Guardiola

Anoche, por primera vez, En un momento dado pudo vivir el partido desde la cabina de prensa del Camp Nou y acceder tanto a la zona mixta como a la rueda de prensa de los entrenadores. Por eso, antes de nada, queremos agradecer encarecidamente a todos los que nos permitieron vivir una jornada inolvidable a los que, hace más de cinco años, pusimos en marcha esta aventura. Agradecer también el afecto recibido una vez se conoció nuestra presencia en el Camp Nou y, sobretodo, tras nuestra intervención en la rueda de prensa de Guardiola. Hechos los agradecimientos, vayamos al partido: Tratándose de una jornada intersemanal y con la eliminatoria ante el Milan en el horizonte, Guardiola dio descanso a hombres importantes como Busquets, Cesc e Iniesta. El Barça se situó en un 1-4-3-3 con extremos abiertos, a diferencia de lo que ocurrió la última jornada, dónde Iniesta nunca tuvo un rol fijo en el costado. Si ante el Sevilla analizamos el constante fluir en banda izquierda de Andrés y Cesc, con el apoyo de las incursiones de Adriano desde el lateral, ayer el encargado de ocupar el perfil izquierdo de una manera fija fue Cuenca. A Isaac, sobretodo en banda derecha, lo hemos visto interactuar, también, en posiciones más centradas, perder la banda con más asiduidad en un intercambio de posiciones que, sobretodo con Alves, ha resultado muy fructífero. Anoche, no obstante, el canterano, abierto y fijo en la izquierda, fue la salida fácil y el hombre que anclaba al sistema defensivo del Granada sobre un costado.

Guardiola volvió al 1-4-3-3 en el que una de las plazas del tridente ofensivo es para un teórico centrocampista. Se trata de una figura -ese cuarto centrocampista que parte desde la delantera- que el técnico ha perseguido desde sus inicios en el primer equipo. Primero con el fichaje de Hleb, después con Iniesta, pasando por Afellay o ahora Cesc. Durante muchos momentos de la temporada, este rol ha correspondido al de Arenys, pero por ejemplo en los enfrentamientos contra el Real Madrid, ha sido Iniesta quien ha ocupado el extremo izquierdo quedando Cesc en el interior. La misma disposición presentó el Barça el sábado. 

El equipo ha iniciado la reconversión. Cada temporada Pep Guardiola ha introducido novedades, alicientes y retos en un grupo que enseguida alcanzó el éxito más rotundo. Los cambios en la figura del nueve, la articulación de la salida desde atrás, el perfeccionamiento en el perfil del mediocentro, la evolución de los extremos, la propuesta de varios dibujos tácticos…los ejemplos son numerosos. Aunque algunos más exitosos que otros, todos han servido para estirar la idea. Eso si, esa idea era la misma, la que definían dos hombres: Leo Messi y Xavi Hernández. Uno, el origen de todo, y el otro, el cerebro que ordenaba ese todo. Esta temporada, no obstante, el equipo ha empezado a transitar hacia otra cosa. Ha iniciado la transición a un nuevo proyecto sin finiquitar el actual. Ha empezado a pensar en el Barça post-Xavi, aun con Xavi en el equipo. Xavi ya tiene 32 y arrastra unos problemas físicos en el sóleo que le dificultan la puesta a punto. El equipo debe empezar a pensar en cuando el egarense no esté –o esté desde un rol menos decisivo- y para hacerlo tiene dos vías, una difícil y otra imposible. El camino imposible es el de transformar a otro futbolista en Xavi, darle las mismas atribuciones y esperar de él lo mismo que del 6 azulgrana. La difícil es trasladar la personalidad futbolística del equipo –que no el estilo- hacia un escenario en el que no estará Xavi. Es decir, iniciar un nuevo proyecto desde el actual. 

Con la Liga prácticamente sentenciada, pendiente de un imposible para recortar la ventaja que ahora mismo tiene el Real Madrid, el Barça regresa más necesitado que nunca a la Champions League. Buscando encontrar en ella un cambio de chip respecto al campeonato doméstico, Guardiola tiene ante si el difícil reto de conseguir que el equipo no se vea afectado en Europa por su marcha en la Liga. La primera piedra de toque le es favorable. Un Bayer Leverkusen lejos de la reducida élite mundial, con equipo que juega y deja jugar. Alegre, ofensivo y ambicioso, es el tipo de equipo que ante un buen Barça no puede responder debido a la personalidad de su fútbol. No obstante, también es el tipo de equipo, que ante un mal Barça es capaz de explotar sus debilidades.

El equipo de Guardiola afronta con ventaja el partido de vuelta de las semifinales de Copa del Rey gracias al empate a uno cosechado la semana pasada en Mestalla. El empate con goles evita que el Valencia pueda salir a aguantar el resultado, lo que unido a la enorme importancia del factor Camp Nou, deja al Barça como gran favorito para lograr el pase a la final. No obstante, el Valencia y Unai Emery ya han demostrado en otras ocasiones ser perfectamente capaces de ponerle las cosas muy difíciles al Barça. De entrada, hay algo a lo que Guardiola no ha sabido dar respuesta hasta ahora, la banda izquierda che formada por la pareja Jordi Alba-Mathieu. Alternándose ambos en las posiciones de lateral y volante, vienen siendo el principal quebradero de cabeza del Barça cuando se mide al Valencia, un quebradero, por otro lado, inesperado y que por lo tanto libera a futbolistas que a priori deberían pesar más en el choque como Banega, Jonas o Soldado. 

