
De Jong en el comienzo
Hasta el momento, el actual ciclo del FC Barcelona ha vivido una anomalía que no experimentaron sus predecesores: a la formulación del salto de un proyecto (el capitaneado por Luis Enrique) a otro (el de Ernesto Valverde), durante los dos primeros veranos no le acompañó una ventana de fichajes en consonancia. No tuvo un mercado en el que el saldo de decisiones, por lo que respecta a las altas y las bajas de la plantilla, recogiera y tradujera en el plantel el significado de un nuevo comienzo. Que marcara la frontera y las líneas maestras pretendidas al dejarla atrás. El Barça de Rijkaard tuvo 2004 y el lavado de cara que obraron Eto’o, Deco, Giuly, Larsson, Edmilson, Sylvinho o Edmilson en armonía con el camino descubierto algunos meses antes. El de Guardiola, 2008, las llegadas de Alves, Piqué o Keita, y las salidas de Ronaldinho o Deco pretendidas por el técnico. Y el de Luis Enrique un 2014 que, con Luis Suárez, Rakitic, Bravo, Ter Stegen, Rafinha o Mathieu serviría como primera piedra para construir el primer Barça “después de Xavi”. Tres veranos en los que, hoy, poder descubrir muchas de las verdades que más tarde darían forma a los tres ciclos, haciendo buena la idea que en su día acuñó Ferran Soriano como directivo del Barça según la cual los títulos que se levantan en mayo se ganan antes, en junio, julio y agosto.
El 31 de agosto de los dos últimos años, en cambio, ha venido marcado en clave azulgrana por dos acontecimientos contrarios a los deseos del club acerca de la confección de la plantilla: en 2017, el fichaje de Neymar por el Paris Saint Germain, y en 2018 la decisión de Antoine Griezmann de no incorporarse a la disciplina culé. Desde su último cambio de entrenador, el Barça no ha disfrutado de un mercado de fichajes con el que, desde la iniciativa y la propia determinación, reorientar el equipo para acercarlo a sus nuevas líneas maestras. Este proceso de construcción “antinatural”, más que un problema de carácter cualitativo ha supuesto una limitación en cuanto a las relaciones futbolísticas entre jugadores y a la coherencia interna de las mismas en relación al plan de juego. A la unidad de conjunto. Por ejemplo, el verano en el que Luis Enrique decidió que Xavi Hernández perdería protagonismo con respecto a etapas anteriores, se configuró la MSN como nuevo plan de juego y arribaron al Camp Nou interiores como Rakitic o Rafinha, acordes a la nueva dirección futbolística del equipo, de menor reposo en mediocampo y transiciones más verticales para llegar rápido a los dominios de los delanteros. Sin embargo, una vez roto el histórico ataque que definió el comportamiento blaugrana a lo largo de tres cursos, y sin la posibilidad de que una pieza de impacto aproximado lo reconstruyera, el Barça se ha venido encontrando entre la espada de estar obligado a reinterpretarse, y la pared de no disponer de las piezas para hacerlo.
Particularmente, en relación al vínculo entre el mediocampo y la delantera, reducida la capacidad de intimidar en espacios abiertos y escenarios de ida y vuelta, el guión señalaba un retorno al pase para el que la plantilla ya apenas tenía interpretes. La cuadratura del círculo del arranque del nuevo proyecto fue la necesidad de lograr un mayor control con los mismos medios que se habían entregado al vértigo. En virtud de este requisito se explica, por ejemplo, una metamorfosis como la de Ivan Rakitic en materia pasadora, quien en los dos pasados cursos ha promediado un 33% y un 45% más de pases por cada noventa minutos que en la temporada 2016-17; o la relevancia estilística y transformadora de Arthur Melo en un Barça que ya se había despedido, también, de Andrés Iniesta. La forma, el fondo y la personalidad del equipo de Ernesto Valverde han sido unos con el brasileño y otros cuando él no ha estado, sin que, más allá de Sergio Busquets, la plantilla azulgrana ofreciera un segundo pasador de la naturaleza del ex de Gremio para potenciar su contagio o, al menos, poder mantenerlo en aquellos tramos en los que no se encontrara sobre el césped. Tras la llegada de Frenkie de Jong, sí debería poder hacerlo.
