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De Jong y las dos llaves

De Jong y las dos llaves

A menudo el fútbol actual se decide en dos batallas. La importancia de la construcción del juego desde las defensas y el consecuente auge de las presiones adelantadas, como protección y a la vez amenaza, suelen dibujar partidos que se definen, en ambos fondos del campo, dilucidando el vencedor del choque entre la salida de balón y la presión de los dos equipos. Imponerse en sendas disputas supone, hoy en día, afrontar el encuentro y las diferentes fases del juego que se inscriben en él en ventaja. Con el rival a contrapié. Sorprendentemente, sin embargo, durante años el FC Barcelona ha sido un conjunto particularmente poco preparado para este tipo de retos. Sin poder presionar en campo rival de forma sostenida debido a la falta de efectivos y de estructura colectiva para ello, y lastrado a la hora de iniciar el juego desde atrás por la poca complementariedad de unas piezas ofensivas, donde han redundado perfiles que priorizaban recibir al pie y en el carril central.

El papel de los delanteros como refuerzo a la salida de balón de su equipo juega un papel fundamental en el fútbol de hoy en día. Contra bloques defensivos muy altos, que sitúan a casi todos sus jugadores en campo rival y que dejan espacios a su espalda en pos de reducirlos cerca de la pelota, los atacantes son los encargados de hacer grande el espacio. De ensancharlo fijándose en banda, estirarlo amenazando con correr al espacio y descongestionarlo sujetando a sus marcadores lejos de la acción. Es uno de las grandes recompensas que ha sacado el Barça de su mercado invernal. Ferran Torres, Adama Traoré y Pierre-Emerick Aubameyang no solo le han cambiado la cara a los de Xavi cerca de la portería rival. La contribución de los tres delanteros culés a la clara victoria de su equipo en Nápoles, en este sentido, resultó enorme y reseguible en multitud de aspectos del juego. Para que los azulgranas impusieran su salida de balón sobre la presión italiana, por ejemplo, Ferran, Adama y Aubameyang definieron el decorado posicional estirando la lona al máximo. Muy abiertos los extremos al inicio de la jugada, y pudiendo atacar los tres la profundidad para que la línea de cuatro napolitana se viera forzada a sujetarse lejos del mediocampo y estirada hacia las bandas.

Esto lo aprovechó el Barça para tener superioridad cerca de Ter Stegen, y para encontrar hasta tres caminos distintos para esquivar el acoso que pretendían los hombres de Luciano Spalletti. El primero descansó sobre la superioridad numérica interior del sexteto portero-centrales-mediocentro-interiores contra el cuarteto punta-mediapunta-doble pivote del Nápoles, una situación que los culés aprovecharon multiplicando las referencias en la base del mediocampo y apoyándose en la recepción de Pedri y De Jong para encontrar de cara a Sergio Busquets a través del tercer hombre (Imágenes arriba). A partir de ahí, el mediocentro catalán se encargó de activar las referencias de los interiores entre líneas o de los extremos en banda para guiar el ataque (Imagen abajo a la izquierda). El segundo escenario de la salida desde atrás del Barça se dio cuando el conjunto napolitano optó por liberar a uno de los centrales barcelonistas a cambio de apretar las vigilancias de su mediocampo sobre los centrocampistas de Xavi, de modo que de forma natural Zielinski se emparejara con Busquets al tiempo que sus dos mediocentros hicieran lo propio con Pedri y De Jong. Cuando esto sucedió, la estrategia azulgrana trajo ecos de Mestalla, pues volvió a utilizar las persecuciones de los pivotes rivales sobre sus interiores para despejar el camino hacia los apoyos de Pierre-Emerick Aubameyang (Imagen abajo a la derecha). A través de los acercamientos de espaldas del gabonés detrás de la línea de medios local, construyó el Barça una opción para dejar el balón de cara a sus medios o para abrir un agujero en el centro de la zaga a disposición del desmarque fuera-dentro de Ferran Torres.

Los extremos fueron la tercera solución, esperando lejos y pegados a la cal para pelear el envío largo con pocos contrarios alrededor. La victoria de la salida culé contra la presión napolitana fue el primero de los factores que permitió a los de Xavi atacar con espacios en todo momento. El segundo ocurrió en el otro extremo del campo, con los mismos contendientes pero con roles cambiados: la presión del Barça sobre la salida de balón del Nápoles. Una de las notas más singulares del, por momentos, abusivo dominio barcelonista sin balón en las inmediaciones del área de Meret, fue la utilización que le dio Xavi a sus extremos e interiores, pues a la hora de presionar el inicio de la jugada normalmente los segundos se situaron por delante de los primeros (Imágenes abajo). De Jong, Pedri y Aubameyang formaron el triángulo que, por norma general, el Barça lanzó sobre los primeros pases locales, dejando a Adama y Ferran más cerca del paralelo de Busquets que del de Auba. En algún momento incluso el mediocentro se sumó a la emboscada por delante de los extremos. Este reparto posicional, que muchas veces utiliza el City de Guardiola y que en 2019 analizamos en esta artículo, le valió a Xavi para darle a su equipo tres ventajas en la presión.

La primera consistió en naturalizar los emparejamientos en banda, pues cerrando opciones por dentro la presión barcelonista expulsaba la salida local hacia la zona de los laterales, un espacio más próximo a las posiciones de partida de Adama y Ferran que a las de Pedri, Busquets, De Jong, Dest o Jordi Alba. Relacionado con este primer punto, que fueran los extremos quienes cerraran por fuera garantizó que el carril central del Barça siempre estuviera ocupado una vez recuperada la posesión, y que quienes se encontraran el balón en él fueran las piezas más clarividentes del once culé. En tercer lugar, tener a Pedri y De Jong tan arriba en la presión evitó que el Barça precipitara su transición defensa-ataque después del robo, ya que en lugar de que el cuero saliera de los pies de Pedri y De Jong hacia los delanteros, eran justamente el canario y el neerlandés los primeros receptores. Menos verticales que Adama, Ferran o Aubameyang con el balón en los pies, los dos interiores del Barça le dieron pausa a la jugada sin detenerla, orientándola hacia las zonas que su rival desprotegía y permitiendo una agrupación en campo contrario gracias a la que intensificar su dominio. Lejos de las dudas de Ter Stegen. Cerca de una área rival a la que ahora el Barça llega más, mejor y con mayores posibilidades de éxito.

– Foto: Francesco Pecoraro/Getty Images

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