Sin extremos ni carrileros

Sin extremos ni carrileros

Desde hace cinco años, las temporadas del FC Barcelona tienen un rasgo en común: los tramos en que su fútbol ofensivo fluye de forma más fácil tienen a Messi partiendo desde una posición centrada. El enunciado tiene trampa, pues desde 2016 el juego de Leo, también cuando sobre el papel arranca desde el perfil derecho del ataque, se localiza en la misma parcela interior, cerca del pico derecho del área rival. La diferencia, en este caso, más que en la zona de influencia del argentino apunta hacia la presencia de una segunda pieza ofensiva más abierta a la orilla que él. Reformulado, por lo tanto, la sentencia con la que arranca este texto equivale a esta otra: Desde hace cinco años, las temporadas del FC Barcelona tienen un rasgo en común: los tramos en que su fútbol ofensivo fluye de forma más fácil tienen a un atacante a la derecha de Messi.

Lo tuvo cuando Luis Enrique revolucionó al equipo en su último curso en el banquillo culé recuperando un 1-3-4-3 que abría a Rafinha al extremo derecho. Lo tuvo la primera temporada de Ernesto Valverde en el Camp Nou, con Dembélé, Deulofeu y otros protagonistas menos habituales situados a la derecha de una delantera asimétrica que dejaba la banda izquierda desierta para las subidas de Jordi Alba. Fue la misma fórmula con la que arrancó su andadura barcelonista Quique Setién, en el caso del cántabro empleando a Ansu Fati en la orilla derecha; y también el primer sistema eficaz de cuantos ha probado Koeman esta temporada, de nuevo con Dembélé en el papel de extremo derecho. También lo ha tenido el 1-5-3-2 con el que el técnico neerlandés ha peleado el tramo final del curso, en la figura de un carrilero que con la espalda cubierta por un central más ha recibido la misión de activar el carril como si de un extremo se tratara. Así, Sergiño Dest desde hace semanas se encarga de ejercer como el verdadero delantero derecho del conjunto culé ocupando la plaza de carrilero derecho.

Puesto que la de carrilero es una función que se ejerce partiendo como el último defensa en banda del equipo, para que su protagonista pueda disfrazarla de extremo en campo rival a menudo necesita que todo el bloque, en su conjunto, pueda conquistar una determinada altura sobre el campo. Llegar arriba acompañado, sin agrandar las distancias respecto al central más cercano a su posición. Necesita que el Barça imponga su plan, lo cual este curso apenas ha conseguido hacer a la hora de enfrentar las citas más exigentes. En este sentido, el duelo contra el Atlético de Simeone no fue una excepción, y transcurrió al dictado de un guion de partido condicionado desde muy pronto por la defensa rojiblanca sobre la salida de balón culé.

A diferencia de lo que sucediera en Villarreal, donde un ajuste de Koeman sobre la posición de Dest mandó al estadounidense a zonas de ataque desde el inicio para alejar las ayudas del lateral izquierdo rival y abrir espacios para las recepciones y las conducciones de Frenkie de Jong y Leo Messi, esta vez la altura de ambos carrileros azulgranas resultó muy baja cuando el equipo sacaba el balón desde atrás. Más que carrileros, Dest y Jordi Alba fueron laterales, cercanos a Mingueza y Lenglet, y permitiendo una defensa atlética que siempre pudo mirar hacia adelante y hacia el centro. El intento local de superar el bloque colchonero se desarrolló sin jugadores en las esquinas. Sin nadie que, situado a su espalda, retrasara a Trippier, Yannick Carrasco o Saúl. Sin nadie que tirara de Savic o Mario Hermoso hacia la banda.

Sí lo tuvo el Atlético de Madrid, que además de la proyección ofensiva de sus dos carrileros contaba con una segunda referencia más adelantada en las dos bandas. Trippier y Correa en la derecha, y Carrasco y Lemar (luego Saúl y Carrasco) en la izquierda, atacaron por pares. Lo hicieron de forma distinta, aunque en ambos casos explotando una de las particularidades del esquema culé: con un solo futbolista en cada una de las alas, los emparejamientos defensivos de los carrileros son, dependiendo del dibujo empleado por el contrario, los carrileros o los laterales del rival. Jugando con un segundo futbolista exterior, pues, Simeone buscó la libertad de Correa y Lemar (luego Yannick) a la espalda de Dest y Jordi Alba, reclamando la marca de Mingueza y Lenglet. Fue ahí donde aparecieron los matices del plan de El Cholo en cada uno de los flancos, pues mientras en el izquierdo insistió en el duelo directo y a menudo individual contra el central canterano, en el derecho se apoyó en las diagonales de Marcos Llorente desde el centro para profundizar aprovechando la sujeción de Alba y Lenglet.

Para el Barça, de hecho, las soluciones llegaron de la mano de Leo Messi, especialmente cuando el argentino se acostó a la derecha del mediocampo para recibir entre Mingueza y Dest. Apareciendo como inesperado jugador de banda, sin vigilancia directa de los colchoneros más escorados en la orilla, para arrancar en conducción hacia la portería rival regateando rivales. Cargando con los metros que no suele cargar cuando puede habilitarse desde el centro, y sorteando los obstáculos que no tiene que sortear cuando recibe más cerca de la frontal. De la zona donde el Atlético tenía claro que no podía dejarlo entrar. La que encuentra de manera más fácil cuando un compañero abierto a su derecha atrae las atenciones del rival.

– Foto: Joan Valls