Introducida de esta forma, podría anticiparse que la llegada del holandés tiene que ver con un ejercicio, relevante pero no trascendental, de aumentar el abanico de soluciones de la despensa culé relacionadas con el pase. De cubrirse las espaldas con el objetivo de sobrellevar de un modo más sosegado un eventual percance, y disponer de una garantía para que el equipo no tenga que cambiar por falta de recursos. De contar “con un segundo Arthur Melo”. Y si bien De Jong podría realizar tales funciones, lo cierto es que el holandés es algo más, algo distinto, y por lo tanto le ofrece al FC Barcelona la oportunidad de ir más allá de lo que ha sido como equipo. No sólo es el remedio puntual para no deteriorarse, sino, sobre todo, la posibilidad permanente de agrandarse y crecer.
Cabe señalar, por ejemplo, cómo a lo largo del curso 2018-19 el Barça ha acusado dos dificultades pronunciadas para conducir el juego más allá de la divisoria, es decir, para situar el balón en un lugar del campo que permitiera a Arthur y a Messi no jugar demasiado separados y que, al mismo tiempo, Leo no tuviera que alejarse más de la cuenta del área rival. El primero ha tenido que ver con la capacidad de conservar el balón, en fases tempranas de la jugada, ante presiones intensas y adelantadas, y el segundo con la escasez de profundidad al espacio para castigar el atrevimiento defensivo rival con carreras a la espalda de su defensa y mediocampo. Cuando el contrario siente que tiene poco que perder y arriesga fiándolo todo a la recuperación cerca del área de Ter Stegen, por un lado al Barça le costaba salir y, por el otro, si salía a menudo no ha tenido a dónde ir. De Jong es un centrocampista que, sobre el papel, debe representar un valor transformador en ambos aspectos, en tanto que se ha venido mostrando como uno de los mayores especialistas del concurso europeo ante una presión feroz y adelantada. Un antídoto a la reina del panorama actual, formado a su imagen y semejanza. Un remedio de laboratorio.
Muy relacionado con la base de la jugada, de marcada preferencia por la recepción de cara y activo en el movimiento horizontal en busca de una posición estratégica en el inicio del juego, su espacio en el nacimiento de la acción tiende a desarrollarse más cerca del área propia que de la zona de la mediapunta, como primer receptor por delante de los centrales o, incluso, en línea con ellos como salida más cercana al guardameta. No resulta extraño verle situado entre los dos centrales ni tampoco caer entre uno de ellos y la línea de banda, buscando libertad en zonas más propias de los laterales. El fútbol de De Jong, pues, por norma transcurre de cara y de abajo a arriba. No en vano, su desembarco en el primer equipo del Ajax se dio en un singular rol de central-mediocentro en el que arrancaba como pareja de De Ligt y terminaba por delante del canterano. Tomando de la mano al equipo desde sus primeros pasos, y guiándolo en su recorrido ascendente, su intención es llevar tanto su posición personal como la del equipo hacia adelante, y como el momento actual plantea dificultades casi extremas para ello debido al acentuadísimo desarrollo de las presiones en campo rival, Frenkie se ha especializado en combatirlas orientado a ello sus facultades técnicas, tácticas y físicas.
