Iniesta

Aunque últimamente parezca lo contrario, un 1-1 en casa en la ida de una eliminatoria es un mal resultado. Ni que sea porque en el momento que el árbitro pita el inicio, estás eliminado. Tiene una ventaja, eso sí, y es que te define el plan de ruta para la vuelta. No vale especular, tú eres quien debe ir a por el partido. Pero el Madrid se enfrenta al Barça, y si de un equipo se puede adivinar que saldrá a por el partido es de este Barça -más incluso que de el de Guardiola, pues aquel contaba con el control de Xavi como el arma defensiva más dominante de los últimos tiempos-. No está claro que para el Madrid esto sea malo. Más bien al contrario, ya que los blancos sufren más cuando el rival les regala la iniciativa. Con un Barça que no especulará y un Madrid que prefiere la reacción, el escenario previo del partido no se plantea muy distinto al de la ida. A favor de los blancos, eso sí, la vuelta de Di María, Coentrao, Ramos y Pepe. Ahí es nada. Y por el lado culé, casi un mes en el que han podido pensar y trabajar sobre lo sucedido en el partido de ida.

Temporada 2010-11. Jornada 13. Barça-Real Madrid: 5-0 

Valdés; Alves, Piqué, Puyol, Abidal; Busquets, Xavi, Iniesta; Pedro, Messi y Villa.
Posiblemente sea el punto más alto al que haya llegado nunca un equipo de fútbol. Para salirse de la norma fue un lunes, y no ante un rival cualquiera, sino ante el Real Madrid de Mourinho. Aquel fue el primer Barça-Madrid de Mou, y seguramente supuso el inicio del duelo más brutal que conoce la historia de este deporte. Podría decirse que al Barça todo le salió bien, pero es que además se vio favorecido por un bagaje anímico previo que estalló por los aires cuando Messi, al inicio del partido, en una jugada imposible, mandó el balón al palo a la salida de un córner. El Madrid llegaba con el recuerdo del 2 a 6, de los aplausos a Ronaldinho, de Calderón, Juande Ramos y Schuster, de dos ligas ganadas que todo el munido sintió que las perdió el Barça… no lo sentían como un duelo de igual a igual, y sólo les faltaba esa jugada de Messi, su particular pesadilla.

El Barça afronta dos semanas de reposo antes de que vuelvan los partidos trascendentales: la eliminatoria ante el Milan y la vuelta de Copa ante el Real Madrid. Ambos pueden dejarte fuera de una competición. Lejos de tomar la Liga como descanso, es el momento de hacer valer el margen de puntos obtenido. Poniendo puntos de por medio con el Madrid, el Barça no sólo ganó tranquilidad, sino también tiempo. Es el momento de usarlo, y la baja de Xavi, más que un problema, puede ser una oportunidad perfecta. En el primer partido de semifinal de Copa con el Madrid, Mourinho puso en problemas a los azulgranas a partir de la presión adelantada. El partido se configuró a partir de ahí. Y atención, porque el Milan ha perdido instinto de supervivencia atrás y ha ganado juventud e ímpetu arriba. Es más que previsible que los italianos salgan a morder al Barça arriba. 

                      El Barça perderá a Xavi Hernández durante, al menos, dos semanas. Lo primero, lamentarse. Después, buscar lecturas positivas. Las más evidentes, que no se trata de una lesión de gravedad, que no se perderá, a priori, ningún partido trascendental, y por último, que el Xavi de esta temporada no tiene el peso específico que si tenía en campañas anteriores. En un segundo nivel de lectura, al cuerpo técnico se le presenta un escenario interesante. Tendrá la posibilidad de poner en marcha mecanismos alternativos, de activar a hombres menos rodados y que, una vez regrese Xavi, todo esto se sume al capital colectivo del equipo. En un escenario sin mucho que perder, el Barça tiene la oportunidad de crecer en variantes. 

El partido no fue como se esperaba. Mérito del Madrid, porque el escenario que imaginábamos era favorable al Barça. Sin la pareja Pepe-Ramos concebíamos a un Madrid retrasado en su versión más conservadora, con la defensa próxima al área. Ahí el Barça dominaría posesión, ritmo, recuperación y además situaría a Messi cerca del gol. Mourinho contaba con Ronaldo y Özil para sacar algo de ese contexto, pero todo estaba de cara para los culés. 

1- El primer clásico del Barça de Vilanova:
Cuando Barça y Madrid se enfrentaron en la primera vuelta de la Liga, el equipo de Vilanova aún  no había arrancado. De hecho lo hizo a partir de ese partido, punto de partida de las propuestas y novedades que se reflejan ahora en el líder de la competición. Aquel era un equipo todavía muy "tardoguardioliano" un conjunto en construcción. Este es uno de los principales alicientes del nuevo enfrentamiento entre los dos grandes. Son los mismos equipos, pero uno de los dos es otro.

