pues, el lateral mezcló la amplitud con movimientos hacia dentro que activaran el pase del central hacia un extremo en el que podían aparecer tanto Marco como Fede. Si uno se encargaba de abrir la banda, el otro se instalaba como referencia interior entre líneas.
La segunda constante en ataque durante los mejores tramos de juego del Real Madrid fue que, sin un ocupante fijo de la mediapunta, fueron varios los futbolistas que se alternaron en ella. Modric y Valverde desde los interiores, Benzema desde la punta y Asensio dibujando el fuera-dentro, dotaron a la ofensiva madridista de escalonamiento y movilidad. Esto último tuvo que ver, también, con el tercer principio que puso en práctica la gestión de la pelota por parte de los hombres de Zidane: la profundidad. La presencia de Vinícius en la izquierda, la agresividad de Asensio en la derecha, los movimientos de Karim y las llegadas de Valverde desde la segunda línea multiplicaron los recorridos sin balón en última línea, y empujaron hacia atrás a un Levante obligado casi siempre a empezar sus jugadas desde muy atrás.
Los de Paco López tampoco marcaron la figura del mediapunta en su pizarra, sino que repartieron a los tres candidatos a ocuparla entre la banda y la doble punta. Así Morales formó arriba junto a Roger, al tiempo que Enis Bardhi y José Campaña se situaban inicialmente por fuera. El objetivo del técnico del Levante, no obstante, no era que el macedonio y el nuevo internacional de Luis Enrique se fijaran en los costados, sino que cuando su equipo tuviera la pelota se desplazaran al centro completando una suerte de cuadrado por delante de Malsa y Vukcevic. Querían los granotas encontrarse por dentro para girar al Madrid, atacando por partida doble la posición de Casemiro y obligando a salir a uno de los centrales blancos para que Roger y Morales castigaran al espacio.
Al plan inicial de Paco López le falló que, después de recibir por dentro, sus jugadores no pudieron girarse, y que cuando descargaron hacia atrás para que el compañero tocara de cara, éste no podía mandar el cuero hacia el espacio libre, las bandas, por no tener el Levante a nadie en disposición de atacarlas. En este sentido, la puesta en escena de los locales mejoró ostensiblemente con la entrada de Melero y De Frutos al campo, pues colocó, esta vez sí, una referencia posicional en la mediapunta. De este modo, la segunda altura del mediocampo recaería en Melero y no en los hombres de banda, que manteniendo un comportamiento más externo dieron salida y profundidad a su equipo a la espalda de los laterales visitantes. De todas formas, en un partido que vio correr por el césped a Bardhi, Campaña, Melero, Isco, Odegaard o Asensio, ningún enganche mandó más que el mediapunta favorito de Jürgen Klopp. Ninguno estuvo por encima de la presión del Real Madrid.
– Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images