La primera de las tres armas con las que, principalmente, De Jong consigue esquivar y desconectar las presiones rivales es la capacidad en el pase tratada al comienzo del artículo. Ágil en el manejo de las dos piernas, provisto de un muy buen control del balón, primer toque y visión de juego, sus servicios acostumbran a encontrar a un compañero libre y a llegarle en ventaja para que pueda darle ritmo a la acción. Su golpeo es técnicamente pulcro y tenso, y no sanciona al receptor con la necesidad de forzar el control o de perder tiempo acomodándose la pelota para proseguir la acción. A su vez, cuenta con un extraordinario control orientado con el que aleja a su par de la recuperación, y con la sana costumbre de mirar a su alrededor antes de recibir el pase, lo cual le permite tocar con rapidez y tomar la decisión más indicada, si bien es cierto que en ocasiones gusta de retener en exceso el balón para desplazarse con él. Tiene que ver esto último con el segundo eje de su eficacia contra presiones adelantadas, como es la conducción y el desborde. Pese a empezar a jugar cerca de su propia área, con pocos compañeros por detrás y muchos por delante, es un futbolista que sortea adversarios con la pelota en los pies, como el De Bruyne que con Guardiola acercó su influencia a la posición del mediocentro en el arranque para cortar en vertical los intentos rivales de tapar el pase. Orientando, así, contra telarañas diseñadas para interceptar los envíos o atacar las recepciones de espaldas, a un futbolista que no suelte el cuero y lo conduzca mirando siempre hacia adelante.
De Jong, que exhibe un físico y un cambio de ritmo poderosos, una zancada autoritaria y sutileza cambiándose el balón de pierna para eludir a su marca, parece buscar este tipo de respuesta al mismo tipo de interrogante. Además de para sortear adversarios, la conducción le sirve al holandés como camino para encontrar compañeros libertados, pues la utiliza para atraer y dividir vigilancias que recaen sobre otros. En este sentido, es extraño ver a De Jong lanzar el pase sin un contrario cerca, ya que en este tipo de situación prefiere conducir hacia adelante hasta invitar a un jugador rival a saltar sobre él, forzándole a descubrir un espacio o un compañero hacia dónde servir el esférico. Se trata, evidentemente, de un comportamiento de riesgo, que unido a la confianza con la que lo ejecuta en ocasiones lo exponen a algún que otro sobresalto, y cuya comprensión deberá perfeccionar a medida que su fútbol gane en madurez y trascendencia.
Finalmente, la tercera de las patas que hacen del nuevo futbolista del Barça un centrocampista especialmente preparado para hacer frente a la presión es su lectura de la posición. Lo primero que cabe subrayar llegados a este punto es que el comportamiento posicional de De Jong tanto en el Ajax de Ten Hag como en la Holanda de Ronald Koeman ha estado lejos de lo que podría inscribirse dentro de una interpretación estricta y restrictiva de su modelo de juego. Frenkie se ha movido mucho y se ha movido libre, a menudo acompañado de un segundo jugador a modo de escudero, encargado de actuar según sus movimientos. Así, por ejemplo, actuando como pivote izquierdo no ha resultado extraño ver al holandés irrumpir por el perfil derecho, ni tampoco aparecer indistintamente a un lado y al otro del central para configurar distintas estructuras para una salida de tres hombres. Ocurre, no obstante, que la movilidad de De Jong, pese a su libertad e iniciativa individual, mantiene una inclinación ordenada y colectiva. Su intención no es tanto la mera recepción del cuero, sino la búsqueda de caminos de avance para éste. No busca estar en todas partes. En este sentido, no es muy habitual verle invadir el espacio ocupado por un compañero, ni fijarse en una posición paralela a su socio en mediocampo, y sí, por ejemplo, abrirle espacio al central sujetando a un contrario para que el zaguero gane metros con la pelota, o marcarle con su posición el pase al poseedor del balón. Sus recorridos en la base de la jugada están relacionados con el cuero, pero no necesariamente con sus propias recepciones.
En cuanto a la contribución de De Jong con la profundidad de sus equipos, ésta responde a una doble condición: por un lado a las posibilidades del holandés a la hora de situar el balón a la espalda de un contrario, y por el otro a la habilidad para hacer lo propio con sus mismos compañeros, como consecuencia del desencadenante posicional que originan sus movimientos en la base de la jugada. La primera de estas dos cuestiones hace referencia a su ya descrito manejo del pase y el golpeo, así como a su visión y tendencia a hacer avanzar el cuero encontrando receptores adelantados. La segunda, en cambio, tiene que ver con la capacidad del holandés para administrar en solitario los primeros estadios de la acción, un talento que permite que el resto de piezas de su equipo puedan adelantar su posición y situarse a alturas superiores de la jugada. Si bien sus recorridos sobre el campo en ocasiones demandan de un socio que obre en función de ellos, su autosuficiencia con el balón es muy alta, tanto en términos de conservación como de lanzamiento, y como no suele necesitar una descarga de seguridad próxima, abre la puerta a que ésta se traslade a tres cuartos de campo. En clave Barça, y entendiendo que, con Sergio Busquets y Arthur Melo en plantilla, no será frecuente verle administrar solo el primer escalón del mediocampo, ésta es una relación que puede afectar más a un hipotético nuevo intento de acomodar a Philippe Coutinho en una de las plazas del mediocampo, y al desempeño de los laterales.
