
Como un queso colina abajo
Cuando Pedri empezó a jugar con el Barça, de inmediato se vio que sería muy difícil sacarlo del once. El canario tenía calidad, mejoraba el juego del equipo y, más especialmente, era el socio que Leo Messi necesitaba. El argentino llevaba años viendo desaparecer a acompañantes para la combinación, que en gran parte eran sustituidos por elementos más dados a compensar sin la pelota los recorridos del 10. Hombres que corrieran a ocupar los espacios en banda que Leo liberaba en sus viajes hacia la medular, o que le ofrecieran movimientos de ruptura por delante del balón para que él pudiera servir un pase definitivo con el que generar la ocasión de gol. Pases que, en ocasiones, siendo Leo el único armador del juego, se activaban más cerca del círculo central que del área contraria, con muchos jugadores azulgranas por delante del balón y que, por consiguiente, cuando no lograban agujerear la defensa rival se convertían en contraataques para los que el Barça apenas había levantado barreras. El adversario interceptaba el cuero mirando hacia la portería de Ter Stegen, y a pesar de tener muchos metros por delante los transitaba encontrando muy pocos obstáculos. Los dos centrales, Busquets y Messi. A lo sumo, también el lateral derecho. El resto ya habían sido superados en el momento del robo. En ese contexto Pedri fue la opción de que Messi pudiera tocar en corto. Que pudiera avanzar él con el cuero desde la asociación con el canario, de modo que no tuviera que ser siempre el lanzador de un pase en el que el balón viajaría solo. La opción de juntarse alrededor del cuero para atacar y defender de forma más coordinada.
Es una de las cosas que más le están faltando al Barça durante las últimas semanas. Sus ataques agreden, como indica el dato que desde la jornada uno no se ha quedado sin marcar, y en su último tropiezo, ante el Granada, anotó dos tantos que, ciertamente, pudieron ser más. Pero el punto de intercambio, el que señala el momento en el que el equipo pasa de atacar a defender, no está resultando sostenible. El rival necesita poco. Le valen estructuras replegadas muy alejadas del área contraria, juego directo hacia los puntas y un emparejamiento hombre a hombre contra los centrales barcelonistas. En parte porque el cambio que supone la entrada de Joao Cancelo en el lateral derecho que el curso pasado fue de Koundé es notable y cuestiona la estructura del vigente campeón. Lo que entonces era un tercer central, hoy es casi un mediapunta que vive muchos minutos por delante del balón y que sin De Jong ha asumido un peso en la administración del cuero que, puesto que su perfil es más adecuado para la finalización que para la gestión, repercute en el orden ofensivo del Barça y en su tendencia a perder el balón en zonas y momentos comprometidos. El de Xavi es un equipo que, cuando ataca, utiliza a un lateral como extremo y al otro como mediapunta, una osadía que destapa al equipo atrás cuando pierde la pelota y que no está pudiendo compensar desde una puesta en escena con el balón que le permita controlar los escenarios de transición.
En primer lugar porque los contrarios esquivan la primera presión tras pérdida con servicios directos hacia unos puntas ante los que responden los centrales culers en igualdad numérica y sin posibilidad de coberturas. En segundo lugar, también, porque la salida a la contra del adversario no sólo es simple, sino también cómoda. Uno de los aspectos que más está condenando a la seguridad defensiva del Barça es que sus rivales, especialmente aquellos más replegados, prácticamente siempre pueden recuperar el cuero defendiendo hacia adelante, lo que resulta en una activación automática del contraataque. Ni tienen que girarse para defender corriendo hacia atrás, ni tienen que girarse para salir en dirección a la meta de Marc-André ter Stegen. Pueden salir a la contra como un queso rodando colina abajo. A propósito de esto, al equipo de Xavi le vienen faltando movilidad por delante del balón para que el pasador pueda mezclar servicios al pie y otros al espacio, habilidad para aguantar el balón entre líneas que priven al central de la anticipación y obliguen al mediocampo rival a arrugarse como un papel, y capacidad para girar contrarios rompiendo líneas en conducción. Arrastrándolos, juntándolos y desordenándolos en beneficio tanto del ataque como de la posterior transición defensiva. Para que cuando recuperen el cuero no estén mirando hacia la espalda de Alejando Balde o Joao Cancelo. Para que recuperen mirando hacia atrás, y el Barça pueda volver a defenderse hacia adelante.
– Foto: Fran Santiago/Getty Images
Arnold 10 octubre, 2023
Pasar de usar a usar a Gavi presionando desde el extremo, a hacerlo desde el interior, pasar de un doble pivote a un único y pasar de tres centrales a dos es un claro bajón defensivo. Más sin De Jong.
Quizás Xavi debería probar un esquema de tres centrales para no perder el poder ofensivo se sus laterales y no dejar tan expuesto a Oriol en la salida. Al menos mientras vuelven De Jong y Pedri.