
El Barça de Koeman contra dos delanteros
Villarreal, Celta, Osasuna, Valladolid, Athletic Club… Dentro de la escala de grises que, en líneas generales, está siendo la temporada del FC Barcelona, la mayor parte de las actuaciones más redondas de los culés en Liga se han dado contra rivales con un rasgo común: casi todos le han permitido disfrutar de una situación de superioridad numérica iniciando el juego. Los cinco ejemplos mencionados enfrentaron al cuadro azulgrana coronando su dibujo con dos puntas, y planteando una defensa zonal (cuando no flotante) de los primeros pases, ante la cual la presencia retrasada de un tercer jugador barcelonista facilitaba la aparición del hombre libre. Los descensos de De Jong contra Villarreal, Celta y Osasuna, la utilización de un tercer central en Pucela o la posición baja de Sergio Busquets en San Mamés, le han servido en estos escenarios a Koeman para procurar para los suyos un arranque de la jugada en ventaja.
También algún problema en el rompecabezas incompleto que arroja por el momento la pizarra del neerlandés, como el que ante los de Marcelino allanó el camino el 1-0. Y es que en su visita a la catedral bilbaína, el entrenador del Barça hizo convivir dos ajustes de delicada sincronización. Por un lado, un inicio del juego con el mediocentro entre centrales, como medida para ganar la batalla numérica a la doble punta rival. Por el otro, el ánimo de extremo en sus laterales, consecuencia de un ataque en el que la entrada de Griezmann por Braithwaite sugirió a los atacantes de banda un rol más central. El espacio concedido a la espalda de Dest y Jordi Alba, y el pasillo abierto en el carril del mediocentro, señalaban la amenaza sobre la transición defensiva culé. Lo fue, sobre todo, en el tramo inicial del choque, antes que la apertura de Dembélé a banda contuviera a Sergiño Dest, y de que el juego del Barça se estabilizara. A partir de entonces a Marcelino le quedó Muniain, abandonando el costado para aparecer a la espalda del mediocampo, para inquietar la soledad de Busquets y la sujeción de Araújo y Lenglet.
En todo caso, a los culés les rentó asumir el peligro del navarro a cambio de mantener su despliegue ofensivo. En la derecha, Dembélé afinaba la versión más responsable de su fútbol que Koeman está sabiendo hacer emerger, mientras en la izquierda Jordi Alba y Griezmann castigaban la posición de Ander Capa permitiendo aparecer en el centro a Pedri y Leo Messi. Y es que, incorporando a Busquets entre centrales y saliendo Lenglet dividiendo con el balón, el Barça logró sistemáticamente la atracción de uno de los mediocentros o de Oscar De Marcos. A partir de ahí, filtrando el balón directamente por dentro para encontrar a la pareja de mediapuntas que iluminan el juego barcelonista, o hacia la banda para que Alba progresara hasta plantearle el dos contra uno al lateral derecho rojiblanco, los visitantes no sólo introducían el balón cerca del área contraria sino que además lo hacían desorganizando la tierna estructura defensiva de su oponente.
Sacando de posición a Vencedor o a Unai Núñez para despejar el centro del tablero, volvió a relucir la relación entre Messi y Pedri, en esta ocasión sin un delantero centro por delante pero igualmente cómodos intercambiando pases, miradas y alturas. Para Leo, el canario es la posibilidad de pasar el balón cuando juega desde abajo y de recibirlo cuando espera en la frontal. Un socio para combinar en corto y un segundo foco de atracción para encontrar alejados liberados. Un futbolista que piensa igual y en el mismo espacio que él frecuenta, pero con el suficiente ingenio como para hacerlo en el momento y de la forma pertinente. Un socio que nunca es obstáculo. Junto a ellos, cada vez más presente una versión distinta de Frenkie de Jong, muy vinculada con la profundidad en los últimos metros. Más destino que origen. Un satélite del plantea al que dan forma el veterano maestro y su joven aprendiz.
– Foto: Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images