Temporada 2010-11. Final de la Champions League. Barça-Manchester United: 3-1
Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Abidal; Busquets, Xavi, Iniesta; Pedro, Messi y Villa.
Quizá, las dos finales de Champions que ha disputado, sean los dos mejores partidos en la carrera del Leo Messi. La primera, en Roma, fue la de la sorpresa por su ubicación en el centro. En la segunda, ahora en Wembley, todos lo esperábamos ahí, y aún así, comandó al Barça para convertirte en uno de los campeones más indiscutibles que se recuerdan. El Barça de Guardiola fue un equipo de finales. No es habitual que entre las mejores actuaciones de un equipo se cuenten tantas grandes finales. Citas en las que la igualdad entre oponentes, el conservadurismo y la prudencia por el miedo a la derrota, la presión y la tensión, acostumbran a deparar choques con más activos emocionales que futbolísticos. No es este el caso. El Barça de Guardiola ganó y perdió finales, pero siempre las jugó bien. Habitualmente, mejor que nunca.

Cuando un equipo juega como jugó el Barça ayer ante el Espanyol, poco o nada puede hacer el rival para evitar la avalancha. Esto no quita, sin embargo, para que haya decisiones que, lejos de dar un soporte extra ante lo que se avecina, supongan algo así como un tiro en el pie para los propios intereses.

   

Prefacio: Las dos caras de una decisión perfecta

  Al finalizar la temporada pasada el F.C.Barcelona tuvo que enfrentar una situación que esperaba que nunca llegara. Pep Guardiola, tras cuatro años entrenando al primer equipo y uno al filial, decidía parar, detenerse, subir a la superficie a respirar. Se avecinaba un momento traumático, la creación de una frontera entre un pre y un post. Prácticamente todo el mundo coincidía en que la decisión sobre su sustituto debía ahondar en la senda de la idea y el modelo que Pep había llevado a la excelencia, pero todo el mundo, también, daba por sentado con resignación que se iniciaba un nuevo ciclo. Sin embargo, la dirección deportiva sorprendió con una decisión genial: la designación de Tito Vilanova, asistente de Guardiola, para tomar las riendas del equipo. No sólo se subrayaba por partida doble la idea y el modelo, sino que además, con la decisión tomada, se calmaban los temores escenificando una continuidad en el proyecto insospechada dada la situación. Transitar sin desplazarse. El equipo empezaba un proceso de renovación, pero se conseguía diluir la incertidumbre, la sensación de cierre de un momento histórico, de paso a una nueva etapa, de pérdida traumática. La suficiencia como técnico de Tito Vilanova la conocían los de dentro, los encargados de tomar la decisión. De su capacidad para llevar el vestuario, tras cuatro años siendo mano derecha de Guardiola, pocas dudas podía haber. El vestuario estaría con él. Era “uno de los nuestros”.

Temporada 2008-09. Cuartos de Final de la Champions League. Barça-B.Múnich: 4-0

Valdés; Alves, Márquez, Piqué, Puyol; Touré, Xavi, Iniesta; Messi, Eto'o y Henry.
Aunque visto hoy sonroje, el Barça del triplete despertó dudas hasta bien entrado el mes de abril. Concretamente hasta que en los cuartos de final de la Champions League se midió al cuatro veces campeón de Europa Bayern Múnich. En Liga, al Barça de Guardiola le bastaban 45 minutos por jornada para alcanzar números de récord, pero Atlético de Madrid, Valencia o Sevilla no parecían suficiente para el juicio mediático hasta que estalló la realidad. En el ambiente flotaba la nebulosa de que el equipo no se había enfrentado aún a un rival realmente grande y se ponía en tela de juicio si sería capaz de demostrar la misma superioridad exhibida en Liga, llegados a una cita más exigente. Y en esas llegó el Bayern Múnich de Klinsmann, que no era el que un día tiranizó Europa de la mano de Franz Beckenbauer, ni el de los noventa, ni tan siquiera el actual, pero que con Ribery, Lahm, Luca Toni, Klose, Lucio o Schweinsteiger, pocas dudas dejaba de que se trataba de un rival de peso para el equipo de Guardiola. El cuatro a cero final no dejó dudas: El Barça de Guardiola iba en serio. Esa noche, el equipo puso en práctica todos sus recursos y los llevó a la máxima expresión. El mejor partido de la era Guardiola hasta que Messi abandonó la banda.