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Actualmente, el Barça cuenta, para cubrir las cuatro plazas de defensa que requiere su sistema habitual, con Alves, Adriano, Piqué, Puyol, Milito, Abidal y Maxwell. Además, en el filial aguardan jóvenes de la proyección de Fontás, Bartra, Muniesa, Montoya o Sergi Gómez. Se podría afirmar, pues, que la línea está cubierta. No obstante, si profundizamos un poco más en el análisis, nos percataremos que puede existir algún aspecto comprometido. Por un lado está la renovación de Dani Alves, una pieza importantísima para el equipo, no solo por ser el mejor lateral del mundo, sino porque su aportación va mucho más allá. Alves no es solo un lateral, es el hombre que abre la banda derecha, el que genera superioridad numérica en el centro del campo involucrándose en la elaboración o el que lanza al equipo a la presión en campo contrario. Por eso, a Alves no se le remplaza con otro lateral. Un nuevo lateral podrá llegar a línea de fondo, otro dar muy buena salida, otro cerrar defensivamente su banda...pero Alves es el único que lo reúne todo. Por eso, en el supuesto de una hipotética baja del brasileño, la solución debería ir más allá de la de remplazar pieza por pieza. En todo caso, llegado el momento, esta situación ya será analizada en En un momento dado.

Cuando hablamos de un portero, en la mayoría de casos lo hacemos para designar al encargado de atajar los disparos del rival. Situado bajo palos, parece una isla desligada del resto de jugadores, hasta el punto que en la mayoría de casos ni aparece cuando se mencionan las disposiciones tácticas de los equipos. El portero, seguramente, sea la pieza más infrautilizada en el fútbol. Por norma, nos olvidamos que un guardameta se define por ser un jugador como cualquier otro, pero que, además,  puede tocar el balón con las manos dentro de su propia área. El portero es un privilegiado. Puede hacer lo mismo que los otros jugadores y además utilizar las manos. En cambio, sucede que en la mayoría de casos el meta se limita a eso, a utilizar las manos, convirtiendo lo que debería ser una ventaja en una limitación. Hay diez que juegan y uno que ataja, cuando se tiene la posibilidad de utilizar a once jugadores para incidir en el juego.

Muchas veces, en el fútbol sucede que cimentamos nuestro aprendizaje en la experiencia, en lo que sucede y no en el motivo que lo posibilita. Así, las cosas se terminan explicando por el qué, en lugar de por el porqué. En los últimos años, con el Barça de Guardiola hemos tenido algún ejemplo de esto, siendo quizás la compatibilidad de Xavi e Iniesta en un mediocampo de tres, el caso paradigmático. En el Barça de Rijkaard, la formula de los dos canteranos como interiores acompañando a un mediocentro no funcionó. Uno de los dos siempre necesitaba ser completado con otro tipo de centrocampista, fuese Davids primero, Deco después, o Motta, Van Bommel e incluso Gio van Bronckhorst en ausencia del portugués. La gente, pues, aprendió el qué -que Xavi e Iniesta no podían jugar juntos en un mediocampo formado por tres centrocampistas- pero no el porqué. En aquel Barça de Rijkaard havia un contexto determinado, unas sinergias en el juego, un engranaje colectivo que marcaba qué debían ofrecer los interiores de ese equipo. Se asumió que Xavi e Iniesta solo funcionaban al lado de un interior más físico, y que el entrenador debía escoger entre uno de los dos o desplazar al manchego al tridente de ataque.

Este mes de enero, antes de que regrese la Champions League, será el momento escogido para analizar la planificación azulgrana de cara a la próxima temporada. Un calendario algo más desahogado, unos rivales, a priori, más asequibles, y la voluntad de desligar la futura planificación de los resultados finales, nos dibujan el escenario perfecto para detenernos a analizar puntos débiles, necesidades y todas aquellas cuestiones que tanto cuerpo técnico como secretaría técnica pueden plantearse antes de que llegue el próximo mercado de fichajes. Antes, no obstante, en este artículo, nos detendremos en el Barça B, no solo para ofrecer algunas pinceladas de lo que esta siendo su temporada, sino porque la evolución de los jóvenes talentos seguro estará sobre la mesa a la hora de construir la plantilla de la próxima temporada.