El equipo de Ernesto Valverde, en materia de profundidad, a lo largo de la temporada 2018-19 contó con una particularidad de complicada sostenibilidad: por norma, los dos azulgranas más profundos sin balón eran sus laterales. Sergi Roberto en la derecha y, sobre todo, Jordi Alba en la izquierda, resultaron dos piezas estructuralmente fundamentales por ser las más aptas para amenazar con continuidad la espalda de la defensa contraria. Al mismo tiempo, sin embargo, el hecho de que su activación en ataque requiriera la previa conquista de cierta altura en el juego por parte del conjunto, por momentos ha llevado al cuadro barcelonista o bien a no poder lanzarlos o bien a forzar en exceso su ubicación sobre el campo con tal de encontrar su desmarque por delante del balón. El planteamiento ideal era que pudieran empezar el avance como laterales y terminarlo como extremos, pero en determinados momentos el Barça ha tenido que priorizar una de las dos premisas. O bien arrancando como laterales no han podido culminar arriba porque el equipo no ha logrado avanzar, o bien para ascender de una forma más independiente han tenido que alejarse en exceso de su rol inicial como zagueros, separándose mucho, en el inicio de la jugada, del central ubicado en su mismo costado. En este sentido, la relevancia de De Jong dando salida al juego y su tendencia a caer a los lados de la pareja de centrales para recoger el balón (Ver imagen) se adivina como una interesante solución para impulsar la proyección de los laterales con la presencia de una tercera pieza en la base que ensanche el primer escalón. Un punto intermedio, en conexión entre el central y el lateral, en quien hacer descansar la responsabilidad de que el cuero avance. Un camino para introducir la pelota en campo contrario mientras Jordi Alba, Sergi Roberto o Semedo ya esperan en él.
La salida de tres no es una variante extraña para el Camp Nou, y, de hecho, tampoco lo es el recurso de incrustar a un interior al lado de los centrales en lugar de hacer retroceder al mediocentro para ubicarse entre ellos. Con Rakitic en el perfil izquierdo, cuando el croata ha compartido los interiores con Vidal en lugar de con Arthur Melo, es un comportamiento que pudo verse, por ejemplo, en Cornellà – El Prat, como solución a algunos de los problemas que le plantea al Barça la salida lavolpiana con Busquets entre centrales. Por ejemplo, que con Sergio en el primer pase la recepción de espaldas y el giro recaigan en un futbolista más rígido como el croata, que si a continuación el equipo verticaliza en exceso Busquets no tenga tiempo de llegar a posiciones más adelantadas para ejercer de apoyo a la posesión y de impulso en la presión, o, incluso, que en caso de perder el balón en fase de construcción la defensa del contraataque rival se haga con la parcela del pivote desocupada. En este sentido, sobre el papel la llegada de Frenkie de Jong se presenta como una muy buena noticia a corto plazo para Sergio Busquets. El tiempo, la evolución del jugador y las intenciones de sus entrenadores marcarán si, con los años, el holandés termina siendo quien reemplace al canterano en la posición de cierre, pero hasta entonces su compañía tiene mucho de lo que puede necesitar Busquets en este punto de su carrera.
