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El orden de los factores

El orden de los factores

Nadie es igual a los veinte años que a los veinticinco. Tampoco Ousmane Dembélé, que cinco veranos después de recalar en el Camp Nou atraviesa su período de mayor madurez, coincidiendo con el momento de más continuidad física. Ya hace dos cursos, a las ordenes de Ronald Koeman, en el tramo en que el técnico apostó por el 1-4-3-3, desde la banda derecha Ousmane fue capaz de incorporar a su fútbol ciertos matices posicionales insólitos en su, hasta entonces, desordenada trayectoria culer. En resumen, Koeman lo convenció para adaptarse a un nuevo rol en el que participaría menos, pero participaría mejor. Menos porque, controladas sus ansias por acercarse al balón, incluso invadiendo espacios de sus compañeros, al galo le tocaría adoptar una actitud más paciente que, por momentos, lo sujetaría en el costado en pos de facilitar la recepción del compañero y no la suya. Pero también mejor porque, aguardando obediente en la orilla, recibiría el esférico en unas condiciones más favorables tanto para aumentar el impacto de su juego como para ocultar sus posibles flaquezas.

Después vendría Xavi, entregado valedor del potencial futbolístico del francés. Desde el comienzo poniendo la figura de los extremos en primer lugar, con el egarense no se ha detenido el proceso de maduración de Ousmane, sino que se ha acelerado. El miércoles, ante el Viktoria Pilsen, el futbolista probablemente disputó sus mejores minutos desde que viste de azulgrana, colmando al ataque local de amenaza, desborde, sorpresa y de un inesperado compromiso con el liderazgo y la recuperación. El arranque del partido para Dembélé, sin embargo, empezó con advertencia. Varias de sus primeras intervenciones desencadenaron contras del equipo rival, debido a una mala toma de decisiones del jugador en términos de posición, ejecución y elección de la jugada. El Barça había inaugurado el partido girando de forma clara el juego hacia su sector derecho, a pesar de juntar en la izquierda a Pedri, Ansu, Lewandowski y Koundé. Las marcas individuales del Viktoria Pilsen por dentro y la escasa ocupación de la base de la jugada, debido a la separación entre los interiores adelantados y un De Jong con tendencia a alinearse con los centrales, invitaba a los locales a jugar por fuera.

La secuencia se repetía: Christensen salía en conducción para conectar con Dembélé en banda o para servir hacia Sergi Roberto y que fuese el canterano el que encontrara al extremo. En ambos casos, no obstante, la recepción del extremo se producía varios metros por detrás de lo esperado, arrastrando a su par y liberando un carril entre el lateral izquierdo y el central por el que podían aparecer Kessié o Roberto. Sin llevar el ataque de lado a lado y, sobre todo, sin haber fijado previamente por dentro para generar espacios en los costados (“En el baloncesto atacas a canasta y cuando el rival se cierra sacas el balón fuera y tiras el triple.“), este tipo de acciones tendieron a buscar el desenlace demasiado pronto. Lanzando el centro al área o la asistencia definitiva sin tiempo para juntar compañeros alrededor del esférico ni de desordenar a las líneas defensivas del rival. En definitiva, sin poder construir una estructura favorable a la hora de recuperar el balón y controlar la transición defensiva.

A lo largo del primer tiempo, sin embargo, el creciente protagonismo de Lewandowski en el centro y de Sergi Roberto desde el lateral lograron inyectar calma en el perfil derecho de la ofensiva local. Ofreciéndole a Ousmane un apoyo para que el galo pudiera mezclar acciones agresivas con otras más pausadas con las que dejar respirar a la jugada, y apareciendo por zonas interiores para arrastrar vigilancias agrandando los espacios del extremo en banda. Pero fue en el segundo tiempo cuando el guion del ataque barcelonista cambió impulsando definitivamente el juego de Dembélé. Sin Sergi Roberto y con Piqué en el central zurdo, el Barça pasó a volcar mucho más su juego hacia la izquierda, juntando en ese perfil a De Jong, Alba, Pedri, Ansu y Lewandowski. Llevando primero al Viktoria Pilsen hacia la izquierda y apoyándose en el delantero centro para fijar atenciones y cerrar al rival por dentro, las derivadas positivas para Ousmane fueron tres. En primer lugar, cuando el esférico viajara hacia la orilla derecha lo haría con la jugada ya cerca del área rival, permitiendo al galo recibir más arriba que en el primer tiempo. En segundo lugar, el balón le llegaría con espacios y con los defensores rivales desplazados hacia el centro.

Por último, que las jugadas empezaran y progresaran por la banda izquierda permitió el intercambio de roles de los extremos del Barça. Si lo más habitual es que el derecho asuma un papel más fijo abriendo la banda mientras al izquierdo se le concede la libertad para acudir hacia la mediapunta, en este caso fue Ansu el que se mantuvo más sujeto a la cal mientras Ousmane podía descolgarse mucho más hacia la frontal del área o, incluso, hacia la zona del interior derecho. Con Kessié cortando hacia la esquina para compensar los acercamientos del francés, y con Koundé a modo de colchón de seguridad a la espalda. Un Dembélé tan desatado como sostenido, que brilló con todo a favor cuando el Barça cambió el orden de los factores. Cuando dejó de empezar por el galo para seguir con Lewandowski, y pasó a arrancar con el polaco para llegar posteriormente a Ousmane.

– Foto: PAU BARRENA/AFP via Getty Images

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