Tras un inicio irregular, dubitativo en lo futbolístico y saldado con algún mal resultado inesperado, el Barça de Guardiola parece haber alcanzado velocidad de crucero. No es cuestión únicamente de resultados, sino que a nivel de juego, no sería aventurado afirmar que éste es el mejor momento del equipo desde la llegada del técnico al banquillo. A este Barça parece que no pueda resistírsele ningún record ni rival. Al comienzo de temporada se venció al Atlético de Madrid en el Calderón, el único rival al que el equipo de Guardiola no se había impuesto en Liga, y este fin de semana, contra el Espanyol, le espera su segunda gran prueba. No nos referimos tanto al rival como al escenario. Tampoco al marcador. Se trata de control, de mandar sobre el partido, eso que este Barça es capaz de lograr prácticamente siempre y ante cualquier adversario, salvo una excepción, cuando les puede lo emocional. Sucedió en el primer Barça-Madrid de la temporada del triplete, en la vuelta ante el Inter...o en los partidos contra el Espanyol.

En nuestro primer análisis de lo que dio de si el Barça-Madrid del día 29 dejamos fuera del mismo a Xavi, Iniesta y Messi. Argumentamos que su extraordinaria actuación merecía un espacio propio, y qué mejor momento para dedicárselo que el día en que los tres han sido designados como los finalistas del próximo Balón de Oro. Este tipo de premios tienen el valor que tienen, que es poco, pero no deja de ser un gran motivo de orgullo que junto a los nombres históricos de Di Stefano, Best, Beckenbauer, Cruyff, Platini, Van Basten o Zidane, hoy estén los de los tres canteranos culés. Uno catalán, otro de Albacete y otro argentino, los tres de generaciones distintas, representan un estilo, una marca, una manera de entender el fútbol. Ni mejor ni peor que las demás, pero la propia del Barça. Y de la misma manera que no hay mejor manera de hablar del Barça-Madrid que refiriéndose a estos tres futbolistas, el mejor reconocimiento a Iniesta, Messi y Xavi, seguramente sea recordar su memorable actuación en el gran clásico del pasado lunes.

La primera sorpresa se dio antes del pitido inicial. Cristiano Ronaldo, que venía jugando en banda izquierda y siendo su sociedad con Marcelo y Alonso la clave ofensiva del Madrid, se situaba en banda derecha. Es difícil adivinar el motivo, más teniendo en cuenta que como el desarrollo del partido demuestra, la apuesta no tuvo el éxito que Mourinho esperaba. Quizás fue por la entrada en el once de Benzema en lugar de Higuaín, pues el francés, a diferencia del Pipita tiende a caer sobre el perfil zurdo. Tal vez la función de Ronaldo en banda derecha era la de defender el presumible desequilibrio Iniesta-Khedira obligando al de Fuentealbilla a correr hacia atrás en defensa para apoyar a su lateral. También es probable, y desde En un momento dado nos decantaríamos por esta opción, que el técnico portugués buscase reforzar su banda izquierda en defensa para hacer frente al binomio Xavi-Alves y permitir, a la vez, que Alonso guardase una posición más centrada para trabajar sobre Messi. Desde el banquillo, y antes de que el árbitro ordenara el saque inicial, Guardiola y su cuerpo técnico se percataron de esta nueva posición de Cristiano Ronaldo, indicando a sus jugadores un intercambio de posiciones que nos permitió resolver una de las dudas sobre el planteamiento culé apuntadas en la previa. Puyol era el central que debía caer sobre el perfil de Ronaldo, y así, como sucediera la temporada pasada en el Bernabéu, plantear un "doble lateral" para defender al portugués. Cabe la opción que el planteamiento de Guardiola, más que acercar a Puyol a Ronaldo, fuera el de alejar de él a Piqué para que así la salida del balón del Barça se desarrollara por el lado apuesto a las contras blancas, algo apuntado en la tercera parte de nuestro análisis previo y con lo que se conseguiría disminuir la peligrosidad del contraataque -si este transcurre lejos de Ronaldo- o aumentar su lentitud -si el Madrid quería llevar el balón a la derecha después de recuperar en la izquierda-.