Ambos han demostrado saber desenvolverse con un acompañante en la base de la jugada, no en vano la consolidación de De Jong se ha dado al lado de Schone y De Roon en el Ajax y en la selección. También la trayectoria del segundo capitán azulgrana distingue varios episodios con reparto de espacio en esta zona del campo, con socios como Xavi Hernández, Xabi Alonso o, más recientemente, Rakitic o Arthur. Con balón para el apoyo y la circulación rápida, en una fase donde la movilidad e inteligencia de De Jong debería permitir la convivencia sin que ambos se pisen el espacio, y sin la pelota reforzando el carril central con un contrafuerte para poder lanzarse a la presión con la espalda cubierta. Particularmente esto último es algo a lo que Valverde ha dado mucha importancia a lo largo de sus dos temporadas en el banquillo culé, y si bien el holandés no es hoy por hoy un especialista defensivo, el curso anterior desarrolló de forma notable sus aptitudes en la contención, tanto por lo que se refiere a la presión como al corte, la cobertura o al refuerzo entre centrales.
También para Arthur Melo puede resultar De Jong un socio interesante, en tanto que, pese a compartir ambos la tendencia a participar en la base de la jugada, la hiperactividad del brasileño para recibir el balón puede verse suavizada por la lectura del holandés a la hora de separarse del poseedor, escalonar su posición o dibujar una salida para el pase. Tanto para Busquets como para Arthur, pues, Frenkie representa una pareja con varias lecturas positivas. Si acaso, sí puede plantear más dudas la coexistencia de los tres en un mismo mediocampo, sobre todo por lo que respecta a su redundancia posicional: los tres prefieren recibir de cara y por delante del mediocampo rival, antes que de espaldas y entre líneas. Se trata de un reparto que no fue extraño la temporada pasada en el equipo de Valverde cuando Busquets y Arthur compartieron el mediocampo con Rakitic, pero que en ocasiones ha dibujado una medular azulgrana demasiado plana y sin intermitencia de alturas, obligando incluso al mediocentro a adelantar él la posición para convertir la línea recta en un triángulo. Ciertamente, De Jong es un centrocampista con alta capacidad para romper una línea rival, pero normalmente lo consigue iniciando la acción de cara. O bien pasando o bien conduciendo. De ahí que resulte más fácil verlo encaramado a la mediapunta tras una jugada de contraataque que como consecuencia de una circulación dilatada. A la espalda del rival, al menos hasta hoy, su participación, más que con la recepción y el giro, ha estado relacionada con la fijación de rivales, movilizando atenciones para abrir con ello caminos al compañero en posesión del balón.
Por eso, de mantenerse la estructura táctica que el pasado curso ordenó a las piezas del Barça, el impacto del holandés a la espalda del mediocampo rival probablemente tenga que ver más con las posibilidades de hacer llegar el esférico al apoyo centrado de uno de los delanteros, y con la relación respecto al lateral de su perfil tratada anteriormente. En este punto conviene mencionar que, pese a moverse con naturalidad en ambos perfiles del campo, su juego en la derecha presenta algunas diferencias respecto al que desempeña en la izquierda, siendo el más notorio su menor vinculo con las piezas exteriores. Mientras que próximo al carril zurdo sus pases tejen relaciones tanto dentro como fuera, en el diestro tienden a centrar el foco a lo que ocurre en el centro. Trasladado este matiz al juego del FC Barcelona, y a la espera de descubrir si el curso esconde novedades acerca de la demarcación de Leo Messi, a la hora de pensar en De Jong como hipotético interior derecho blaugrana conviene reseñar la singularidad de la banda derecha culé, por un lado distinguida con el futbolista a quien más conviene encontrar, pero, por eso mismo, también amenazada por un abandono exterior que reduzca el juego de ataque azulgrana únicamente a dos de los tres carriles. Interior derecho, izquierdo o mediocentro. Directamente relacionado con Busquets, con Arthur, con Messi, con Jordi Alba, con el extremo izquierdo o con Gerard Piqué en el inicio de la jugada, el puesto de De Jong en el equipo no dependerá tanto de la ocupación de un vacío, como del lugar desde donde mejor pueda hacer aquello por lo que el Barça ha ido a buscarle. Además de su calidad, Frenkie tiene mucho de lo que el cuadro barcelonista ha extrañado.
– Foto: Dean Mouhtaropoulos/Getty Images