Llegó Guardiola y nació el Barça de Leo Messi, que heredó el dorsal y el rol de jugador franquicia que dejó Ronaldinho. Lo que no varió de entrada fue su posición en el campo, pues en el 1-4-3-3 por el que siguió apostando Guardiola, el argentino permaneció en la demarcación de extremo derecho que había ocupado con Rijkaard. No obstante, como las posiciones de partida son sólo el armazón del juego, la utilización de Leo que iba a hacer Pep desde esa demarcación, iba a ser muy diferente. Este era el equipo de Messi, por lo que el crack pasó de ser el recurso del desborde y el gol, a un jugador eminentemente colectivo. Hicieron falta algunos meses para que la gente desterrara los prejuicios que limitaban al argentino como un regateador y un jugador de claro carácter individual, pero en el Barça de Guardiola, desde su nacimiento, Messi iba a ser el principio y el fin de todo, la explicación individual a la propuesta colectiva.

Si en el partido de Liga al Madrid le castigó el hecho de salir a jugarle al Barça de tú a tú, sin plantear el partido como respuesta a los azulgranas y sin atender a la inevitable sentencia a jugar sin el balón a que el equipo de Guardiola somete a todos sus rivales, esta vez Mourinho optó por su cara más conservadora. Sobrevivir al rival y tratar de aprovechar alguna de las oportunidades que brindara el choque. Ya quedaría la vuelta para tratar de llevarse la eliminatoria. La idea es simple: al Barça es más probable superarlo a partido único que a dos partidos, por lo que llevar la eliminatoria a eso no hubiese sido una mala noticia. Reforzar la media con un trivote en el que se incrustaba Pepe, Altintop en el lateral para mantener a Lass en la media, Coentrao para desterrar las imprevisibles concesiones defensivas de Marcelo y arriba la entrada de Higuaín para sumar ese gol "de la nada" que pudiese poner en ventaja al Madrid en la eliminatoria. Todo movimientos que supeditaban la transición ofensiva a la defensiva. Decisiones, cada una de ellas, que ponía un nuevo palo en las ruedas del Madrid a la hora de construir juego, pero que a cambio le permitían un planteamiento y unos nombres, a priori, más eficaces para defenderse del Barça. Mourinho no planteó el partido a discutirle el discurso del partido al Barça, sino a sobrevivir a él. También Guardiola jugó con el formato de la competición, sabiendo que con la vuelta en el Camp Nou, saliendo con un marcador ajustado del feudo blanco, su equipo lo tendría todo de cara para plantarse en semifinales. Así pues Pep volvió a la defensa de cuatro -aunque a lo largo de este texto haremos alguna consideración al respecto importante para analizar el partido- y devolvió el timón a Xavi. Horizontalidad por encima de verticalidad, limitar el intercambio de golpes, menos ataques pero más largos. Defenderse mientras se ataca, que no defenderse atacando.

En el partido de Liga en el Bernabéu, tras el gol de Benzema, el Barça basó gran parte de la remontada en el cambio al 1-3-4-3. Salida limpia, superioridad en la media y amplitud con dos hombres abiertos a banda. No obstante, tratándose del partido de ida de la eliminatoria, y teniendo la vuelta con el Camp Nou como escenario donde decidir, es probable que Guardiola opte por la defensa de cuatro, bien con Alves como lateral, bien con el brasileño como teórico extremo y Busquets en el centro de la zaga junto a Piqué. En base a esta idea de salir con un planteamiento más conservador -siempre desde el dominio de la posesión- tal como hiciera en ida de las semifinales de Champions del pasado año, hay algunas consideraciones respecto a la posición y rol de Cesc que podríamos hacer. En el partido de Liga, el plan de Guardiola fue abrir el sistema defensivo del Madrid acostando a Messi e Iniesta a cada una de las bandas. La defensa blanca la pasada temporada se había basado en la defensa del carril central, por lo que con esta decisión, Pep obligaba a los de Mourinho a defender todo el ancho del campo. Arriba, como nueve, un Alexis Sánchez estirando hacia atrás a la zaga blanca. Guardiola dibujó a un Madrid abierto y estirado, o lo que es lo mismo, brindó espacios a sus interiores por el centro. Ese día fueron Xavi y Cesc, y contrariamente a lo que sucediera con anterioridad, fue el de Arenys quien determinó el ritmo del juego azulgrana. Mayor intensidad, enorme profundidad y velocidad en las transiciones. En definitiva, un ritmo mucho más alto y menos pausado que cuando Xavi es quien gobierna. 

Una de las sorpresas del clásico de Liga fue que Mourinho se mantuviera fiel al 1-4-2-3-1 que viene utilizando el Real Madrid, y no optase por reforzar la media con la incursión de un tercer centrocampista en un 1-4-3-3. El técnico portugués seguramente prefiriera reforzar la confianza del grupo al no plantear el choque como respuesta a su rival, pese a que con ello no tomara medidas ante un elemento clave para entender los enfrentamientos Madrid-Barça: el balón será de los azulgranas. De este modo, los merengues, encaran sus partidos contra los culés partiendo de un escenario distinto al que dibujan sus choques contra cualquier otro rival. Ante el Barça, el Madrid se ve forzado a desnaturalizarse. Mourinho buscó imponerse desde su discurso habitual, pero visto el resultado de entonces y el hecho de que ahora quedará un partido de vuelta en el que arriesgar si es preciso, apostaríamos porque esta vez sí, el técnico blanco piensa en introducir a un interior más.