Junto a Messi, la clave ofensiva de Guardiola será Andrés Iniesta. Esta afirmación, obvia en cualquier análisis del juego del Barça, cobrará más razón si cabe en el partido del lunes, tanto por las características del Real Madrid como por la respuesta que puede plantear Guardiola para dañarle. Hemos visto en las entregas anteriores como el juego del equipo de Mourinho presumiblemente se basará en ataques directos y rápidos que se desarrollarán preferentemente por banda izquierda y que, en la medida de lo posible, buscarán armarse tras una recuperación que dibuje un Barça mal colocado. Tanto sus lanzadores -Marcelo y Xabi Alonso- como sus receptores -Ronaldo, Özil y Di María- localizan o tienden a decantar su juego en banda izquierda. Únicamente Higuaín y Ramos percuten por la derecha, pero el peso y efectividad de esta banda en los ataques merengues es mucho menor. Por eso, a la hora de controlar las contras blancas, junto a la imprescindible consigna de no perder balones en el inicio de la jugada o en el centro del campo que dejen al sistema defensivo culé mal organizado, el Barça, más que nunca, deberá mirar a su banda izquierda a la hora de atacar. Perder la posesión en banda derecha es facilitar la contra del Madrid, pues quedarían cerca de la pelota hombres como Marcelo, Xabi Alonso o Ronaldo. En cambio, decantando el juego sobre el perfil zurdo del ataque azulgrana, el equipo lograría retardar mucho la transición defensa-ataque de los de Mourinho. Así, tras recuperar el balón en su banda derecha, si el Madrid busca lanzar la contra rápida, ésta será menos efectiva, pues los hombres clave del equipo en transición ofensiva se sitúan en la orilla opuesta. Tanto la salida en corto -Marcelo- como en largo -Alonso- quedarán lejos. Si por el contrario prefiere hacer llegar el balón a banda izquierda para contragolpear mejor, aumentará la duración de sus taques y, por lo tanto, dará opción al Barça a recuperar posiciones defensivas.

Si nos aventuramos a adelantar el planteamiento que pondrá en liza el Real Madrid para enfrentarse al Barça, hablaremos de un Madrid que presionará arriba la salida de balón desde la defensa. No es tanto que esta sea una característica del equipo de Mourinho -más bien su transición defensiva se basa en el dominio del rechace y el repliegue- como que ante el Barça es algo imprescindible si se quiere evitar que los de Guardiola impongan su discurso. En este sentido, el equipo blanco, pese a sus grandes números en defensa, ha sufrido cuando se ha visto obligado a defender estático en las inmediaciones de su área. Por eso, es de prever que, más que el dominio de la posesión, lo que Mourinho querrá discutirle al conjunto azulgrana será el dominio territorial, y eso pasa por desnaturalizar su juego desde el inicio. Por las características de sus jugadores, es difícil que el portugués plantee una presión cuatro contra cuatro como en su día hizo en el Chelsea enfrentándose al Barça de Rijkaard, pero sí que hombres como Higuaín o Di María tengan un papel importante trabajando sobre el inicio de la jugada culé. Si esto ocurre, el Barça se agarrará a Messi, no para que el argentino, como hace con su selección, baje hasta el centro del campo para iniciar, sino atacando el espacio entre líneas blanco, fijando a los medios en una posición retrasada y ofreciendo espacios a los interiores azulgranas. En las semifinales de la pasada Champions, Mourinho consiguió controlar este factor gracias al doble pivote formado por Cambiasso y Zanetti, y a Walter Samuel. El trío de argentinos, no solo supo neutralizar el desequilibrio individual de Leo, sino que consiguió lo que nadie hasta entonces, quitarle los espacios. Sin los tres argentinos, el plan de Mourinho para frenar a Messi seguramente pase por Alonso y Carvalho, dos hombres que si bien a simple vista no parecen los idóneos para controlar a un regateador como Messi, si poseen la inteligencia futbolística y lectura del juego como para disputar con él el dominio de la zona Messi, esa zona localizada a la espalda de los mediocentros y por delante de los centrales.

Aunque equipos como el Espanyol, la Real Sociedad o el Hércules, hayan subido el nivel de la clase media de la Liga, esta temporada, como sucediera en la anterior, parece que el campeonato volverá a decidirse en los enfrentamientos directos entre Barça y Madrid. Es cierto que ni Valencia, ni Sevilla, ni Atlético de Madrid parecen aguantar el ritmo de los dos grandes, pero también lo es que con dos equipos con jugadores de la talla de Casillas, Pepe, Ramos, Valdés, Alves, Piqué, Puyol, Marcelo, Xabi Alonso, Iniesta, Xavi, Ozil, Di María, Villa, Cristiano Ronaldo o Messi, está por ver si en otras ligas no sucedería lo mismo. Hoy por hoy, Barça y Madrid tienen, de largo, las dos mejores plantillas del mundo. El Barça-Madrid del lunes no es ni mucho menos un partido decisivo, pues no hay que perder de vista que todavía no se ha completado ni la primera vuelta del campeonato, y que la distancia entre ambos conjuntos una vez finalizado el choque, será como máximo de 4 puntos. Sin embargo, si será una batalla importante para la resolución final del título y, sobretodo, un posible punto de inflexión en las dinámicas de los equipos. En este sentido, quizá porque el de Guardiola es un proyecto más consolidado -ni que sea por el crédito que dan los títulos y por su mayor tiempo de recorrido-, las consecuencias del clásico seguramente tengan más incidencia en el Real Madrid, tanto para bien como para mal.